Es mi primer Le Clézio y la entrada ha sido francamente satisfactoria. Se trata de dos relatos largos: «Canción de infancia» de 91 páginas y «El niño y la guerra» de 47 páginas. En ambos relatos el autor habla de sus recuerdos de infancia, algo que siempre me sorprende encontrar porque los míos son tan parciales que dan para pocas letras.
Quizás por lo difícil de la empresa, Le Clézio avisa en la primera página que no hará un relato cronológico porque los niños no saben de cronología. Para los niños, dice: «los días se suman a los días, no para construir una historia sino para agrandarse, llenar el espacio, multiplicarse, fracturarse, retumbar». Y eso es lo que hace el autor, partir de recuerdos parciales, posiblemente más escuchados que vividos (especialmente en el referido a la guerra cuando tenía menos de cinco años) y agrandarlos con impresiones, con emociones y con vinculaciones a los territorios de su infancia.
En el primer relato, Bretaña es la protagonista, en concreto Sainte-Marine, localidad en la que pasaba los veranos entre los ocho y los catorce años. Sus descripciones de una Bretaña pre-turística y pobre resultan entrañables, familiares y muy divertidas para un niño de esa edad. Se nota que le une a ella una cierta identidad más relacionada con el paisaje y las gentes que con lo nacional o patriótico.
En el segundo relato, la guerra, pero especialmente el hambre y la sensación de peligro exterior lo llenan todo. La necesidad de encontrar un lugar que sirviera de refugio les conducirá a Roquebillière y allí sobrevivirán a la ocupación alemana sin padre que se había quedado aislado en África Ecuatorial.
Sus relatos de infancia son suntuosos, escritos con palabras sencillas y llenas de emociones.