De este autor había leído Erase una vez un padre hace mucho tiempo (no tenía abierto este blog), tengo un buen recuerdo de ella sin entusiasmo. De hecho, me he dado cuenta de que ya había leído al autor cuando he ido a recoger Juliet, desnuda.
Sin duda alguna la parte de la novela que más me ha gustado es el último tercio: el momento en el que los personajes, inesperadamente, se conocen provocando una aceleración de la acción, situaciones estrambóticas y con un humor fino que hace sonreír. Empiezo por aquí porque hasta llegar a ese último tercio, la historia me parece intrascendente y gris, como uno de los personajes, Duncan, pero incluso la propia Annie, su pareja. Todo ello a tono con la ciudad triste, venida a menos y en la que nunca ocurre nada en la que la pareja Duncan/Annie viven: Gooleness.
Hay un largo párrafo en el que Annie se pregunta todo lo que ha perdido por mantenerse al lado de Duncan durante quince años, perdiendo el tiempo. Solo reproduzco un fragmento de dicho párrafo:
¿Cuáles eran las cosas que no había podido hacer por haber pasado tanto tiempo con un hombre tan aburrido, con un imbécil desleal, aparte de vivir el tipo de vida que habría deseado llevar cuando tenía veinticinco años? (179).
La historia tiene como protagonista a Tucker Crowe, un músico norteamericano que tras un excelente álbum: Juliet, desaparece y no se vuelve a saber de él. Sin embargo, un grupo de persona, fans de Crowe, se reúnen metafóricamente a través de Internet para compartir su entusiasmo por este músico. Entre estos seguidores se encuentra Duncan.
A raíz de un CD hecho con versiones descartadas de Juliet, la vida de estos personajes se cruza en ese tercio final de la novela que, me parece lo más notable de ella.