CCCB (Centre de Cultura
Contemporània de Barcelona).
He dejado transcurrir varios días desde que vi esta
exposición, el sábado 19 de enero, para escribir este texto.
La manipulación de la historia no es ninguna
novedad. Tanto el poder establecido como quienes pretenden acceder a él, han
considerado justificado utilizar la historia al servicio de sus intereses
particulares.
Hay dos maneras clásicas de manipulación, una es
tergiversar lo sucedido desprestigiando o alterando los hechos, la otra es
ignorando la existencia de algunos de estos hechos, dando importancia a otros
que, en ocasiones, son secundarios.
En la exposición sobre el Paralelo se puede
encontrar muestras de ambos tipos de manipulación. Salí de ella bastante
indignada y así lo manifesté en el libro de sugerencias de dicha exposición.
Procuro no escribir sobre historia en “caliente” y por ello he dejado pasar
unos días desde que la vi.
Parece ser que el objetivo de la exposición es
reivindicar el papel de la “baja cultura” a partir de la configuración del
Paralelo como avenida del teatro popular. La exposición gira en torno, por
tanto, al nacimiento de la cultura de masas en unos momentos de fuerte
crecimiento urbano (la población de la ciudad se multiplicó, en esos momentos,
por tres) ordenado dentro del proyecto de ensanchamiento de la ciudad ideado
por Cerdà. El Paralelo, por decisiones desacertadas diversas, acabo siendo una
avenida construida con edificaciones efímeras y un nivel muy elevado de
espacios de ocio y espectáculo.
Pero el Paralelo no se convirtió en un Montmartre
parisino, barrio popular y de entretenimiento, con cabarets como el Moulin Rouge o Le Chat Noir y artistas y cantantes que atraían por las noches a
los ricos. El Paralelo, además de sus pantomimas, melodramas, música arrabalera,
prostitución, etc., era escenario de la protesta y del conflicto social.
Sus
teatros fueron espacios para los mítines, sus cafés lugares de reunión y
tertulia de sindicalistas, ácratas, masones o republicanos, sus adoquines
construyeron barricadas en momentos de lucha social o revuelta, sus puestos de
libros, lugares de citas y de debate de ideas, en definitiva, la avenida fue un
auténtico termómetro social y político.
Terreno ajeno y amenazante para las clases
acomodadas, terreno controlado por los sectores populares entre los cuales el
republicanismo, pero especialmente el sindicalismo y el anarquismo, construían
no sólo una alternativa social a la sociedad capitalista y burguesa, sino una
verdadera cultura alternativa. Esa cultura se fue fraguando a través de los
locales sindicales, ateneos, escuelas laicas y centros diversos de
socialización y cultura obrera, entre los cuales estaban también los teatros
donde se representaban obras sociales y se hacían mítines, los cafés, como La Tranquilidad, en que se reunían los
anarco-sindicalistas, o los prostíbulos en que, sindicalistas como el
secretario general de la CNT, Salvador Seguí, intentaban “liberar” a las
prostitutas de su esclavitud a través de la lucha social. El propio Seguí fue
asesinado por pistoleros del Sindicato Libre financiado por la patronal
catalana cerca del Paralelo, en la calle Cadena, en el barrio del Raval,
barrio, junto con el de Poble-sec, sobre los que irradiaba su fuerza el
Paralelo.
La exposición reduce esta dimensión social a la
mínima expresión, la ignora descaradamente quedándose en la explicación de la
llamada “baja cultura” y la búsqueda de las raíces de la identidad catalana. En
esta búsqueda de la identidad no tiene encaje Lerroux y el Partido Republicano
Radical, al que descalifica con brevedad como “españolista” y al partido como
espacio de gente foránea, y mucho menos el predominio del sindicalismo
anarquista a quien identifica con el pistolerismo del que fue mayoritariamente
víctima (entre 1916 y 1923 hubo en Barcelona 226 muertos por efecto del
pistolerismo, de ellos 171 obreros, entre los que se cuentan figuras
significativas del anarco-sindicalismo, como el propio Salvador Seguí).
Tergiversación e ignorancia de la cuestión social tienen un objetivo claro,
destruir y eliminar aquello que el nacionalismo conservador, hoy en el poder en
Catalunya, considera que no encaja con el falso mito del seny catalán, invento ideológico que desmienten los hechos
históricos.
DENA DEROSE
Afortunadamente, tras salir con un cabreo del diez (nivel alto en mi escala
de enfados) de la exposición, me esperaba una deliciosa sesión de jazz en el
Jamboree y una copa de cava, ambas tuvieron la virtud de calmarme los ánimos.
Actuaba una pianista y cantante norteamericana, Dena Derose, acompañada de Gabriel Amargant saxo, Ignasi González contrabajo y Jo Krause
bateria.
Una sesión de jazz relajado y sin
estridencias, con sonidos sencillos y limpios.
El vídeo tomado de Google, al igual que el anuncio de la exposición.