sábado, 28 de abril de 2018

DUBRAVKA UGRESIC, El museo de la Rendición Incondicional.


Estamos ante una novela triste, casi desquiciada, que habla del exilio de personas (ella misma) de la antigua Yugoslavia. La mayor parte de la historia(s) transcurre en Berlín, una ciudad sin duda especial construida de retazos de la ciudad y de las dos Alemanias: 
Berlín es una ciudad mutante. Berlín tiene su cara oeste y su cara este: a veces la del oeste se anuncia a la del este y la del este a la del oeste. En la cara de Berlín centellean destellos holográficos de algunas otras ciudades (350). 
Ugresic describe una de las mejores imágenes de Berlín que he leído nunca en dos páginas (350-351), una ciudad de separación y división, una ciudad en reconstrucción que cose sus múltiples caras, un espejo de las múltiples procedencias de sus habitantes. Una ciudad en la que, en la zona oriental, existió el Museo de la Rendición Incondicional, abandonado tras la caída del muro y habitado por exiliados y refugiados en la actualidad.

La novela está escrita mostrando pequeñas historias en lugares diferentes y en tiempos distintos tejiendo una historia desoladora del desgarro que provoca el exilio desde un país en guerra en el que el odio se desató de forma terrorífica entre personas que habían vivido y convivido mucho tiempo sin problemas.
Vivíamos en una ciudad donde el odio se cultivaba como una planta doméstica, como un feo y correoso ficus. Vivíamos en una ciudad de oscuros rincones donde la vida se gastaba deprisa, porque eran baratas, donde los odios eran vehementes y los amores tibios (267). 
En la novela aparecen muchos personajes entrañables que inspiran ternura, pero entre ellos voy a destacar la abuela que se describe en el capítulo “Mi abuela en el cielo” (191-198). Todo el capítulo es una delicia:
No sé cómo murió. La imagino tan pequeña, redonda, sentada en la banqueta de tres patas, con la tripa abrazada como lo único que tenía. Murió terriblemente sola, estoy segura de ello. Igual que, parece, estuvo sola toda su vida. Con ese eterno alimentar, tejer, limpiar y sonreír, lo único que sabía hacer, calentó la frialdad que se apiñaba a su alrededor como la escarcha (197). 
Una autora a seguir y una novela a leer.

miércoles, 18 de abril de 2018

VÍCTOR DEL ÁRBOL, Un millón de gotas.

Soy una enamorada de la novela negra desde hace muchos años (mucho antes que se pusiera de moda). Sin embargo, paso temporadas, a veces muy largas, sin leer nada (también ocurre al contrario, épocas en que no puedo desengancharme de este género). Este libro, que no es exactamente negra, ha roto con una larga temporada de ausencia lectora de este género. 


Un millón de gotas me ha absorbido hasta el punto de llevarme a todos los sitios este novelón de 668 páginas. Una buena historia, buenos personajes y muchos misterios por resolver son la clave de mi interés. 

La historia: muy difícil de sintetizar; se desarrolla en tres épocas (dos, sobre todo): años treinta del siglo XX e inicios del siglo XXI (también brevemente, años sesenta del XX). Dos países: España y URSS (con algunas referencias a Francia). La familia Gil (comunista en los años treinta) como protagonista y todas las peripecias de la II República, guerra civil y exilio. Diversos aspectos interesantes: la distopia que creó la URSS, la desmitificación de los héroes políticos, la escala de grises que define a todas las personas entre la bondad y la maldad, los condicionantes de la época que nos toca vivir, etc. 

Los personajes: Elías Gil, su hija Laura y su hijo Gonzalo; Igor Stern y Anna Ajmátova. Todos ellos relacionados, todos ellos condicionando unos a otros por emociones de odio, venganza, amor, traición, etc. 

Misterios: Aunque la novela no avanza con demasiados sobresaltos, a cada paso se van abriendo interrogantes y posibilidades que van construyendo incógnitas y misterios que sobrevuelan toda la novela y que el autor resolverá bastante bien. El título es uno de ellos… Una gota no es nada pero ¿Qué es el océano, sino un millón de gotas? (65). 

Un fragmento importante
La memoria, se dijo, es un paisaje que cada cual elige para añorar o detestar (393).

domingo, 8 de abril de 2018

IVÁN TURGUÉNEV, Padres e hijos.

Fue como consecuencia de una reseña de Marcelo Z. sobre esta novela que decidí comprarla (pese a que estoy segura de esta circunstancia no he localizado la reseña en las etiquetas de su blog “Libros en estéreo”). Luego pasó tiempo hasta que decidí leerla, me suele suceder que compró un libro por impulso (o por leer una buena reseña) y luego se queda a la espera y pueden pasar días, meses o años.


Padres e hijos refleja los problemas generacionales que, adoptando formas diferentes, son un elemento siempre presente. La acción se sitúa en 1859, el joven Arcadi regresa a su casa después de haberse licenciado en la Universidad de San Petersburgo. Su padre viudo, Nicolái Kirsánov, le espera impaciente en el camino. Arcadi regresa a su casa con un amigo, Bazárov, al que ha invitado a pasar unas semanas con su familia.

Bazárov es un personaje conflictivo que acaba provocando problemas con Pável Petróvich, el hermano mayor de Nicolái. La defensa de los tradicionales valores rusos de Pável choca con los de Bazárov, que se declara nihilista y, por tanto, que lo valora todo desde un punto de vista crítico y no se doblega ante ninguna autoridad.
Un nihilista es la persona que no se inclina ante ningún tipo de autoridad, el que no acepta ningún principio de fe, por mucho respeto que éste le infunda (96). 
Además de los problemas generacionales resulta interesante el trasfondo histórico de la novela ya que el libro se publicó un año después de ser decretada la abolición de la servidumbre (1861). Turguénev siempre se mostró crítico con el sistema de servidumbre y así se refleja en la novela.

Un tercer aspecto interesante de la novela se refiere al papel secundario y subordinado de las mujeres con manifestaciones de clara misoginia en algunos personajes masculinos, especialmente Bazárov. 
Bazárov frunció el ceño. En la pequeña y poco atractiva figura de aquella mujer emancipada no había nada deforme. Sin embargo, la expresión de su rostro causaba una impresión desagradable. Involuntariamente, uno se sentía impulsado a preguntarle “¿Tienes hambre?, ¿te aburres?, ¿te ha intimidado algo’, ¿qué te hace estar tan inquieta? (…) había algo en ella que parecía arañarle el alma (147). 
En la novela hay muchos otros aspectos interesantes como el carácter ruso, el destino, los afanes de modernización siempre ralentizados, el arte y la belleza, la literatura, la ciencia y la medicina y otros muchos.

Bien escrita, hay una historia bien narrada y unos personajes creíbles y que despiertan nuestro interés. Igual que en su momento Marcelo Z la recomendó a quienes seguíamos su blog, hoy os la recomiendo yo a vosotros/as.