La educación es una inversión de futuro que genera beneficios muchas veces inmateriales pero necesarios para asentar una sociedad más justa, digna y libre.
Las políticas neoliberales de los gobiernos actuales (Rajoy y, en Cataluña, Mas) están recortando sin piedad con el objetivo claro de desmantelar la enseñanza pública, única a la que tiene acceso toda la población.
Esta semana que empieza el curso quiero recordar, con las palabras que he seleccionado de Mª Teresa Andruetto, lo que significa para mi la educación y por lo que pienso luchar siempre.
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Ayudar a las nuevas generaciones a hacerse preguntas, a escuchar y escucharse, para que puedan comprender quiénes son y apropiarse de sus vidas, es uno de los aportes más sustanciales que puede hacer la educación. Un maestro y una escuela predispuestos a escuchar y a que diversos otros puedan escucharse entre sí, construyen un territorio de atención horizontal, no sólo de descenso de un relato instituido, y se constituyen al mismo tiempo en vehículos de traducción, puentes de habla entre partes. Cualquiera sea el nivel educativo en el que esté inserto, el maestro, puede —hoy más que nunca— generar preguntas acerca del modo en que vivimos, porque pese a todo lo que pueda parecer, enseñar está entre los trabajos menos alienados, es una de las ocupaciones humanas donde más y mejor podemos ejercer una mirada crítica, problematizar la realidad, tomar distancia de lo establecido.
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Escuché decir una vez a una maestra: “quiero ser un puente sencillo entre los libros y mis alumnos”. No sé si pueda haber una definición mejor para un maestro, en cualquier nivel educativo, que la de ser un puente por el que transita un saber recibido, procesado en el crisol de lo más personal, puesto en discusión en el espejo refractario de la propia ideología, para pasarlo luego como un saber que se desea legar a los que llegan, un saber que, según consideramos, los que nos siguen no debieran perder, para que la vida se les haga más intensa, de mayor espesor, con más entidad e identidad o sencillamente más soportable. Un maestro entonces como un puente entre lo que antes hubo y lo que vendrá, un puente a través del cual se produce un encuentro. Pero convertirnos en puente no es una tarea mecánica, ni ingenua ni exenta de ideología. Somos lo que hemos vivido y leído, y somos el resultado de poner en cuestión eso que vivimos y leemos. Tenemos para ello cierta libertad de elegir, aunque no podamos elegir las condiciones en las cuales hacemos esas elecciones; aunque muchas veces tampoco podamos decidir las condiciones en las que enseñamos, porque esas condiciones están atravesadas por una red social, económica, política de la que no siempre tenemos conciencia.
MARÍA TERESA ANDRUETTO, La lectura, otra revolución.
Imágenes: La primera obra es de Michael Parkes y la segunda de Annemarie Busschers (tomadas de google).