viernes, 25 de diciembre de 2015

SLAWOMIR MROZEK, La vida para principiantes. Un diccionario intemporal.

No celebro la navidad, y me da pereza celebrar el solsticio de invierno que lo siento como algo impostado (y que conste que lo he intentado). Me reúno con mi familia porque desean hacerlo pero no hay regalos, ni villancicos, ni árbol, ni pesebre. Quizás a alguien le parezca algo triste y desangelado, pero yo no lo siento así y por fin he acomodado lo que hago con lo que pienso y siento.
Sin embargo, como sé que muchas de las personas que venís por aquí celebráis la navidad, os ofrezco lo que mejor tengo, la lectura, música y mi cariño. Y en esta ocasión se trata de un libro breve y lleno de humor fino del que confieso carezco, lo que no quita que cuando río, o alguien me hace reír, lo haga hasta el llanto.


DAVID JIMENEZ


Mi regalo musical: Marc Lavoine y Souad Massi

Y ahora el libro.

No recuerdo cómo llegué a este libro, sé que no fue a través de ninguna reseña en los blogs habituales, así que le supongo un largo recorrido desde algún libro que me llevó a otro y de este a otro más y así debí aterrizar en este diccionario intemporal


Se trata de un diccionario en el que se vincula una palabra con un relato breve que, desde el humor, explica el término. Empieza con la palabra Ambición y el relato que la ilustra que se titula “El hijito”, concluye con la palabra Verdad y el relato “El cigarrillo”. En total 39 palabras y sus respectivos relatos breves en 133 páginas que repasan la vida de la que pueden aprender los principiantes y, me atrevería a decir, también los veteranos.



Slawomir Mrozek nació en Borzecin, Polonia, en 1930 y murió en Niza en 2013. Estudió arquitectura, historia del arte y cultura oriental. Antes de darse a conocer como escritor, fue periodista y dibujante satírico. A partir de 1957, su carrera literaria se desdobló en dos facetas, la de autor dramático y narrador.

Es complicadísimo hacer una reseña de 39 relatos, es difícil hablar del humor de Mrozek y del contenido de sus relatos. Dos afirmaciones suyas me acercan a este autor, la primera, refiriéndose al movimiento de mayo del 68: podía simpatizar con aquel sentimiento revolucionario y con su rabia, pero no con sus programas. La segunda afirmación señala que no creo que se me agoten los temas, porque no estoy de acuerdo con nada (ambas afirmaciones están recogidas del epílogo de Jan Sidney). Las dos afirmaciones sitúan al autor en el margen del sistema y su humor satírico, serio y profundo, nos habla de un pensador incómodo. Su humor de lo absurdo pone en evidencia la peor de las dictaduras: la autoimposición.

Como sus relatos son breves he decidido reproducir uno de los que más me ha gustado “El socio”, relacionado con la palabra Negocios (101):
Decidí vender mi alma al diablo. El alma es lo más valioso que tiene el hombre, de modo que esperaba un negocio colosal.
El diablo que se presentó a la cita me decepcionó. Las pezuñas de plástico, la cola arrancada y atada con una cuerda, el pellejo descolorido y como roído por las polillas, los cuernos pequeñitos, poco desarrollados. ¿Cuánto podía dar un desgraciado así por mi inapreciable alma?
-¿Seguro que es usted el diablo? –pregunté.
-Sí, ¿por qué lo duda?
 -Me esperaba al príncipe de las Tinieblas y usted es, no sé, algo así como una chapuza.
-A tal alma, tal diablo –contestó-. Vayamos al negocio.

viernes, 18 de diciembre de 2015

NAGUIB MAHFUZ, El callejón de los milagros.

Creo recordar que fue una reseña sobre otra novela de Mahfuz la que me hizo recordar este libro que tenía en la estantería de leídos. Si bien he encontrado alguna señal de haberlo empezado a leer, conforme he ido avanzando en la novela, he confirmado que no  había completado su lectura. La edición que tengo es muy especial,  muy bien encuadernada y con ilustraciones, relacionadas con los personajes, de Eduardo Arranz-Bravo. El tamaño resulta grande para trajinarlo en un bolso que es lo que les suele ocurrir a todos los libros que leo.


Cuando decidí leerlo entero, le propuse a Carlos una lectura conjunta y aceptó, como no se trata de una novela muy extensa, 356 páginas, la hemos leído con cierta rapidez y entre ambos hemos elaborado la reseña. El callejón de los milagros (1947), que en realidad debería llamarse El callejón de Midaq (que quiere decir) se traduce literalmente en árabe como “el callejón de la mano de almirez”, nombre que evoca las múltiples especierías o droguerías en las que se machacaban en ese útil, conacho o mortero los granos de las especias y plantas medicinales y aromáticas. 


El callejón es el auténtico protagonista de esta historia que nos cuenta un narrador omnisciente.
Aunque el callejón está totalmente aislado del bullicio exterior, tiene una vida propia, cuyas raíces conectan, básica y fundamentalmente, con un mundo profundo del que guarda secretos muy antiguos (9).
Naguib Mahfuz nació el 11 de diciembre de 1911 en el popular barrio de Gamaliyya, muy cerca del callejón de Midaq, en El Cairo; murió el 30 de agosto de 2006 en la misma ciudad. Nació en una familia de la pequeña burguesía formada por comerciantes y funcionarios y  estudió filosofía a principios de la década de 1930. El barrio en el que nació y sus orígenes sociales –la pequeña burguesía- le influirán en su creación literaria. Sin restar importancia a la influencia que pudieron tener en su obra escritores occidentales como Tolstoi, Chejov, Mann, Dostoievski o el propio Proust, su obra se inscribe en la tradición de los grandes clásicos de la literatura árabe. Recibió el premio Nobel de Literatura en 1988. 



En El callejón de los milagros Mahfuz nos presenta un retrato condensado del mundo, siempre convulso en tiempos de la II Guerra Mundial, donde cada uno de los personajes pugna por salir de su rutina, excepto quizás Radwan Hussain que todo lo deja en manos de Alá o Darwis Effendi que: 
(…) cortó todas sus relaciones con la clase social a la que había pertenecido. Abandonó la familia, los amigos, para vivir a la buena de Dios. De su pasado no conservó más recuerdos que las gafas de montura de oro (21-22). 
La joven Hamida considera que la belleza física le tiene que permitir acceder a un puesto de poder y de riqueza. Alwan, el propietario del bazar, a las puertas de la vejez, que esa misma riqueza le otorga el derecho a disfrutar de entretenimientos más sofisticados y a disfrutar del favor de las famosas cantantes y de Hamida si le acepta. Abbas, el barbero, pugna por obtener una mejor posición económica para ser aceptado por la hermosa Hamida, cuya madre adoptiva Umm Hamida hace de casamentera para recibir unas monedas y comprar algo de carne con ellas. Kirsha, el tabernero, se considera autorizado para disfrutar de placeres prohibidos que paga en especie o con dinero. Su propio hijo Hussain que negocia con lo que escatima en la intendencia militar de una guerra que supone interminable, quiere disfrutar de una vida con las comodidades modernas. 

La escena de una fiesta electoral, que el autor ubica al final de la calle, y las circunstancias políticas que, en poco tiempo, mudaran la vida de los residentes, son el punto de inflexión de la historia narrada y una prueba de la universalidad de la novela: 
Para él la política se había convertido en una transacción comercial: se ponía a favor del que más le pagara. Su excusa era lo que él consideraba la “corrupción general”. Alegaba que si el dinero es el objetivo de los que se disputan el poder, lo más razonable era que también lo fuera para los pobres electores. Así, se había abandonado a la corrupción, dejándose embrutecer por ella y por las pasiones que lo dominaban (196). 
Así Mahfuz nos muestra como cada uno de los habitantes del planeta se considera con opciones legítimas para alcanzar un mayor nivel de vida, el que considera que se ofrece ante sus ojos mientras camina por las calles aledañas. Algunos de ellos y ellas acabarán aceptando el fracaso en esas aspiraciones, otros/as saldrán triunfantes de las propias pruebas a las que se someten embargados por la ambición y, al final, casi todos los habitantes acabarán de nuevo metidos en el callejón de la existencia como si nada hubiera ocurrido durante ese tiempo. 

Se trata de una novela, por tanto, centrada en la ciudad de El Cairo y, en especial, en un barrio popular, de hecho un callejón. El barrio con sus callejuelas, sus cafés, sus tenderos, sus artesanos, sus vendedores, adquiere en la novela una dimensión universal porque las emociones que emergen son universales (amor, celos, envidias, odios, ambiciones). Es una novela realista en la que el tiempo pasa pero a la vez el callejón parece sumergido en la atemporalidad de lo eterno, el barrio tiene su propio tiempo, su propio ritmo. Hay un mundo dentro del barrio, con personajes que parecen de otra época, y otro mundo que se percibe fuera, que es bullicioso, cambia y evoluciona (la situación de la mujer, el trabajo, etc). 
Así continuaba la vida en el callejón de Midaq, cuyo monótono ritmo apenas podía ser interrumpido por la súbita desaparición de una de sus muchachas o por el encarcelamiento de un hombre, incidentes que encrespaban las agua durante unos instantes para volver, luego, a la calma –o a la quietud- del lago. Llegaba la noche y los incidentes del día pasaban al olvido (351). 
Mahfuz describe a la burguesía baja y popular a través de sus personajes, los disecciona tanto física como psicológicamente y nos los presenta sin piedad, con realismo. Y así acaba esta reseña que, en realidad, comenzó cuando Carlos fue a la biblioteca en busca de la novela y una voz, que llegó desde el suelo, la de una joven buscadora de literatura en los más bajos estantes, sentada con las piernas cruzadas, como una india comanche o una meditativa practicante de yoga, cuando escuchó a Carlos preguntar a la bibliotecaria habitual por la obra, espetó: Es un escritor maravilloso.

viernes, 11 de diciembre de 2015

PETER STAMM, Paisaje aproximado


Cuando leí la reseña que hizo de esta novela Marcelo Z. enseguida la busqué. Desde que estuve en Noruega (solo llegué hasta Trondheim) mi interés por este país no hace sino crecer y conservo la idea de llegar a Laponia y a Cabo Norte.

Trondheim

Esta novela de 185 páginas fue publicada en 2001 y dos años después traducida al castellano. Su título es para mí una incógnita, ninguna clave clara aparece en el transcurso de la narración, así que arriesgaré una interpretación personal. La novela nos sitúa en una localidad noruega del círculo polar, cerca de Hammerfest, por su latitud la oscuridad reina gran parte del año (noche polar) y aparece el sol de medianoche entre mayo y julio. La noche polar desdibuja los contornos y el paisaje no puede ser percibido sino de forma aproximada, la combinación de la nieve y la luz del sol crean condiciones de iluminación intensa que obligan a utilizar gafas, sobre todo para esquiar, entre febrero y abril-mayo. Pero el paisaje aproximado no se refiere solo, según mi parecer, a las condiciones climáticas y de iluminación sino al carácter de las personas que viven en una zona tan inhóspita, pero tan bella, entre otros motivos por las auroras boreales.
El aire era frío y diáfano. Las nubes llegaban y desaparecían, dejando ver de nuevo las estrellas. Entonces Kathrine vio la aurora boreal. Hacía tiempo que no la veía. Se extendía como una tenue cortina de un extremo al otro del horizonte. Kathrine, esperando, miraba cómo el ancho velo iba encogiéndose al tiempo que el destello cobraba fuerza. Luego, de un momento a otro, quedó reducido a una delgada franja, a una línea verde, espasmódica, una culebra que se retorcía convulsivamente en el firmamento (182).
Peter Stamm, escritor suizo nacido en 1963, estudió filología inglesa, informática y psicología, dedicándose a la literatura desde 1990. Ha vivido en París, Nueva York y los países escandinavos y es reconocido como una de las voces actuales más importantes de la narrativa en lengua alemana. Tengo que confesar que no lo conocía hasta que vi la reseña de Marcelo Z.



Katherine, una joven de veintiocho años, es la protagonista de una historia que discurre con cierta parsimonia, la que marca el ritmo de esta zona del polo norte, en la narración de su confusa vida privada. 


Casada dos veces con hombres que no ama, se debate entre llevar la vida reglamentada que le recomienda su madre y la búsqueda de una relación auténtica. Las mentiras juegan un papel crucial en su vida, que parece a la deriva. Sin embargo pronto queda clara una verdad concisa que planeará por toda la novela, la diferencia entre mentiras y secretos:
Las mentiras no son secretos (152).
Kathrine de origen lapón, por parte de padre, se debate entre el miedo y la búsqueda de la libertad y con ella, quizás, de la felicidad. La rodean diversos personajes menores que se van cruzando en su vida y con los que cree que puede reconducirla. Cansada de mentiras hará un viaje que la lleva al sur, hasta París, y a su vuelta resolverá cambiar de vida y afrontar la realidad. Una decisión que normalizará su vida. ¿Acertada decisión? Quién sabe, sobre todo si nos atenemos a las últimas líneas de la novela en las que el autor, con rapidez, nos explica esa vida ordenada en la que finalmente entrará su protagonista.

El estilo de Stamm es sencillo y claro, sus descripciones escuetas y breves, permiten a quien le lee imaginar los paisajes y el ambiente blanco y lleno de oscuridad de la zona polar. Sus personajes crecen en el transcurso de la historia (o decrecen) y sus emociones nos permiten hacernos una idea de quienes son a través de sus encuentros y desencuentros.

viernes, 4 de diciembre de 2015

PHILIPPE CLAUDEL, Almas Grises

Me impactó esa frase de que Cada cual tiene las cobardías que puede. No me tengo por cobarde, al contrario, sin embargo, escarbando muy dentro de mi aparecen momentos de cobardía. No un gran acto de cobardía manifiesto, pero sí pequeñas cobardías que han supuesto grandes renuncias a la pasión.
¿Serán esas las que he podido tener en la vida? Quién sabe.




Esra Roise

Cuando publiqué en octubre la reseña de El informe de Brodeck, varias personas me recomendaron la lectura de esta obra anterior (2003). No pude resistir la tentación y enseguida me propuse leerla.



Almas Grises es algo más breve que El informe…, 222 páginas, pero su contenido tiene muchas semejanzas con este. El título de la novela ya nos anuncia que Claudel tiene una obsesión por reflexionar sobre la naturaleza humana porque las cosas no son ni blancas ni negras, lo que reina es el gris (107). Por este motivo las almas son grises, rematadamente grises, ya que el ser humano tiene tendencia a no hacerse las auténticas preguntas que son la clave de su vida, les cierran el paso por cobardía, por miedo.
Suele decirse que tememos lo que no conocemos. Yo en cambio creo que el miedo surge cuando descubrimos lo que hasta el día anterior creíamos ignorar (36-37).
Al igual que en El informe…, el trasfondo de la historia de Almas Grises es la guerra, en este caso la Iª Guerra Mundial (1914-1918), un hecho que reduce la importancia de una muerte, la de Belle, por la matanza que se produce a solo unos pocos kilómetros de distancia. La guerra facilita que emerja la maldad que permanece invisivilizada, salvo excepciones, en tiempos de paz. Igual que en El informe… hay un narrador, un policía que años después de los sucesos, nos cuenta en primera persona la historia desde una pretendida objetividad. Su narración parece un registro de sucesos del Caso. Pero el policía está involucrado en los sucesos y su propia historia tiene tanta relevancia como lo que explica en torno a la muerte violenta de una niña de diez años.
Cada cual tiene las cobardías que puede (67).
La narración del Caso permite que vayan apareciendo los diversos personajes que van destilando maneras diferentes de entender la vida, de relacionarse con los demás y de mostrar las emociones. Tres mujeres formaran un nudo gordiano que se irá desatando para descubrir que su parecido ha podido provocar el asesinato de la más pequeña e inocente.
Belle de Jour, Clélis y Lysia eran como tres encarnaciones de la misma alma, un alma que había dado a los cuerpos que había revestido una misma sonrisa, una dulzura y un fuego que no se parecían a ningún otro. La misma belleza, encarnada, nacida y destruida, surgida y desaparecida. Verlas así, una junto a otra, producía vértigo (212).
El Caso nos permite conocer la estructura social de una pequeña localidad francesa cercana al frente de trincheras que la guerra no disuelve, manteniéndose, como si nada pasara, los intereses de clase, los privilegios de los sectores acomodados y las servidumbres de los débiles. Entre estos últimos a Claudel le gusta, por lo que he visto en ambas novelas, construir personajes femeninos marginales, como Joséphine Maulpas, que son ignorados y desprestigiados por el lugar que ocupan en la sociedad pese a que el autor los adorna con la sabiduría de los inocentes.
Para intentar comprender a la gente, hay que excavar hasta las raíces. No basta con darle un empujón al tiempo con el hombro para darle mejor aspecto; hay que arañar entre las fisuras y obligarlo a dar el máximo. Ensuciarse las manos (86).

Claudel parece pensar que en el universo de las almas grises incluso los que parecen mejores pueden ser unos canallas, especialmente si la vida los coloca en una situación difícil o que propicie dicha actitud. No parece muy optimista el mensaje que Claudel, que con su prosa viva, ágil y envolvente, nos va depositando con grisura en cada rendija mientras avanzamos en una historia que nos sorprende siempre con giros inesperados.