Estamos ante una novela triste, casi desquiciada, que habla del exilio de personas (ella misma) de la antigua Yugoslavia. La mayor parte de la historia(s) transcurre en Berlín, una ciudad sin duda especial construida de retazos de la ciudad y de las dos Alemanias:
Berlín es una ciudad mutante. Berlín tiene su cara oeste y su cara este: a veces la del oeste se anuncia a la del este y la del este a la del oeste. En la cara de Berlín centellean destellos holográficos de algunas otras ciudades (350).
Ugresic describe una de las mejores imágenes de Berlín que he leído nunca en dos páginas (350-351), una ciudad de separación y división, una ciudad en reconstrucción que cose sus múltiples caras, un espejo de las múltiples procedencias de sus habitantes. Una ciudad en la que, en la zona oriental, existió el Museo de la Rendición Incondicional, abandonado tras la caída del muro y habitado por exiliados y refugiados en la actualidad.
La novela está escrita mostrando pequeñas historias en lugares diferentes y en tiempos distintos tejiendo una historia desoladora del desgarro que provoca el exilio desde un país en guerra en el que el odio se desató de forma terrorífica entre personas que habían vivido y convivido mucho tiempo sin problemas.
Vivíamos en una ciudad donde el odio se cultivaba como una planta doméstica, como un feo y correoso ficus. Vivíamos en una ciudad de oscuros rincones donde la vida se gastaba deprisa, porque eran baratas, donde los odios eran vehementes y los amores tibios (267).
En la novela aparecen muchos personajes entrañables que inspiran ternura, pero entre ellos voy a destacar la abuela que se describe en el capítulo “Mi abuela en el cielo” (191-198). Todo el capítulo es una delicia:
No sé cómo murió. La imagino tan pequeña, redonda, sentada en la banqueta de tres patas, con la tripa abrazada como lo único que tenía. Murió terriblemente sola, estoy segura de ello. Igual que, parece, estuvo sola toda su vida. Con ese eterno alimentar, tejer, limpiar y sonreír, lo único que sabía hacer, calentó la frialdad que se apiñaba a su alrededor como la escarcha (197).
Una autora a seguir y una novela a leer.