Compendio y versión de Víctor Pozanco.
Me decía Carlos, mi compañero fiel de lecturas con el que inicié la apasionada empresa de leer esta obra que contraviene, como dice el traductor Víctor Pozanco, las normas de la novela y la estructura lingüística de oración, frase y palabras:
“Y para los más osados de entre los mortales, no hay guía que indique el camino de salida de la isla Erín de Finnegans Wake, ciudad de Dublín, ni siquiera un plano de situación que marque donde está clavada la baldosa que soporta el peso de sus pies".
La cuestión es que paseando adelante y atrás, frase más o frase menos, tres pasitos hacia adelante y dos del revés, a las cien consultas de internet no encuentro iluminación que valga ni ritmo que me asista. Por ello acabo por concluir que este libro es una feroz crítica en contra del nacionalismo más ñoño y pertinaz, que se refleja en la cultura inventada, en los museos que almacenan la historia en forma de huesos sin nombre, pero que carecen de recuerdos, en las obras de teatro subidas en los escenarios merced a modas y conveniencias, las otras, las que no sirven al interés general y a la pretendida pureza de la tierra madre, ALP (Anna Livia Plurabel= Mrs Ann Porter), sagrada e incapaz de alimentar a su prole. Y con cuatro versos escritos en gallego antiguo al fondo de un convento, tan manchado de cera el pergamino que podría contener cualquier vocablo o incluso tres significados el mismo vocablo, tanto que no se entiende ni poco ni bien, hacemos salir una nación desde el lomo de un gigante muerto en medio del océano, la dotamos de un idioma nuevo, común a los extintos Fenianos, Dananeos y Milesios estos tendentes a procrear mucho, bajo la bendición de la santamadreiglesia, que señala las normas de la conveniencia patriótica y marca las penas por vestir de cual manera o hacer el amor de tal otra, mientras las perolas apestan el barrio a col. Niña busca un marido que venga, que tenga y que convenga. Le dicen sus hermanos a la pequeña Isobel.
Imposible reproducir el diálogo que tuvimos ese día partiendo de este jugoso texto de Carlos. Ese día, y otros muchos, puesto que íbamos acordando el número de páginas que leíamos cada día, unas quince, que ya eran muchas debido al sobre esfuerzo de leer unas páginas en las que cada término podía tener una sobreacumulación de significados realizada a través de asociaciones semánticas, fónicas y morfológicas. Cada noche intentábamos descifrar el laberinto en el que Joyce nos metía y que en lo sustancial partía de que el ser humano es conflicto y que este carece de solución. Como buen representante del modernismo literario Joyce muestra la introspección a través de sus personajes estirando al máximo la “corriente de conciencia” ya expuesta en Ulises, es decir, el pensamiento traducido en palabras, torrentes de pensamiento que se desbocan como el río cuando se desborda y se sale del cauce. Finnegans Wake son epifanías, es decir, manifestaciones interiores del autor y del personaje, es como si hablaran a la vez interfiriéndose Joyce y el muerto resucitado Porter-Earwicker, de tal manera que en muchos momentos de la lectura la forma se adueñaba del contenido y ambos acabábamos perdidos y confusos sin saber qué estábamos leyendo. Carlos más que yo, que si no entendía no le daba más vueltas y seguía, indagaba buscando los secretos del libro retornando exhausto al camino. Un día de debates me dijo:
“Me parece que sin tu presencia, podría uno caer en la trampa y dedicar media vida a indagar y revelar los secretos de este libro. Más por reto que por interés. Y caer en el asunto de buscar transcripciones de sonidos del britónico a otras lenguas, o la influencia de Vico que era filólogo al parecer, o de Bruno, personaje fascinante, de esos que cayó bajo el hacha de Calvino, como Servet, lo que supuso un atraso de siglos para la ciencia. Los dogmatismos resultan peligrosos para los espíritus que se pretenden libres”.
La versión de Pozanco es un compendio ya que el texto original son 628 páginas y esta versión tiene 286 incluyendo el prólogo y el epílogo, el texto “Dante… Bruno. Vico… Joyce” de Samuel Beckett. El título es ambiguo porque utiliza el nombre, Finnegans, un borracho irlandés, y una palabra, sin más, una palabra muy ambigua, Wake que significa: despertar, resucitar, excitar, velar un cadáver, velatorio, etc. Visto lo leído pueden ser todos los significados a la vez utilizados cuando le conviene al autor. Más allá de si es El despertar de Finnegans, Finnegans en su velatorio o El resucitar de Finnegans, parece cierto que Joyce pretende reflexionar alrededor del peculiar personaje que crea.
El tema es la tragicomedia de la familia Porter, el padre apenas aparece con ese nombre sino con el que adopta en su sueño nocturno, Earwicker, en el que resucita tras morir para combatir a los enemigos, aunque no queda claro quién o quienes sueñan. A partir de este punto de partida la obra rompe con cualquier lógica formal ya que el emisor está ausente, no sabemos quién habla, si es Porter-Earwicker o el propio Joyce, un mismo personaje puede ser muchos y opuestos, no hay coordenadas espacio-temporales y un mismo acontecimiento puede ser contado desde ángulos diferentes. No hay discurso lineal y eso obliga al lector a un tipo de aproximación a la obra desde las sensaciones más que desde los significados, ya que en muchas ocasiones la redacción es ininteligible. Parece factible que Joyce deseara la implicación del lector/a interpretando lo más hermético o confuso y, así, hacernos partícipes de la creación.
Finnegans es además un personaje que viene de una balada popular irlandesa que cantan los borrachos. Finnegans es un obrero al que le gusta el alcohol, siente amor por éste, cae por una escalera y muere. Cuando está en el ataúd le echan whisky y resucita, whisky que significa “agua de la vida”.
Si el tema es complejo y confuso, la forma lo es más aun y nos dejó estupefactos desde la primera línea que leemos que empieza en minúscula y dice:
río que discurre, más allá de Adam and Eve, desde el recodo de la orilla a la ensenada de la bahía, nos trae por un comodius vicus de circunvalación de vuelta al castillo de Howth y Environs.
Y trece líneas más abajo La caída:
(¡ababadalgharaghtakamminarronnnkonnbronntonnerronntuonnthnntrovarrhounawnskawntoohoohoordenenthurnuk!).
Tomando como referencia leyendas, mitos y cuentos populares, Joyce construye, o destruye para reconstruir, un texto lleno de acertijos en los que le gusta utilizar la técnica del calambur (figura retórica que consiste en la reagrupación de sílabas o palabras para dar lugar a otras con un significado distinto) y nombres hipogramáticos. Además el texto tiene sobreabundancia de símbolos y polisemias, homonimias, acrósticos, anagramas, homofonías, etc. El resultado es un texto tan complejo que nos podríamos detener en cada frase e intentar desvelar los misterios que esconde sin resultado, porque esta obra no es tanto de significados como de expresiones y de asociaciones fónicas. Joyce juega al despiste y desarrolla una obra crítica con la novela convencional y la estructura lingüística, una obra que encaja en el modernismo literario tanto por la mencionada introspección a través de los personajes como por el hecho de que los personajes son sexuados y tanto los órganos genitales como las experiencias sexuales ocupan un lugar relevante. Además desarrolla un sentido del humor hilarante que en ocasiones desencadena la carcajada y muchas veces más la sonrisa.
Romero y Jodieta (p. 70).
Que, cuantas más cebollas pelas, más cebollino eres; cuantas más patatas, más patata; cuanta más carne, menos carnes. Y, por más vueltas que le des, menos tomates tienes que tu nuevo estofado irlandés (p. 83).
Un padrenuestro por sus truncas armenidades. Pobre tiesto que estás en los suelos, petrificado sea el pronombre que te tiró. Venga, ahora el Confiteor, pro indulgencia plenaria de tiestero, según el Debeaccionario, sancionado por los concejales de Trento (p. 222).
Complácenos sobremanera anunciar a la concurrencia de porterarios patricios que no hay nada más gengiskhante que una guiness gigante (p. 251).
La primera referencia conocida de que Joyce había iniciado la escritura de Finnegans Wake es del año 1923 y la finalizó en 1939, dos años antes de su muerte. Joyce vivió circunstancias muy difíciles mientras escribió este libro, especialmente los dos últimos años: enfermedad e internamiento de su hija Lucía, depresión de su nuera y breve internamiento y dificultades para abrirse paso como tenor de su hijo Giorgio. Si era una situación complicada en lo personal, no lo era menos el contexto histórico europeo con el avance del fascismo en Europa, la desaparición o muerte de sus amigos judíos, y la necesidad de abandonar París cosa que logró en 1940, refugiándose en Suiza. Además quedó casi ciego y el final del Wake tuvo que dictarlo. Y ese capítulo IV es un premio a quienes hemos llegado a él pese a todas las dificultades, el más poético y bello, Carlos recomienda empezar la lectura por este capítulo:
Que ése es el sueño que deseo sea mío. Lo garabateo y repaso como si fuese una párvula. (…) Que cuando tus holas me abandonan me alcanza el lodo. (…)Así que ahora compláceme. Derriba y reconstruye nuestramorosamorada y cohabitaremos respetablemente. (…) Nosotros solos ante el desnudo universo. (…) Pero no me cabe duda de que es por este camino por donde Vendrá un día. Y te mostrará cómo saltan las chispas entre el pedernal y el helecho a nuestro paso. (…) Esos amores de hortelano que plantamos. (…) De manera que yo también deseaba partir. Pese a todo. Un día estarás frente a mí, riendo y abanicándome con los forzosos reclutas de las ramas de tus sauces, para halagarme. Y yo me quedaré más quieta que el musmo. Y un día correrás hacia mí, rugiente, cómo una gran sombra negra y una penetrante mirada para penetrarme héroe mío. Y yo me quedaré helada rogando por el deshielo (pp 263-265).
Nos quedan muchas cosas en el tintero, más dudas e interrogantes que certezas. Leer Finnegans Wake es una experiencia única, transitar por sus páginas es como aventurarse en una tormenta en pleno océano, zarandeados por el hermetismo y lo laberíntico del relato. No admite una lectura relajada y agradecida, sino un transitar confuso y abrupto que obliga constantemente a múltiples aproximaciones que con frecuencia acaban en un callejón sin salida. Pese a ello nuestro balance es positivo porque ha generado horas de debate, de búsqueda de información, de posibilidades, dada su circularidad, y de risas también. Además nos ha contagiado y hemos acabado recurriendo en más de una ocasión al calambur para comunicarnos entre risas.