OLEG OPRISCO
Giacomo Girolamo Casanova (1725-1798) fue un famoso aventurero, escritor, diplomático y agente secreto italiano. Fue conocido en su época por sus conquistas amorosas, que en toda su vida fueron 132 según su más importante obra autobiográfica: Histoire de ma vie, en la que el autor describió con franqueza sus aventuras, sus viajes y sus innumerables encuentros galantes. Hizo un relato en el que las aventuras con diversas mujeres fueron mostradas con elegancia, lo que hizo de él, popularmente y a través del tiempo, el prototipo de amante y aventurero. Su apellido se convirtió en prototipo del amante.
La palabra casanova significa, casi trescientos años después de su nacimiento, hombre que anda con varias mujeres a la vez, hombre que vive muchas aventuras amorosas, mujeriego, conquistador, tenorio, donjuán…
Se me ocurre de entrada que no es lo mismo un hombre que anda con varias mujeres a la vez que un hombre que vive muchas aventuras amorosas. Dudo si este término es peyorativo en la actualidad.
También se me ocurre que no hay un paralelo femenino a un casanova, porque a una mujer que anda con varios hombres a la vez o que vive muchas aventuras amorosas, jamás se le aplicaría ese término y sí, por ejemplo, el de mesalina, mujer fatal, cuando no directamente puta o zorra. Dudo menos que ese contenido peyorativo se haya reducido en la actualidad.
En fin, os lanzo el guante para que opinéis si os apetece, en todo caso mi objetivo principal es reseñar una estupenda novela y a ello paso sin más dilaciones.
SÁNDOR MÁRAI, La
amante de Bolzano.
La literatura de Márai me gusta tanto que hace tiempo
que he decidido leerla toda, por tanto esta obra, de la que siempre he leído
elogios, era una de las que estaba en mi lista de prioridades.
La novela tiene 281 páginas y el título se refiere a
Francesca, la mujer de la que Casanova se enamoró cuando tenía 15 años y que
reencuentra, unos pocos años después, en Bolzano.
Sobre el autor ya hice una pequeña reseña en la
primera novela que comenté y que podéis encontrar si buscáis en la etiqueta que
lleva su nombre.
La historia de esta novela es sencilla como casi todas
las de Márai, caracterizadas por la poca acción de sus novelas y las muchas
reflexiones sobre temas diversos que realiza. El autor toma un personaje literario conocido, Giacomo
Casanova, “el casanova” por definición, el eterno amante y destroza el
imaginario colectivo que de él tenemos convirtiéndolo en un apátrida, despojado
de su gloria, desterrado de su Venecia idílica, carente de hogar. Márai no
habla del imaginario, sino del hombre, del hombre concreto, débil y que cae en
el juego del amor del que él se cree maestro y dominador. Se trata, pues, de una
interpretación del personaje desde la libre creación literaria.
Casanova huye de la prisión de Los Plomos en Venecia
en compañía de un disoluto fraile, Balbi, a modo de desventurado compañero de
andanzas y a su servicio. En su huida llegan a Bolzano y allí se entera de que
Francesca, condesa de Parma, vive en esta ciudad. Casanova se batió en duelo
con el conde de Parma cuando Francesca tenía tan solo 15 años, herido
gravemente tuvo que marchar lejos de ella y el destino la vuelve a poner en su
camino. El conde sabedor de los sentimientos de Francesca hacia Casanova
intenta un juego peligroso para retenerla tras conocer el mensaje que ella
envía a Casanova y que dice: Te debo ver
(muy interesante el análisis que hace el conde de este brevísimo mensaje en
las páginas 186 a 193). El diálogo final
entre Giacomo y Francesca es una auténtica maravilla. Es ella, al final, a
pesar de su apariencia de títere, quien toma las riendas de la historia, quien
decide por los tres.
La
simplicidad argumental contrasta con la complejidad psicológica de los
personajes. En la novela el autor adopta el punto de vista del personaje, un
aventurero, un caballero de Venecia que vive al día, que busca los recursos
económicos siempre en función de sus necesidades del momento, marcadas por la necesidad de conquista.
La novela se hace eco del mito de Casanova:
Las mujeres se alegraban de que se hubiese fugado.
Como si una fuerza, hasta entonces encadenada, se hubiese desatado por el
mundo; como si del mito y la leyenda, de los libros y los recuerdos, de los
sueños y las emociones, de las profundidades ocultas –secretas y desconocidas,
verdaderas y temibles- de la vida de los hombres y las mujeres, hubiese surgido
alguien sin disfraz y sin peluca, sin polvos de tocador, tan desnudo como
vuelve una víctima de su cita en la cámara de torturas (pp. 19-20).
Tiene hermosas descripciones sobre el amor:
Aquel amor maduró lentamente, como una fruta noble;
necesitaba tiempo, varios cambios de estaciones, sol y lluvia olorosa,
amaneceres en los que se pudiera pasear por el jardín cubierto de rocío, entre
los majuelos en flor; necesitaba conversaciones en las que una palabra aclarase
de repente los paisajes de un alma femenina tímida y tierna… (p. 94).
De la idiosincrasia de Giacomo Casanova según Márai:
Porque el mundo exigía orden y consentimiento,
rendición a regañadientes, sumisión incondicional a las leyes divinas y
humanas. Pero dentro de él, de manera
arraigada y terrible, ardía la llama de la resistencia; y eso no podían
perdonárselo (p. 107).
Aunque en apariencia el tema central de la novela es
el amor, en realidad es el
de la máscara que esconde la verdad íntima de los personajes: de Casanova y de
Francesca. Y especialmente la máscara tras la que Casanova ha ocultado su
verdadero ser para evitar precisamente caer en desgracia ante los poderosos de
la tierra.
Seguiré
leyendo a Márai. Esta novela es recomendable y está en la línea de su autor.