Autor y libro aparecían mencionados aquí y allá (no recuerdo haber leído reseña alguna en los blogs habituales) y en mi libreta de sugerencias lectoras iba y venía sin que me decidiera a leerlo. La última vez fue en febrero en un artículo breve de Fernando Savater que además indicaba que también Vila-Matas estaba leyéndolo. Así que no podía dejar pasar tantas causalidades-casualidades reunidas y me lancé a su lectura quizás en un momento poco propicio (no es la primera vez que, pese a saber que no es buen momento, acabo encarando una lectura compleja porque estoy convencida, justo en ese “mal” momento, de hacerlo). Propuse a Carlos y a Marcelo Z si querían acompañarme en la aventura y ambos aceptaron, sin embargo Marcelo no pudo hacerse con un ejemplar y no se unió a la lectura. Tampoco yo encontré un ejemplar, tanto el mío como el de Carlos (de dos ediciones diferentes pero el mismo traductor, Ángel Crespo) son préstamos bibliotecarios.
Cesare Pavese (1908-1950)
Escritor italiano, estudió filología inglesa en la Universidad de Turín, ciudad en la que nació. Debido a sus estudios leyó y tradujo a numerosos escritores norteamericanos entre los que se encuentran Gertrude Stein, John Seinbeck o Ernest Hemingway.
La llegada al poder del Partido Nacional Fascista italiano en 1922, con B. Mussolini a la cabeza, puso difíciles las cosas a los escritores críticos con esta ideología, el propio Pavese acabó en la cárcel por sus escritos antifascistas en 1935. Pese a ello, afirma que…
(…) la inteligencia humanista –las letras y las bellas artes- no sufrió bajo el fascismo; pudo desahogarse, aceptar cínicamente el juego (363).
Aunque Pavese se consideró parte de la Resistencia, durante la II Guerra Mundial, lo hizo como estudioso y pensador, no como activista. Entre 1943 y 1945 se refugió en casa de su hermana y en el colegio de Somascos en Casele Monferrato sin contacto directo con los acontecimientos que sacudieron Italia, mientras que algunos de sus amigos murieron por su activismo en la Resistencia. Quizás por compensar esta falta de compromiso entró en el P. Comunista tras la guerra.
¿Qué es El oficio de vivir?
Quizás la obra debiera llevar por título “El oficio de escribir” por la abundancia de análisis que realiza y el constante proceso de síntesis que refleja, este hombre parece que vivía plantado sobre un heterogéneo sembrado de obras precedentes de las que se nutría y por las que fructificaba.
Es un Diario que comienza en 1935 cuando Cesare Pavese tiene 27 años y le quedan 15 de vida. Nuestra lectura conjunta ha dado para más de veinte páginas de comentarios, fragmentos y citas, esta reseña las reduce a sólo seis.
El autor le dio a la primera parte de El oficio de vivir, que comprende lo escrito entre octubre-diciembre de 1935 y febrero de 1936, el título de Secretum Professionale (parece que es un título similar a uno de Petrarca). Esta primera parte es un intento de prolongación de sus reflexiones acerca de la poesía y comprende las páginas escritas durante su confinamiento en Brancaleone Calabro. No es un Diario al uso puesto que poco alcanzamos a saber de su vida cotidiana, de la ciudad en la que vive, de amigos o amigas o de la propia situación política.
Ahora sé que estas notas de diario no cuentan por sus descubrimientos explícitos sino por la rendija que abren sobre la manera de ser que tengo inconscientemente. Lo que digo no es verdad pero traiciona –por el solo hecho de que lo diga- a mi ser (338).
Tanto Carlos como yo enseguida nos apercibimos que el autor, que escribe en segunda persona, revisa y reconstruye el Diario, situándose entre la fina línea de la realidad y la ficción que va construyendo.
Se parece a ciertos días del 46 romano. Si leo aquellos días, sólo comprendo lo derrotado que estaba. Nada se pierde. (326)
Quizás ésta frase sea una de las claves que explican la pervivencia de éste diario. La constante y recurrente lectura, y quizás, la reescritura de las páginas precedentes quizás indiquen un cierto narcisismo al contemplarse en ella como si fuera un espejo.
Estamos ante una obra de Metaliteratura (aunque muy diferente, coincide con la anterior lectura de Vila-Matas), es decir, un ejercicio de reflexión literaria (poética) que aporta luz a la misma. Libro de libros y escritores, nombra entre sus páginas a numerosos autores como Baudelaire, Stendhal, Sakespeare, Dante, etc. Y muchas vueltas sobre el oficio de escribir, él mismo pasa de la poesía a la narración, para ir mejorando su estilo.
Entre estas reflexiones hace una comparación interesante cuando señala que Stendhal y Hemingway, no narran el mundo, no acceden a la realidad. Tienen, según Pavese, una constante de tensión humana que se resuelve en situaciones sensorio-ambientales expresadas con inmediatez. Su ideología en literatura es la energía, la claridad, la no-literatura.
Flaubert y los ambientes, Dostoievski y la construcción del mundo dialéctico, Faulkner estiliza atmósferas y mitologiza, Lawrence indaga una esfera cósmica. Todo lo que hacen estos no lo hacen Stendhal y Hemingway (344).
Stendhal y Hemingway tienen bloques de realidad, experiencias angulares que prestan ritmo y carencia. Hemingway tiene la muerte violenta, Levi el destierro, Conrad la perplejidad de los mares del Sur, Joyce el estereoscopio de las palabras-sensaciones, Proust la inaprehensibilidad de los instantes, Kafka la cifra del absurdo, Mann la repetición mítica de los hechos (345).
Un ejemplo de los muchos en el que Pavese realiza una valoración de varios escritores que puede ofrecer mucha luz a los que los leemos.
La vida o la angustia de existir. La mujer
El oficio de vivir es un ramillete de reflexiones sobre sus angustias existenciales, leyéndolo se ve cuánto le preocupa la soledad, la falta de amor, la infidelidad, los celos y el fracaso, (además del tema sexual) a menudo narrado bajo el prisma de la impotencia. Su manera de definir a la mujer es terrible, desde la ingenua a la perversa y a la mujer fatal que lleva al hombre a la ruina. Y sin embargo su necesidad de la mujer es casi angustiosa.
Es muy desconfiado hacia los ideales, quizás por eso no se comprometió directamente con la resistencia durante la guerra, algunos de sus amigos murieron por hacerlo. Habla de la “jungla de intereses” y de los “entusiasmos por el ideal” que pueden acabar rompiéndole la cabeza a quien no tiene el mismo ideal (92).
Estas solo y lo sabes. Has nacido para vivir bajo las alas de otro, sostenido y justificado por otro, pero que sea tan gentil que te deje hacer el loco y hacerte la ilusión de que tú solo te bastas para arreglar el mundo. No encuentras nunca a nadie que aguante tanto; de aquí proceden tu sufrimiento y tus desintereses, y no de la ternura. De aquí tu rencor contra el que se ha ido; de aquí tu facilidad para encontrarte un nuevo protector, y no de la cordialidad. Eres una mujer, y como mujer eres terco. Pero no te bastas tú solo, y lo sabes (346).
Está y no está en el mundo
Resulta sorprendente la poca referencia que hace al fascismo italiano y a la guerra, mientras sus amigos entraron en la Resistencia y algunos, como Leone Ginzburg, murieron.
Al saber de la muerte de Leone Ginzburg (5 de febrero) torturado por los alemanes, dice el 3 de marzo:
Lo he sabido el 1 de marzo. ¿Existen los demás para nosotros? Querría que no fuese verdad para no sentirme mal. Vivo como en una niebla, pensando en ello siempre pero vagamente. Uno acaba acostumbrándose a este estado, en el que se deja para mañana el dolor verdadero, y así se olvida y no se ha sufrido (291).
La única referencia directa al fascismo la hace en relación al arte fascista, afirmando que estuvo encarnado en la escuela romana formada por periodistas, aventureros, escritores, pintores, etc.
Donde el fascismo vigiló fue en la comunicación entre la inteligencia y el pueblo; tuvo al pueblo a oscuras. Ahora, dice, no hay que ir hacia el pueblo sino “ser pueblo”, vivir una cultura que tenga sus raíces en el pueblo y no en el cinismo de los libertos romanos (363).
Considera positivo el encuentro entre una cualidad y una cultura preexistente (eso implica adaptarse y comprender, ese es el espíritu griego), rechaza que los pueblos sometan, destruyan o vegeten. Del esfuerzo por adaptarse y comprender, dice Pavese, nació el distanciamiento, la ironía, la plasticidad, la racionalidad, la libertad individual. Los otros pueblos no salieron nunca del magma materno (autoctonía, satrapía, esclavitud universal. En arte: fábula y decoración hierática) (373).
Muy interesante el argumento de porqué el escritor no debe vivir de escribir:
Porque entonces tendría que suministrar la mercancía que le encargasen. Ya no es libre ante sí mismo. En cualquier momento el escritor debe poder decir: no, esto no lo escribo. Es decir, tener otro oficio (378).
El suicidio
Desde el inicio del diario, Pavese habla del suicidio como una posibilidad concreta y próxima para acabar con el sufrimiento y la angustia existencial que lo corroe.
El último año de vida, 1950, es un camino cuesta abajo motivado por su propia evolución personal de sufrimiento existencial e inadaptación a lo que se unirá una nueva decepción amorosa con la actriz norteamericana Constance Dowling (Nada. Tengo carbón en el cuerpo, brasas bajo las cenizas. ¿Por qué, Connie, por qué? (409).
Resulta triste y opresivo ver como desde el primer día del año habla ya de suicidio, hace balance del año antes de tiempo y toma la decisión dejándolo por escrito en su última anotación el día 18 de agosto.
1 de enero
Roma calla. Ni las piedras ni las plantas dicen gran cosa. Aquel invierno estupendo; bajo el sereno pungente, las bayas de Leucò. La historia de siempre. También el dolor, el suicidio, creaban vida, estupor, tensión. En el fondo, en todos los grandes períodos has sentido siempre la tentación suicida (…)
La idea del suicidio era una protesta de vida. ¡Qué muerte no querer morirse! (399).
Ahora, a mi modo, he entrado en el remolino: contemplo mi impotencia, me la siento en los huesos, y me he comprometido en la responsabilidad política, que me aplasta. La respuesta es una sola –suicidio (411).
Los suicidios son homicidios tímidos. Masoquismo en vez de sadismo (414).
18 de agosto
La decisión estaba tomada:
Todo esto da asco. No palabras. Un gesto. No escribiré más (415, últimas palabras escritas).
Un balance…
Al tratarse de un Diario muy introspectivo, su lectura resulta a veces pesada, da la impresión de girar sobre sí mismo sin encontrar salida a sus angustias. Sin embargo sus reflexiones literarias y políticas suelen ser ricas y profundas, pensamientos de un hombre en permanente crisis y con pocas habilidades para afrontar las dificultades amorosas (U-topía).
A favor de la obra, la constancia que ha tenido Pavese en mantener el ritmo del diario, al mismo tiempo que completaba su propia obra poética y literaria, el valor de dejar algunos sentimientos crudos, casi con desesperados gritos, sobre su sufrimiento amoroso al declarar su impotencia sexual y sus tendencias suicidas. No me lo puedo imaginar riendo o cantando de alegría. En contra, la incapacidad de ofrecer una exposición ordenada de sus análisis literarios, hubieran servido como un buen texto educativo (Carlos).