La motivación lectora…
En mi caso fue la lectura de otra obra suya, El poder cambia de manos, la que me impulsó a buscar esta obra de Milosz que algunos comentaristas me recomendaron. Uno de los aspectos que más me gustó de esta primera novela fue su reflexión sobre el destino y la angustia existencial. Me comentó Ignacio (del blog burgostecarios) que Julio Camba decía:
“Un poco de belleza y un poco de doctrina antes de descreer en las ideas”.
Milosz pone mucha belleza en la balanza para, como él mismo dijo, protestar contra este asqueroso mundo. Estamos ante una autor que resalta la belleza sin ocultar su pesimismo y su descreimiento.
La belleza…
…la pone el valle del Issa, en realidad el valle de Nevezis, en Lituania, y los recuerdos de infancia del propio autor, unos recuerdos que entremezclan diversas historias de personajes que se relacionan a través de la familia de Tomás, un niño de 13 años. Los Surkont, la familia del protagonista, son señores de tierras pero viven aislados en el valle como los demás personajes y en contacto con una naturaleza bella pero dura por la climatología y el trabajo.
Plantas y animales se convertirán para Tomás, en sus largos paseos por los bosques, en elementos de reflexión, de alegrías y también de decepciones y penas. La biblioteca, aquella habitación angular (…) y tan helada que, cuando afuera hacía mucho calor, allí se temblaba de frío (74), fue para Tomás un gran descubrimiento y una fuente de información y diversión. De los libros extraerá una formación que no obtenía de otra fuente puesto que crecía de forma un tanto salvaje al no asistir de manera regular a la escuela.
Las dificultades…
…aparecen porque el valle es una especie de lugar mítico en el que la fantasía se apodera de los personajes, especialmente de Baltazar que acabó no distinguiendo entre realidad y fantasía abocado a un destino fatal. El catolicismo, condimentado por creencias paganas que han subsistido en un valle aislado como el del Issa, provoca una moral que marca y condiciona a algunos personajes, especialmente femeninos, como el de la joven Magdalena. Sin embargo otras mujeres como la abuela Misia se mueven con soltura en ese espacio mítico que en otra época la hubiera podido llevar a la hoguera por bruja.
El trasfondo nacional y clasista también era fuente de dificultades. Durante la Iª Guerra Mundial, Lituania que había sido un territorio que había pertenecido al Imperio Ruso igual que Polonia, estuvo ocupada por Alemania (una escena nos lo recuerda cuando Tomás ve entrar tres alemanes en Ginie, su pueblo). Uno de los alemanes que entró en Ginie impresionó a Tomás que volvió a verlo, sin reconocerlo, cuando veinte años más tarde, instalado en un coche de general (…) atravesaba las calles de una ciudad de Europa Oriental, que acababa de ser tomada por el ejército del Führer (39-40).
Por el Tratado de Brest-Litovsk (marzo de 1918), la Rusia revolucionaria negoció unilateralmente la paz con Alemania y perdió una serie de territorios entre los que estaba Lituania. Tras declarar su independencia en febrero de 1918 se libró una guerra entre 1918 y 1921 contra la recién proclamada República de Polonia, que había intentado anexionarse el Estado lituano. La guerra se saldó con la pérdida de un 20% de su territorio, incluida la capital Vilna. Eso deja en fecha incierta el momento en el que se desarrolla la acción que narra la novela, pero yo me decantaría por este periodo de guerra con Polonia.
En El valle del Issa hay un constante malestar entre lituanos y polacos ya que los dueños de la tierra son polacos mientras los trabajadores son lituanos. La familia Surkont es peculiar porque siendo propietarios de tierras son lituanos aunque la abuela Dilbin se considera polaca y defiende la intervención del padre de Tomás y su tío que, integrados en el ejército polaco, habían combatido a los bolcheviques y por ello no podían vivir en Lituania.
Las tristezas…
Tomás, por todas estas circunstancias políticas, vive en casa de sus abuelos alejado de sus padres, echa en falta la figura paterna y por ello se acerca a Romualdo, admirado por su capacidad para cazar y en el que busca ese referente paternal del que carece. Con él aprende a cazar aunque sin llegar a la perfección deseada por Tomás para agradar a su mentor. Tomás debe hacer compatible su amor por los animales, especialmente los pájaros, con la caza (preciosas son las descripciones de los urogallos y de las escenas de caza). Finalmente resolverá sus contradicciones en favor de los animales por sus imperfecciones como cazador.
Su despertar a la sexualidad también será fuente de desazón y preocupación para un adolescente que no sabe interpretar sus deseos abandonado en su descubrimiento de la vida.
Y el final…
Aunque el tono de la novela es pesimista y Tomás está rodeado de personajes cuyo destino será trágico, hay algunos aspectos de cierto optimismo, en especial, la relación con su abuelo y la aparición de su madre que se lo lleva del valle creando una expectativa esperanzadora de cara al futuro. Sin embargo algunas brevísimas referencias a los años posteriores, como la sucedida veinte años después con el militar alemán, no parecen dejar abierta dicha esperanza, ni para Tomás ni para el país:
¿Dónde estará el país en el que se refugian unos y otros cuando la tierra se ve aplastada por hileras de tanques, cuando los que van a ser fusilados cavan sus propias tumbas junto al río, mientras entre sangre y lágrimas, penetra la Industrialización en la aureola de la Historia? (13).
Los mejores párrafos
Una de las grandes virtudes de Czeslaw Milosz es lo bien que escribe, los mejores fragmentos están vinculados con la naturaleza, los bosques, el río y el paso de las estaciones. Leerlos es un auténtico placer puesto que te trasladan a un lugar desconocido pero que, leyendo sus magníficas descripciones, eres capaz de imaginar e imbuirte en él con facilidad.
El otoño:
Los olores del otoño… Es imposible explicar de dónde proceden, ni de qué extrañas mezclas están compuestos: la putrefacción de las hojas y de las pinochas, la humedad de los blancos hilillos de los talos, en el mantillo, bajo los viscosos ramojos de los que salía la corteza (156).
En la estación de los cuentos y de las canciones, ya bien entrado el otoño, los dedos extraían el hilo de la madeja de lana acompañados por el rítmico golpear del pedal de la rueca (10).
El paso del tiempo:
Nadie vive solo: cada uno habla con los que ya han pasado, cuyas vidas se encarnan en él, sube los peldaños y, siguiendo su huella, visita los rincones del edificio de la historia. De sus esperanzas y frustraciones, de los signos que han quedado tras ellos, aunque no sea más que una letra esculpida en una piedra, nacen la serenidad y la moderación para poder emitir luego un juicio sobre uno mismo. Pueden considerarse afortunados los que llegan a conseguirlo. Nunca y en ningún lugar se sienten solos y aislados, les fortalece el recuerdo de todos los que, al igual que ellos, tendieron hacia un objetivo inalcanzable (124).
Una excelente novela, bien escrita (lástima los errores tipográficos de la edición), con una historia que entrelaza múltiples personajes que se cobijan en un valle de una naturaleza apabullante y bella.