Compré esta novela por diversas circunstancias que no vienen al caso. Lo que motivó, finalmente, su compra fue la curiosidad, esa bestia que me domina desde siempre.
La novela tiene 202 páginas y su título hace referencia a una
fusión entre la figura clásica de Venus, la cálida diosa pagana del amor y la
sexualidad, y el escenario frío de la Galitzia polaca. En ese espacio, Venus ha
de cubrirse de pieles, que son, además, un aderezo simbólico que en el libro de
Sacher-Masoch adquiere un significado ritual, y otorgan poder a quien las
viste. Forman parte de manera necesaria, junto con el látigo, del disfraz
ceremonial de Wanda, y la convierten en el personaje de ama ante su esclavo.
El título nos conduce también al sueño en el que el narrador habla con esa Venus, envuelta en pieles, sobre el amor, la sensualidad y el placer. Hacia el final de la novela un pintor, enamorado de Wanda (la protagonista), imagina su imagen:
Me imagino a una diosa del amor que ha
bajado del Olimpo para reunirse con un mortal e intenta calentar su venerable
cuerpo entre unas grandes y pesadas pieles, con sus pies en el regazo del
amado. Me imagino al favorito de una hermosa déspota como esa, una mujer que
azota a su esclavo cada vez que se cansa de besarlo, y que es tanto más amada
por éste cuanto más patadas ella le propina. Por este motivo daré al cuadro el
título de Venus de las pieles (p.
160).
LEOPOLD VON SACHER-MASOCH (Austria, 1836-1895) residió en diversos países: estudió en Praga, fue soldado en Italia y profesor en Ucrania. Posteriormente se dedicó por completo a la literatura.
En 1870 publicó una serie de novelas cortas que denominó “El testamento de Caín”, a la que pertenece La Venus de las pieles. Esta obra fue muy polémica en su época por su sexualidad morbosa y explícita y convirtió a su autor en una persona muy popular. El psiquiatra Krafft-Ebing acabó bautizando con su apellido una psicosis sexual (masoquismo).
La obra arranca, sorprendentemente, con un sueño: el narrador se queda dormido leyendo un libro de Hegel –en clara alusión a la dialéctica que preside este relato- y sueña que se le aparece Venus envuelta en un abrigo de pieles y entabla con él una conversación sobre el amor y el placer, sosteniendo que cuanto más cruel e infiel es una mujer, más adoración y excitación provoca en el hombre.
Cuando despierta, el narrador se dirige a casa de Severin, esteta y diletante, que lo recibe en un salón presidido por la Venus del espejo de Tiziano y otro lienzo titulado La Venus de las pieles. El narrador, sorprendido por este último que parece prolongar su sueño, se lo explica a Severin y éste le hace leer un Manuscrito titulado Confesiones de un hipersensual que, relato dentro del relato, constituye toda la novela excepto un breve diálogo final entre el narrador y Severin. El autor entiende por hipersensual al hombre en el que todo tiene sus raíces en la imaginación y allí encuentra su alimento (p. 68).
Wanda no es una mujer sádica, sin embargo, ya que es conducida por Severin a adoptar el papel de ama y aceptarlo a él como esclavo, con la condición de llevar siempre pieles cuando se muestre cruel con él. Justamente será la fantasiosa entrega y la descabellada pasión de Severin la que ahogará el amor de Wanda por él. El aspecto más interesante de la novela es la exploración de la relación entre los personajes y el retrato de ellos, especialmente de Severin que ve a la mujer a través de un prisma con dos polos contradictorios: como diosa o como diablesa, nunca como mujer real. Por ello, fuerza a Wanda a convertirse en dos mujeres irreales e imposibles que acaban con su amor.
La novela acaba con una moraleja explícita sobre la condición de las mujeres y las relaciones de desigualdad entre los sexos:
(…) la mujer, tal como la ha creado la naturaleza y como la prepara en la actualidad el hombre, es la enemiga de éste, y sólo puede ser su esclava o su déspota, pero jamás su compañera. Esto sólo puede podrá suceder cuando la mujer sea igual al hombre en cuanto a derechos, cuando se le iguale por educación y trabajo (p. 202).
Reiterativa en las crueldades de Wanda a Severin, resulta una obra interesante por su manera de deslizarse entre los límites del sueño, el deseo, la imagen reflejada en el espejo y la realidad.