No veo TV, no veo series por internet, no leo periódicos, apenas escucho la radio, soy una desinformada voluntaria que busca mantener la mente casta como decía H. Thoreau. ¿Por qué suelto esta andanada? Porqué este libro, pese a mi alejamiento de ella, lo vi en la prensa, no recuerdo exactamente dónde, pero es posible que fuera en el Babelia, lo único que ojeo, y con desconfianza, del periódico en el que esta sección va incluida.
Antes de nada algunas aclaraciones…
El título hace referencia a los lugares, en este caso concreto Polonia, del que tuvieron que marchar los judíos en el periodo de entreguerras. Un país sin amor, un país donde Dios no estaba, pese a su arraigado catolicismo, tal y como se recoge en la contraportada.
Como sabéis quienes me leéis con cierta asiduidad, me interesa mucho el periodo entre las dos guerras mundiales y la II Guerra Mundial y, más si cabe, la literatura mitteleuropea. Esta novela entra de lleno en ambos temas con un tema para mi desconocido, la Yiddishland, es decir, el “reino judío” que no tenía fronteras políticas sino lingüísticas (se extendía entre el Vístula y el Rin).
Yiddishland, se dice en la novela, es como una red lanzada sobre Europa, una especie de red reticulada unida por un fluido que unía pueblos y ciudades a través del yídish, lengua hablada por unos ocho millones de personas. En esa red a escala de un continente se desarrollaron una literatura, un teatro, periódicos, una red de relaciones que hacía que un vecino de Riga, pudiera leer en un periódico en yídish cualquier noticia de Varsovia, una ciudad distante casi mil kilómetros.
Algo me ha rondado por la cabeza mientras leía esta novela ¿Qué ha quedado de esta cultura, de esta literatura? Y la respuesta es desoladora, apenas nada, fue convertida en cenizas con el Holocausto, una dimensión de la tragedia que nunca había pensado. En Israel se impulsó el hebreo y el yídish, la lengua de muchos judíos emigrados de Centroeuropa, se fue marginando hasta casi su extinción.
El autor
Gilles Rozier nació en Grenoble en 1963. Es traductor de yídish y hebreo y dirige la Casa de la Cultura Yídish_Biblioteca Medem de París. Es autor de diversas novelas y relatos de los que solo se han traducido dos novelas, la primera Un amor clandestino (2006) y esta que comento. Actualmente vive en París.
¿De qué trata la novela?
No resulta fácil sintetizarlo, desde luego hay una historia muy bien narrada que logra captar la atención del lector/a, pero hay temas como la amistad, la memoria, el olvido, el amor a una lengua y una cultura, que sobrepasan la historia narrada.
Sulamita Kacyzne, una anciana recluida en su palacio romano donde ha construido un espacio de la memoria en la planta alta de su mansión, le cuenta a un joven francés (Pierre), que se ha puesto en contacto con ella, mil historias sobre ese “reino judío” que usaba el yídish como lengua principal. El punto de partida son tres escritores, Uri Zvi, Peretz Markish y Melej Rawicz, que formaban parte de la Unión de Escritores y Periodistas de Varsovia y que escribían sus obras en yídish.
Cada escritor evoluciona de una manera diferente ante los acontecimientos, se desplaza por diversos países de Europa, o del mundo, permitiéndonos ir conociendo cómo se fue fraguando la tragedia que estalló con toda su crueldad en 1939 pero que ya hacía tiempo que se venía cobrando víctimas, por ejemplo con los pogromos contra las comunidades judías, entre un antisemitismo extendido y aceptado por gran parte de la población europea.
Al hilo de estas historias personales se van tejiendo otras historias, van apareciendo otros escritores y escritoras, ciudades (Viena, Moscú, Vilna, Jerusalén), etc.
El joven Pierre y la anciana Sulamita construirán una relación de amistad y de amor que nos permite conocer sus vidas personales, sus vicisitudes marcadas por los acontecimientos históricos y su amor por los libros y por la cultura.
¿Cómo reconstruir mi reino? Lo intenté en mi biblioteca. Por eso he consagrado sesenta años a reunir estas decenas de miles de documentos, pero ¡qué difícil es colocar sobre unos estantes el contenido de un espíritu humano! Mis muros están tapizados con libros. Elija uno, siéntese en el sofá. No se levantará antes de haberlo terminado (121).
Hay capítulos muy interesantes, por ejemplo el 29, que habla sobre el genocidio y los supervivientes. Pero no piensen quienes me siguen leyendo a estas alturas de la reseña que ese tema inunda todo el libro porque no es así. Hay descripciones de los cafés de Viena, de las tertulias literarias en la Varsovia de los años veinte, de las bibliotecas de unos y otras realmente deliciosas y que nos transportan a un mundo que fue barrido violentamente llevándose consigo una riqueza cultural desconocida para los europeos/as actuales.
Uno de los párrafos que me han gustado…
Ya soy muy mayor, pero la guerra me ha enseñado una cosa: si queremos sobrevivir, nunca debemos sentirnos superados por las circunstancias (242).
Este libro tiene otra virtud importante… lo que explica es hoy reconocible, es fácil sobresaltarse ante las similitudes que van apareciendo en nuestro camino mientras leemos. Nos provoca preguntas, dudas, en definitiva, nos puede proporcionar claves sobre el comportamiento humano muy útiles para comprender el presente y que el futuro no nos supere.