viernes, 28 de octubre de 2016

MICHEL DE MONTAIGNE, Los ensayos (según la edición de 1595 de Marie de Gournay). LIBRO II

En mayo de este año concluí la lectura del primer libro de Los ensayos con el propósito de encarar el segundo libro en verano y así lo hice. Ha sido una de mis compañías lectoras del verano 2016, eso sí, sin sacarlo de casa que pesa mucho.



De las más de quinientas páginas leídas se desprende que Montaigne resulta en algunos capítulos muy actual como en este fragmento de “La inconstancia de nuestras acciones” (Cap. I): 
Estamos por entero hechos de pedazos, y nuestra contextura es tan informe y variada que cada pieza, cada momento, desempeña su papel. Y la diferencia que hay entre nosotros y nosotros mismos es tanta como la que hay entre nosotros y los demás (488). 
Pero en otros resulta retrógrado y superado como cuando habla de las mujeres (pocos autores mantienen la sabiduría cuando hablan de la otra mitad de la humanidad, y menos del siglo XVI) en la “Costumbre de la isla de Ceos” (Cap. III): 
Es razonable dejar la administración de los negocios a las madres mientras los hijos no tengan la edad, según las leyes, para asumir la carga; pero el padre los ha criado muy mal si no puede esperar que en su madurez sean más sensatos y capaces que su esposa, habida cuenta la ordinaria flaqueza de este sexo (571).
En el segundo libro destaca el extenso capítulo XII titulado “Apología de Ramón Sibiuda”, en el que el autor reflexiona sobre temas muy diversos: la ciencia y su utilidad (es escéptico sobre que nos pueda proporcionar la sabiduría y la felicidad); la religión y la inmensa sabiduría de Dios; muy prolija es la parte dedicada a los animales y sus similitudes con las personas; el maltrato hacia los animales; el amor; la cultura; el alma; y los sentidos. Destaco este párrafo:
Cuando cojo un libro, habré percibido en tal pasaje gracias excelentes y que me han llegado al alma; lo retomo de nuevo, y por más vueltas y revueltas que le doy, por más que lo doblo y lo manejo, es una masa desconocida e informe para mí (848). 
Es fácil encontrar fragmentos interesantes, frases o incluso palabras, Montaigne recurre a los clásicos griegos y relaciona sus apreciaciones con las de ellos. Hay multitud de fragmentos de estos autores que enriquecen el texto de Montaigne, elegiré uno extremadamente breve y profundo: 
Es dulce el recuerdo de las penas pasadas (Eurípides) (724). 
Me queda relativamente poco para acabar con esta obra, el tercer libro es más breve que los anteriores y ya he superado la página mil doscientos. Es posible que decida acabarlo en las próximas vacaciones… será el año de Montaigne

viernes, 14 de octubre de 2016

ALBERTO MANGUEL, Una historia de la lectura

Hace bastante tiempo que había comprado este libro, por temporadas acudía a él para saciar mi sed. Este verano decidí emprender su lectura completa escanciándolo como si fuera (y lo es) un vino delicado pero con cuerpo que conviene beber poco a poco para no marearse y para no agotarlo sin darse cuenta. Y es que como dijo Francis Bacon: Algunos libros hay que saborearlos, otros hay que tragárselos y unos pocos hay que masticarlos y digerirlos (203). A lo largo de los dos meses de verano he ido leyendo cuando me despertaba, y solo entonces, a veces casi de madrugada cuando el calor me daba un reposo y recostada en un enorme cojín de plumas leía en la cama hasta que la casa comenzaba a bullir y los ruidos emergían en la calle. 

A un ceñudo amigo de este blog le gusta mucho leer en la cama, como a Colette, para él va dedicado este fragmento… 
(…) la combinación de cama y libro me proporcionaba algo semejante a un hogar al que siempre podía volver, noche tras noche, donde fuera que estuviese. (…) No creo recordar una mayor alegría global que la de llegar a las últimas páginas y dejar entonces el libro, de manera que el final no se produjera hasta el día siguiente, recostándome después en la almohada con la sensación inequívoca de haber detenido el tiempo (181).

El autor 

Nació en Argentina, Buenos Aires, en 1948. Es en la actualidad, y desde 1988, ciudadano canadiense. De hecho, este libro publicado en 1996 está escrito en inglés y traducido al castellano (no por el autor, algo que me resulta sorprendente) y publicado en 1998. Es escritor, traductor, periodista, editor y crítico literario, dicen que es un gran explorador de la palabra oral y escrita. Tiene bastantes obras publicadas de géneros diferentes que podéis rastrear en internet si os interesa.

La obra

Sorbo a sorbo de mi delicioso earl grey medito como hacer esta reseña, quisiera reproducir algunos de los muchos fragmentos que he subrayado o señalado en el libro, más que hablaros de él. Decido hacerlo así. Pero antes de pasar a ello decir que este libro es una historia de la lectura muy personal, sin orden cronológico, ni temático, más allá del que ha encontrado su autor de forma subjetiva. Su lectura es deliciosa y entretenida, parece una novela que nos va conduciendo de sorpresa en sorpresa hasta la última página. 


Y empecemos… ya que todos nos leemos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea para poder vislumbrar qué somos y dónde estamos (21)

Decir que puesto que cada persona cambia y el mundo también, es posible no una, sino casi una infinidad de lecturas, que se alimentaban unas de otras (108). Y puesto que cada persona tiene sus momentos condicionados por su situación personal, una buena biblioteca debe ofrecernos siempre la lectura adecuada, ya que los libros no nos conocen hasta que no los abrimos y esperan nuestros comentarios y opiniones. Somos lo que leemos (205). Y ello pese a que no leo buscando mi reflejo al modo narcisista. 

La lectura es acumulativa (…) cada nueva lectura edifica sobre lo que el lector ha leído previamente (35)

Cada lectura, de hecho, nos conduce a otra y ésta a la siguiente y así sucesivamente, sobre todo si leemos de una de las maneras posibles que consiste en una cuidadosa exploración, escudriñando el texto para entender su oscuro significado, encontrando placer en el sonido de las palabras (28)… Leyendo así, leemos con un motivo ulterior (aprender, criticar o cualquier otro), el texto es un vehículo para otra función (216). 

La asociación de los libros con sus lectores es distinta de cualquier otra entre objetos y usuarios (246)

El acto de leer puede ser física participando todos los sentidos: los ojos que extraen las palabras de la página, los oídos que se hacen eco de los sonidos leídos, la nariz que aspira el aroma familiar de papel, goma, tinta, cartón o cuero, el tacto que advierte la aspereza o suavidad de la página, la flexibilidad o dureza de la encuadernación; incluso el gusto, en ocasiones, cuando el lector se lleva los dedos a la lengua (279). 

Yo abrazo los libros, los huelo, los sopeso…, sí, es una relación íntima que me hace muy difícil desprenderme de ellos. Además si doy alguno, a los poco días descubro que era precisamente ése el que estaba buscando. He ordenado de diversas maneras mis libros pero os puedo asegurar que muchas veces los encuentro por la referencia física de dónde están (no todos, claro, sino aquellos que más me han gustado o que he releído). Dice Manguel que conservarlos es algo semejante a una voluptuosa codicia (271). Puede ser, en todo caso me pasa como a él: disfruto con la visión de las estanterías abarrotadas de libros familiares, me complace saber que estoy rodeado por algo que se asemeja a un inventario de mi vida dándome indicios sobre mi futuro (271).

Familia de los lectores (344)

Y acabo, supongo que os habrá ocurrido sentir afinidad por un desconocido por lo que está leyendo en el bus o en el tren, tener una amistad que se cimenta esencialmente en la literatura o, como es el caso de los blogs, que forma una pequeña familia cuya sustancia está en los libros. Y es que a veces leemos, cuando las estrellas nos son propicias, (…) conteniendo la respiración, estremeciéndonos, (…), como si de repente, hubiésemos recuperado un recuerdo salido de lo más hondo de nosotros mismos (…) haciéndonos más viejos y más sabios. 

Un recomendable libro el de Manguel

viernes, 7 de octubre de 2016

MAJGULL AXELSSON, La bruja de abril


Periodista y escritora sueca nacida en 1947, escribió esta novela en 1997, siendo premiada con el Premio August de su país. Como periodista ha tratado temas sobre los problemas actuales del mundo especialmente relacionados con la infancia, desde el trabajo infantil a la pobreza y desde la prostitución infantil al turismo sexual. Algo de todas estas preocupaciones está presente en esta novela. 

¿Es posible hacer literatura nórdica sin ser negra

Desde luego que sí, pero resulta curioso que, quizás por no ser novela negra, esta autora solo tiene esta novela traducida en castellano.
El título lo toma prestado de Ray Bradbury, su mentor literario, haciendo referencia a una festividad celebrada en la noche del 30 de abril al 1 de mayo en extensas regiones de Europa Central y del Norte, noche conocida como la noche de las brujas o noche de Walpurgis.  
La bruja de abril es otra cosa [que los benandanti]. Ella sabe lo que es. Y cuando ha llegado a familiarizarse con sus facultades, sabe ver a través del tiempo que se cierne por el espacio, sabe esconderse en gotas de agua y en insectos tan livianos que llega incluso a tomar posesión de seres humanos. Pero no tiene vida propia. Su cuerpo es siempre tenue, incompleto, inmóvil (121).
Como he dicho no se trata de una novela de género negro y tampoco tiene nada que ver con el género fantástico o de terror pese a que la protagonista tiene poderes especiales y es capaz de habitar a otras personas (y animales) y manipularlos a su antojo. Memorable resulta como logra tener relaciones sexuales con el hombre del que está enamorada, el Dr. Hubertsson, pese a su minusvalía física que lo hace materialmente imposible. 


¿De qué trata la novela? 

Desirée Johansson, la protagonista y narradora de la novela, nació con parálisis cerebral siendo abandonada por su madre e internada en un centro para incurables de una clínica cercana a Estocolmo en la década de 1950.

Cuando a través del médico sabe quién es su madre y que ésta acogió en su casa a tres niñas abandonadas por sus familias se plantea como objetivo que sus hermanas se junten una vez más y hablen pese a lo dolorosos que puedan ser los recuerdos. Las vidas de las tres hermanas, Christina, Margareta y Birgitta, no ha sido fácil, el daño causado en su infancia por el maltrato, el abuso y el abandono no les resultó fácil de asimilar pese a encontrar en Ellen, la madre de Desirée, una persona adulta que las trataba con afecto y que cubría sus necesidades básicas, cosa que no ocurría en el caso de las madres verdaderas.

La vida de cada una de las tres irá apareciendo en la novela dejando su carga de tristeza, amargura y dificultad para afrontar la vida cuando pierden a Ellen aun siendo adolescentes. Sus vidas, envueltas en las mentiras y en la incapacidad para superar los traumas infantiles, duelen y nos dejan un regusto amargo cuando todo acaba orquestado por Desirée, la bruja de abril, que las manipula para que acaben hablando en una especie de catarsis que, seguramente, llega demasiado tarde.

Sus méritos… 

La autenticidad del contenido que nos desvela, como hace la novela negra nórdica, una cara desconocida de los mitificados países del norte. Una historia bien narrada y construida pese a los numerosos saltos en el tiempo que se producen y las varias historias que se entremezclan.

Los problemas psicológicos que algunas personas cargan desde el momento de nacer, o en sus primeros años de vida, por el maltrato que reciben de sus progenitores. Los sentimientos están a flor de piel en muchos momentos de la novela sin caer en la ñoñería y en la autocompasión.

Una novela que engancha. 

Un fragmento que describe uno de los pocos buenos momentos… 
(…) la aurora boreal. Era inmensa, tan grande que llenaba la mitad del cielo, y tenía un color que hasta entonces ella nunca había visto, solo había oído hablar de él. Habitualmente, la aurora boreal es blanca o azul, pero esa noche arrojaba ondas de color violeta oscuro por todo el cielo, líneas esponjosas se hinchaban y se deshinchaban, grandes golpes de púrpura aleteaban como sábanas puestas a secar en un sueño ventoso. Y el cielo se reflejaba en la tierra. La nieve, allá abajo, sobre la tierra, cobró de pronto un color lila (368).
Y una frase… 
Confían el uno en el otro. Pero no se fían el uno del otro (367). 
Una novela recomendable.