Empecé a leer este libro, que llevaba muchos años esperando en la estantería, pensando que era una especie de autobiografía de la autora. Craso error. Lessing construye una inquietante distopia sin explicarnos cómo se llega a ella, qué clase de desastre, guerra o colapso conduce a la humanidad a un tiempo de descontrol y caos en el que los servicios básicos no funcionan. El Estado parece que se ha derrumbado, aunque parece funcionar para una minoría privilegiada que sigue disfrutando de una situación de «normalidad».
A una mujer de mediana edad, un desconocido le da la responsabilidad de cuidar de una adolescente (Emily) y su gato que parece un perro. Ambas establecen una relación de cierta cordialidad y convivencia en un mundo en que la civilización se hunde retrocediendo en el tiempo a las tribus y hordas nómadas.
La sociedad distópica que describe me parece factible hoy y eso hace a esta narración mucho más inquietante. Los «otros» se convierten en un peligro, es posible sufrir ataques violentos, las calles son ocupadas por niños/as y personas jóvenes mucho más adaptados al cambio que las personas de más edad que recuerdan cómo era la sociedad antes.
Quizás por lo tenebroso de la nueva sociedad, la narradora descubre un mundo paralelo al otro lado de la pared que le explica el pasado de Emily, que le muestra la desolación con habitaciones destruidas, sucias y caóticas o todo lo contrario, espacios armoniosos, en calma y llenos de luz y paz.
La autora apela a la sensibilidad de quien la lee, muestra que el ser humano es capaz de lo peor, pero también es capaz de amar, ser solidario, responsable y empático incluso en las peores condiciones. Una novela cuya lectura ha sido una agradable sorpresa.