Simplemente lo compré porque me gustó el tema cuando lo leí en la contraportada, tenía además la lejana
referencia de León el Africano.
Los desorientados
tiene 518 páginas y el título hace referencia a la desorientación que padecen
un grupo de amigos de la juventud que, por acontecimientos relacionados con su
país, se dispersan y dejan de verse durante veinticinco años.
Amin
Maalouf nació en Beirut en 1949, es un escritor libanés que escribe en francés,
ya que se educó en un colegio francés de jesuitas (su madre era católica y
francófona) y, además, reside en París desde hace años. Empezó a trabajar como
periodista para el principal diario libanés, An Nahar. Cuando la guerra civil estalló en el Líbano en 1975, decidió abandonar su patria, y desde ese año se
refugió en París, donde vive y escribe. Ha recibido muchos premios entre los
cuales está el Premio Goncourt (1993) y el Principe de Asturias de las Letras
(2010).
Su literatura mezcla la realidad histórica con la
ficción, y aspectos de las dos culturas en las que se mueve su vida: la
occidental y la oriental. En Los
desorientados aparece claramente este rasgo de su
narrativa puesto que el protagonista Adam, junto con otros amigos de la
juventud, se exilió de Líbano a raíz de la guerra y se instaló a vivir en
París. La muerte de uno de ellos, que se quedó en el Líbano e hizo carrera
política, Mourad, propicia el regreso de Adam y la reunión del dispersado grupo
de amigos. En el grupo había personas de todas las religiones y, tras la
dispersión, los contrastes entre las dos culturas se agudizaron.
Además
hay una preciosa historia de amor y sexo con una amiga del grupo de juventud,
Semiramis, que también se quedó a vivir en Líbano.
La
novela va desgranando en dieciséis días, a partir del diario de Adam, las
personalidades de los diferentes integrantes del grupo y los contactos de Adam
para encontrarse todos de nuevo en su país. Y no desvelo nada más de la novela
puesto que hay sorpresa final.
Adam
habla en su novela de la civilización
levantina para referirse a la civilización del Líbano:
Una expresión con la que sonríen los
ignorantes y les chirrían los dientes a los partidarios de las barbaries
triunfantes, los adeptos de las tribus arrogantes que se enfrentan en nombre
del Dios único y no saben de peor adversario que nuestras identidades sutiles
(p. 34).
Sobre
su relación con Semiramis:
¡Tenía que pasarnos!
Que después de haber comido el fruto
ofrecido, deseásemos el fruto prohibido.
Que después de habernos amado con
consentimiento, nos amásemos con desobediencia.
¿Quiere decir esto que mi relación con
Semi no es ya ese paréntesis que teníamos programado cerrar desde el mismo
momento en que lo abrimos? Sí, lo es todavía, no puede ser más que un
paréntesis, ni en mi cabeza ni en la suya. Pero una relación, para ser noble,
tiene que vivir entero su ciclo. No solo su edad adulta, sino también su
infancia y su adolescencia, aunque las viva en desorden. Y también tiene que
dar con su alquimia propia, con su propia mezcla de razón y de sinrazón, de
fervor y de desapego, de emoción y de humor, de intimidad y de distancia, de
palabra y de carne.
Lo que importa es que los amantes
sepan conservar el recuerdo de esa relación como si se tratase de un viaje que
han hecho juntos (p. 375)
Me gusta su manera de escribir, elegante y pausada,
la manera de establecer el diálogo a dos voces, interior y pública. Una novela
llena de matices y sentimientos que se desarrolla alrededor de temas
trascendentes: amor, pasión, amistad, religión, revolución y vida.