No había leído nada de Bernhard hasta este libro de relatos, me parece que puede ser un buen punto de partida para seguir leyendo a este autor.
He leído que Bernhard quería que estos cuatro relatos se publicaran juntos, sin embargo la realidad fue que aparecieron separados en diferentes publicaciones hasta ser editados tal como quiso en 2010 (dos años después apareció la edición española).
Pese al interés de su autor porque aparecieran juntos, los cuatro relatos narran historias diferentes si bien hay algunos aspectos que son comunes.
1º Los personajes de estas historias son de carne y hueso y viven de verdad. No se trata de que las historias que cuentan sean verídicas o próximas a nosotros/as, se trata de que las emociones que contienen son universales.
2º El autor posee una lengua literaria propia, aunque en estos relatos ofrece muy pocos detalles de la historia que cuenta, emplea la expresión de sentimientos, emociones, visiones, etc. a través de la evocación. La ironía, la provocación y la irreverencia emergen en sus relatos y más de una vez nos sorprende y nos deja asombrados y sonrientes o tocados por lo que dice.
3º Dicen que Bernhard es un maestro del pesimismo, desde luego estos relatos destilan propensión a juzgar lo que narra por su aspecto más desfavorable, especialmente los tres relatos que acompañan al que da nombre al libro.
En “Goethe se muere” encontramos a Goethe en puertas de la muerte queriendo conocer al filósofo Wittgenstein que vivió siglo y medio después que él. Bernhard admiraba a Wittgenstein, el más grande de todos (25), y lo demuestra con esta situación imposible, haciéndole decir a Goethe que el Tractus estaba por encima de su Fausto y de todo lo que él había escrito o pensado (34).
En “Montaigne”, que he leído con especial interés, el autor construye a partir de la elección de un libro de Montaigne a escondidas, una trama sencilla y original.
Había ido a la biblioteca y había cogido de los estantes un libro filosófico, con conciencia de estar cometiendo un crimen, porque a sus ojos simplemente entrar en la biblioteca era ya un crimen, y un crimen mucho mayor aún coger un libro filosófico de los estantes… (49).
En “Reencuentro”, el relato que más me ha impresionado, se centra en el conflicto generacional entre padres e hijos desde una perspectiva tremendamente pesimista pero llena de ironía que quizás provoca que impacte más.
Los padres hacen hijos y procuran por todos los medios aniquilarlos, dije, mis padres lo mismo que los tuyos y todos los padres juntos y por todas partes. Los padres se permiten el lujo de tener hijos y los matan. Y todos tienen sus métodos más diversos, como corresponde. Nuestros padres nos aniquilaron al reprocharnos continuamente que éramos culpables de su intranquilidad y, en definitiva, de todo lo que a ellos se refería. Nuestros padres nos echaron la culpa de todas las culpas, esa es la verdad (91).
Cierra el libro “Ardía”, el relato más intimista y más vinculado al propio autor puesto que hace una crítica desgarradora a su país, Austria.
Y cuando del gobierno austriaco, que, como sabe, es el más estúpido gobierno del mundo, y del clero católico austriaco, que ha sido siempre el más taimado del mundo, apenas veía ya más que restos socialcristianos y católicos y nacionalsocialistas en aquel desierto calcinado negrogris, respiré profundamente, aunque tosiendo, aliviado (115).
Me parece que si Bernhard viviera para ver el giro de la ciudadanía austriaca hacia la extrema derecha, su opción de retirarse dentro de sí se acrecentaría.