lunes, 28 de diciembre de 2020

Iñaki Uriarte, Diarios (Tercer volumen: 2008-2010) y Diarios. Epílogo

 


Había leído y disfrutado los dos primeros volúmenes de estos Diarios tan peculiares (si buscáis la etiqueta encontraréis una reseña del primer volumen, no sé porqué no comenté el segundo), luego los había olvidado hasta ver anunciado que Isabel Coixet iba a hablar de ellos en un programa de radio no pude escuchar. Me di cuenta que me faltaba un volumen, que fueron dos porque no contaba con el Épilogo.

Uriarte no ha trabajado nunca, vive de una renta (según cuenta de un piso heredado) y de pequeños trabajos como crítico de literatura e incluso de alguna ayuda familiar. Es un bon vivant modesto por vocación. Uriarte es un gran lector que adora a Montaigne, Stendhal, Pascal, Proust, Borges, también Baroja o Pla.

Escribe unos diarios, sin referencias cronológicas excepto el año, en los que va desgranando con sentido del humor, calma, escepticismo relativo y cariño, la política, la amistad, el amor, la literatura, la salud, su gato Borges y mil y un aspectos que te van interesando, te van haciendo sonreír y empatizar.

«Las pequeñas cosas de la vida. La pequeña molestia en la rodilla al darme la vuelta en la cama, el pequeño catarro que no acaba de irse, el pequeño sonido de la fuga de agua que llega desde el cuarto de baño, el pequeño agravio de X esta mañana, que persiste en la memoria, el pequeño mosquito que zumba en la habitación, la pequeña picadura del mosquito en el hombro, el pequeño picor de la picadura, la pequeña pastilla que voy a tomar ahora mismo para olvidarme de las pequeñas cosas de la vida» (p. 64).

A Uriarte le gusta (relativamente) viajar por su pereza para encarar las mil y una incomodidades de un viejo. Por ello, Iriarte pasea y/o viaja a su ritmo, un ritmo tranquilo y sosegado. Sus destinos habituales: Francia e Italia, pero también Berlín o El Cairo. En esto viajes visita recónditos lugares en los que han vivido o escrito o pintado aquellos a quienes admira. Pero sorprendentemente también le encanta Benidorm, de donde siempre retorna a Bilbao (donde vive) mejor que cuando salió.

Su humor es fino, incisivo, imaginativo y cotidiano:

«Cada vez que hago algo que dicen que “alarga la vida” me da aprensión. Me veo a los cien años, en la cama, hecho un desastre, sin acabar de morirme porque a lo largo de mi vida comí, por ejemplo, demasiadas legumbres» (Epílogo, pag.46).

viernes, 18 de diciembre de 2020

Albert Camus, La muerte feliz

 


Agnès Spiquel, autora de la Presentación de la novela, la vincula con El extranjero. fue su primera novela; la abandonó hacia 1939 para escribir de un tirón en 1940, El extranjero.

La muerte feliz se publicó en 1971, después de morir Camus. Hay innegables vinculaciones entre ambas novelas, empezando por el protagonista: Mersault. Un aire parecido entre los dos Mersault es un hecho, aunque solo sea por el nombre. Pero hay mucho más, un aire parecido en lo referente a una cierta indiferencia, falta de arrepentimiento, escepticismo y pasividad. Todo ello mucho más acusado en El extranjero. Argel es, en ambas novelas, el trasfondo de sus vidas.

En  La muerte feliz su protagonista, Mersault, busca la felicidad a toda costa, pero no lo lograba por la pobreza. Camus vuelca su experiencia de la pobreza, su relación compleja con las mujeres, el placer por la naturaleza y, por supuesto, su reflexión filosófica en torno a la felicidad.

Sus descripciones de las estaciones o de un espacio natural son bellas y sugerentes:

«A mediodía, cesó el viento, el día estallo como una fruta madura y, por toda la extensión del mundo, dejo fluir un zumo tibio y asfixiante, entre un repentino concierto de cigarras. El mar se cubrió de ese zumo dorado como si fuera un aceite y devolvió a la tierra agobiada de sol un hálito caliente que la abrió y permitió que se alzasen aromas de ajenjo, de romero y de piedra recalentada».

martes, 8 de diciembre de 2020

George L. Mosse, Soldados caídos. La transformación de la memoria de las guerras mundiales.

 


Este libro apareció en 1990 aunque no se ha traducido hasta el 2016. Estamos ante una interesante propuesta historiográfica que se fundamenta en su interés por la ideología como sistema cultural a la que incorpora los símbolos, aspectos visuales y antropológicos, así como los mitos.

El libro está centrado en la Iª Guerra Mundial que, según Mosse, fue glorificada y embellecida en la postguerra. Se produjo un proceso de enmascaramiento de la realidad de la guerra (muerte, sufrimiento, heridos, etc.) que unida a la brutalización  del conflicto bélico, pusieron bajo control la memoria de la guerra. La insensibilización hacia el sufrimiento humano puso las bases del totalitarismo del periodo de entreguerras y de la IIª Guerra Mundial.

El mito de la «experiencia de guerra» es analizada en este libro a través de diversos aspectos: memoriales, cementerios militares, y poesía, arquitectura, naturaleza, juguetes, religión, cine o voluntarios de guerra.