Compré este libro hace mucho tiempo, no recuerdo cuando pero antes de tener este blog, intenté su lectura en una ocasión y no debía ser buen momento porque leí unas pocas páginas, me pareció muy denso y lo volví a dejar en la estantería.
Un día Carlos me dijo que lo estaba leyendo y le expliqué mi mala experiencia con la obra. Otro día a mediados de agosto, Marcelo Z hizo una reseña de otra obra suya, El Conde y otros relatos. Además de estas dos circunstancias que me recordaron la obra, Carlos me dijo que no le importaría acompañarme si decidía emprender la aventura por El Danubio y dicho y hecho.
El Danubio (1986) es una obra densa de 370 páginas que trata de lugares, libros y circunstancias históricas aunadas por este río, el río de los superlativos, como ha sido llamado, con su cuenca de ochocientos diecisiete mil kilómetros cuadrados y los doscientos mil millones de metros cúbicos de agua que arroja cada año en el mar Negro (22).
Al acabar su lectura me ha llamado la atención la cantidad de propuestas literarias, para mi desconocidas, que hace a lo largo del libro conforme avanza por el río y atraviesa países; me ha sorprendido también las numerosas etnias que habitan en esos casi tres mil kilómetros y como los acontecimientos históricos las han ido moviendo a lo largo del Danubio. Es un libro que se construye fluyendo por las aguas del río, el río como metáfora de la vida, curso fluvial que aúna y crea lazos comunes en esa Mitteleuropa que, casi al final del libro, aparece como Mitteleuropa federal y plurinacional de la que el elemento alemán fuera el factor unificador pero no dominante, [Constanti Frantz] soñaba con una federación danubiana que incluyera, como dice la palabra tomada al pie de la letra, también las bocas, el delta, este faro de Sulina que indica la desembocadura del río en el mar (367). Por último señalar que el mapa de Danubio que hay en la parte final del libro es de otro tiempo puesto que han desaparecido numerosos países: RFA, RDA, Checoslovaquia, Yugoslavia y la URSS. No solo eso, ha desaparecido completamente el comunismo en Europa. La clave está en que el libro fue publicado en 1986 (aunque en nuestro país apareció en 1997), poco antes del colapso político que supondrá la caída del bloque socialista.
Claudio Magris nació en Trieste, Italia, en 1939. Es profesor de Lengua y Literatura Germánicas en su ciudad natal. Es creador del término político Mitteleuropa que hace referencia a una Europa central con predominio alemán y que ha sido trasladado a la literatura, esa literatura, de la época de entreguerras, por la que me siento tan atraída. Sus obras son sobre todo ensayos, relatos y teatro. La obra que comentamos está incluida en la categoría de ensayo pero me parece de difícil catalogación porque tiene algo de novela, algo de historia, algo de libro de viajes y, sí, algo de ensayo por sus muchas reflexiones. En todo caso es un libro que no requiere prisas sino una pausada lectura para poderlo disfrutar.
Decía Magris en una entrevista en una de sus visitas a España que defiende la existencia de una Europa plurinacional y de los peligros de los particularismos. No defiende la hegemonía de una cultura sino la unidad producida por el encuentro a lo largo del río:
Éste es el sentimiento predominante del libro. La cultura europea es como el Danubio, que atraviesa fronteras nacionales, humanas, psicológicas. El Danubio es el símbolo de estas diferencias, pero también del rescate de su unidad. El viaje es una posibilidad de salvar esas fronteras, igual que las salva el río, preservando siempre la diversidad.
Dentro de todo hay valores de nuestra cultura de los que me siento defensor. En la medida en que está abierto, el libro es posmoderno, pero también va contra la posmodernidad en tanto que defensa de valores fundamentales.
El Danubio está dividido en nueve capítulos a través de los cuales hacemos todo el recorrido del río desde las fuentes a la desembocadura. Al compás de este viaje habla mucho de literatura, de la compleja historia de los países que atraviesa, de la fascinación del mal, de ciencia y de otros muchos temas.
Pero el río es un viejo maestro taoísta, que a lo largo de sus orillas da clases sobre la gran rueda y sobre los intersticios entre sus radios. En cada viaje existe por lo menos un fragmento de sur, horas tranquilas, abandono, fluir de la ola. Sin preocuparse por los huérfanos de sus orillas, el Danubio corre hacia el mar, hacia la gran persuasión (16).
Resulta casi imposible hacer un resumen de este auténtico libro-río, Carlos aporta, a modo de resumen, algunos aspectos y le cedo la palabra:
Resumen que serán sólo unas decenas de páginas, amalgama de notas sobre las ciudades que florecen o decaen a sus orillas, los valles sobre los que se asientan, su historia y las de sus habitantes, la gastronomía, la discusión permanente entre cerveza o vino, la literatura en todas sus manifestaciones, teatro, novela, poesía, además de una sorprendente arquitectura, escultura y pintura, cada una de esas obras excita la imaginación del lector y convoca su curiosidad. Pero también nos ofrece una invitación a un viaje soñado, quizás hacia el origen de un pasado, celta o suevo y al sueño de adquirir la sabiduría que da la tolerancia, el aprendizaje y la comprensión de una lengua común. Para mí, ese viaje sería como recorrer el camino de las estrellas en sentido contrario. ¿Quién sabe?
El Danubio contiene la descripción de muchas confrontaciones.
El apartado quinto del primer capítulo, el propio autor señala:
En Los Nibelungos ambos cursos de agua se enfrentan, el Rin de Sigfrido y el Danubio de Atila, la pureza de la estirpe contra el mestizaje de la Panonia. Once lenguas distintas que exaltaba en Praga, Johannes Urzidil cuando escribió "Un mundo detrás de las naciones". También la tolerancia de los Habsburgo contra el nacionalismo étnico. El nazismo es la inolvidable lección de la perversión de la presencia alemana en la Europa Central, siguiendo el curso nos adentramos en un territorio de sanguinarios encuentros o en una unitaria humanidad en la variedad de lenguas y civilizaciones de una confederación danubiana.
Por mi parte, retomo la palabra, resalto varios apartados que me han parecido extraordinarios: en el segundo capítulo, el apartado 15, “El kitsch del mal” (83-87), en el capítulo tercero, el apartado 10, “Kyselak” (141-144), y en capítulo cuarto, el apartado 14, “Solo una pregunta” (175-176).
“El kitsch del mal” es una reflexión sobre la infamia, sobre la crueldad, sobre el mal. Magris a su paso por la localidad de Günnzburg, la llamada pequeña Viena, se detiene en el hecho de que en ella nació Josef Mengele, el médico carcelero de Auschwitz. Y alrededor de su historia personal Magris va desgranando el significado del kitsch del mal y de cómo actos que todos podrían realizar, como matar en masa y recrearse en lo que tiene de transgresión y de culto que ilumina la vida, piensa que son acciones reservadas a unos poco elegidos (85) como él.
La mística de la trasgresión, palabra envuelta en un énfasis edificante, se engaña exaltando el mal por el mal y despreciando todo tipo de moral; el tecnicolor sugestivo y tenebroso del Mal es más seductor que el sobrio blanco y negro del bien (…) (85).
“Kyselak” era ayudante del registro en la cámara de la corte de Viena, a principios del siglo XIX. Alrededor de esta figura, a la que Magris considera un continental pese a sus excursiones por los parajes danubianos, afirma:
La Mitteleuropa es terrícola, “alpenstock” y ropas de pesada tela verde, meticuloso orden de erarios y cancillerías: civilización de quien ha perdido la familiaridad con el elemento líquido, con el amnios materno y con las antiguas aguas originarias, y no se desnuda fácilmente, porque sin chaqueta, frontera, grado, distintivo y número de registro se siente expuesto e incómodo (142).
Y así continua en una reflexión interesantísima sobre lo terrícola y lo marítimo, tierra y mar, porque para saber ser Nadie, como Ulises, puede que haga falta el mar, más que la tierra de Mitteleuropa.
“Solo una pregunta” toma como punto de partida para la reflexión una exposición vienesa sobre el judaísmo oriental. Es muy breve y solo resaltaré este magnífico fragmento sobre el judío:
(…) sin patria pero arraigado en un libro y en una ley, instalado en la vida como un rey y capaz de sentirse en todas partes como en casa, como si para él el mundo entero fuera un barrio familiar, la calle de la infancia en la que se habla el dialecto natal (176).
“En el borde de lo real”, “Vitalidad verde” y “Sobre el delta” me parecen otros tres apartados con personajes tan interesantes como la abuela Anka o de una gran belleza como el tratamiento que le da al delta del río.
No recuerdo un libro del que haya apuntado tantos párrafos como este, así que resulta muy difícil destacar uno para cerrar esta larga y peculiar reseña, al final me he decidido por este que habla sobre la “frontera”:
El pathos de la frontera no es más que inseguridad, miedo a ser alcanzado, como el que acecha a los personajes de Canetti, oscuro temor del otro. Al igual que cualquier frontera, incluidas las de nuestro yo, también el Pruth es una línea imaginaria, más allá de la cual la hierba es igual a la que crece en nuestra orilla. Es posible que la cultura danubiana, que parece tan abierta y cosmopolita, eduque también cerrazón y en esta ansia; es una cultura que, durante demasiados siglos, ha estado obsesionada por la contención, por el baluarte contra los turcos, contra los eslavos, contra los demás (359).
Muy recomendable.