martes, 28 de noviembre de 2017

CYNTHIA OZICK, El Mesías de Estocolmo.

He aquí un universo tan reducido como una ratonera, donde los únicos héroes son las víctimas, donde el mutismo solo es asequible a los intrépidos (64). 

La novela de Ozick no es una ratonera pero sí crea un universo preciso entre la redacción del periódico en el que escribe sus críticas literarias, su pequeño y desordenado piso, y la librería de Heide. Todo ello en un Estocolmo desaparecido puesto que la ciudad apenas surge por sus páginas, quizás es una impostura más de las muchas que aparecen en la historia de El Mesías de Estocolmo

El propio Mesías es ficción, una novela desaparecida en el caos de la ocupación nazi de Polonia, reaparecida en manos de tres personajes que pretenden utilizar al protagonista, Lars Andemening, para construir un timo que les haga ganar dinero. 

Ozick describe la obsesión de Lars por el Padre, huérfano al ser salvado de la ocupación nazi por un planchador de obstinaciones, alguien que sacaba las cosas de un sitio –las cosas, y las personas- para meterlas en otro (113). 

Entre los personajes que construye la autora con una habilidad extraordinaria, y un lenguaje expresivo de alta calidad literaria, está la librera Heidi, una mujer con la que a Lars le gustaría casarse por ser independiente, antipática, cerrada, hosca, vieja; una especie de heroína (36). 

Dice la autora que Estocolmo está lleno de refugiados/as, lleno de heroínas y de héroes, solo a una persona xenófoba se le ocurriría pensar que eso pudiera mermar la riqueza de una ciudad. 

Una excelente novela.

sábado, 18 de noviembre de 2017

ERNESTO PÉREZ ZÚÑIGA, Santo Diablo

Vulturno es una localidad situada en la España latifundista del primer tercio del siglo XX, probablemente durante la II República. Los jornaleros/as viven en la miseria, al borde del abismo del hambre y la ignorancia, el anarquismo difunde sus ideas de cultura, libertad y justicia social. Durante la II República las ideas anarquistas llevaban sesenta años calando en jornaleros/as y obreros/as por toda España, creando ateneos, escuelas racionalistas y sindicatos, construyendo un mundo paralelo que confiaba en la rebelión interior y social como factor de emancipación. 


Frente a ese proyecto de largo recorrido, que es hoy desconocido por la mayoría y que ha sido desprestigiado asociándolo exclusivamente a la violencia, estaban las fuerzas vivas, la oligarquía formada por los más ricos. Esta poderosa minoría la formaban los grandes propietarios de tierras (el Amo de Vulturno) y la gran burguesía financiera e industrial. Esta oligarquía conservaba el poder económico, mientras el poder político lo tuvo que compartir con otras fuerzas sociales durante la II República. Su riqueza se sustentaba en una cultura de defensa del orden social y de valores conservadores que tenía el aval de la Iglesia católica y una gran parte del Ejército. La novela de Pérez Zúñiga es una buena novela social que describe de forma acertada ese contexto social, político y económico. (…) 
dile que vivir es cristal de frágil, como esta esfera de reloj; dile que será derrotado para siempre en su persona pero que las obras permanecen cuando las cuidamos para otros, como yo he salvado este reloj en tus manos (…). 
El franquismo rompió la genealogía (este fragmento habla de eso) de un movimiento obrero que era algo más que sindicalismo, supo muy bien lo que hacía aunque para ello necesitó una guerra y casi cuarenta años de dura dictadura. La democracia ninguneo y banalizó ese proyecto, solo desde la historia y desde la literatura suenan los ecos de ese proyecto que fue único en el mundo: la revolución anarquista de 1936.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

GEOFF DYER, Arenas Blancas. Experiencias del mundo exterior.

Un libro curioso en el que la frontera entre realidad y ficción no está clara: autor, narrador y personaje central son la misma persona. Por tanto, los viajes relatados tienen mucho de verdad y otro tanto de ficción. Arenas Blancas relata viajes diferentes a aquellos en los que la masificación provoca, hoy, tantos problemas en algunas ciudades. 


Los viajes que nos relata Dyer no atraen a la mayoría y están motivados por algún objetivo concreto: ver la aurora boreal, un lago, unas torres, etc. Eso lleva al viajero a recorrer lugares muy diferentes (Noruega, China, Tahití y otros) con resultados diversos. Uno de los más divertidos es la frustrante búsqueda de una aurora boreal en un espacio con un frío glacial. 

Su estilo es también peculiar con notas de humor irreverente constantes para relatarnos unos viajes que son lo contrario de otro tipo de viaje que hoy cuenta con muchos adeptos. 
Así que, cuando Jessica y yo nos vamos y desatamos las bicis para volver a casa, aunque la experiencia de ver acrobacias siempre levanta el ánimo, a menudo me siento abatido porque ya no puedo hacer cosas así. Me pongo a pensar en lo terrible que es que la vida pase tan rápido y, casi simultáneamente, a pensar en que no sé si tendré paciencia para soportar el resto de lo que la vida, con su acumulación gradual de achaques, lesiones y enfermedades, tenga que ofrecerme, por muy maravilloso que resulte pedalear (…) (147).
Un autor interesante al que habrá que seguir.