Nolite te bastardes carborundorum (89)
Que los bastardos no te jodan
Un buen lema para estos tiempos.
Defred encuentra esta inscripción en el armario de la habitación en la que vive en casa de su Comandante, bueno en realidad De Fred es de “su” Comandante, de ahí el nombre ficticio de la protagonista.
Estamos ante una distopía escrita en 1985 por Atwood. Esta distopía se basa en algo tan real como un sistema totalitario en que manda una minoría, “los comandantes”, con profundas convicciones religiosas y extremadamente puritanos. Los derechos y libertades se han volatilizado totalmente y la represión pura y dura campa a sus anchas en la República de Gilead ubicada en los actuales EUA.
La peor parte se la llevan a las mujeres, todas propietarias de los hombres pero con un escalafón diferente: las Esposas, las Marthas, las criadas, las Tías, todas ellas enteramente dominadas por los hombres “por su bien”.
Defred es una criada, controlan toda su vida: su ropa, su alimentación, sus salidas a la compra siempre acompañada de otra criada, las ceremonias y su vida sexual. Defred es una mujer reproductora y reeducada para que olvide su vida anterior (ella aún recuerda cómo eran las cosas antes del asesinato del Presidente y la dictadura).
Podría pararme en muchos fragmentos del libro: en la dura represión, la importancia de la religión, la existencia de colonias en las que la vida no dura nada, la resistencia, la rebeldía, la muerte, la vida, la doble moral… Sin embargo no quiero contar la historia porque seguro que es una lectura posible para el año que viene.
Pensábamos que teníamos problemas ¿Cómo íbamos a saber que éramos felices? (87).
Una buena novela que convierte una distopía en algo muy posible en la actualidad, en este sentido es terriblemente factible y eso la hace terrorífica. Está muy bien escrita y hay sorpresa final en el último capítulo. Sin embargo, su éxito, tras más de treinta años de su publicación, me parece excesivo y resultado, posiblemente, de la serie de TV basada en ella.