Una amiga me hizo llegar fotocopiado este relato porque lo trabajaba en clase con sus alumnas/os. Tras leerlo supe que formaba parte de una trilogía y que estaba editada en un solo volumen, así que os traigo solo mi comentario del primero de los tres relatos.
Estamos ante un testimonio de la vivencia en los campos de concentración de un adolescente de 16 años. He leído muchos testimonios, empatizado con su sufrimiento y dolor, entendido su humillación, su deshumanización, su lucha por la vida. Sin embargo, cada vez que leo uno nuevo, es diferente porque cada persona, cada individualidad tenía una vida diferente y lo vivió a su manera, perdió a sus seres queridos, sufrió enfermedades que solo él sintió en su magnitud dolorosa, transitó por los bloques donde dormía, comió la sopa o el café en su única y personal experiencia.
Rebelarse contra Dios no es fácil para un creyente, pero la experiencia vivida tiene que ser muy traumática para que lo haga un joven aún en la adolescencia. Eso hace Eliézer cuando en el Iom Kipur, el Día del Perdón, toma la decisión tras participar en un debate áspero si se tenía que ayunar:
Yo no ayuné. En primer lugar, por complacer a mi padre quien me había prohibido hacerlo. Además, porque no había ninguna razón para ese ayuno. Ya no aceptaba el silencio de Dios. Consumiendo mi escudilla de sopa, veía en ese gesto un acto de rebelión y de protesta contra Él (36).
Elie Wiesel fue trasladado a Birkenau desde Hungría donde vivía con su familia. Logró no ser seleccionado junto con su padre mientras su hermana y una hermana fueron asesinadas en la cámara de gas. Fue trasladado a Buna y, al final, tras sufrir las marchas de la muerte llegó a Buchenwald. En la parte final del viaje, murió su padre.
Necesitamos mantener viva la memoria del pasado y de tragedias como la de Elie Wiesel para aprender de la Shoah y de los campos. Dramáticamente parece que hayamos olvidado lo ocurrido, tan solo hace algo más de 70 años, ya que somos incapaces de reaccionar con eficacia ante las nuevas manifestaciones de frenesí genocida en diversas partes del mundo. Al mismo tiempo el nacionalismo y el populismo crecen a nuestro lado en Europa. El egoísmo nacional y la retórica del odio fanático dividen a la sociedad aquí mismo, sin que a nadie parezca preocuparle mucho.
¿Aún quedan dudas de la importancia que tiene leer testimonios como el de Elie Wiesel?