Quien lleva tiempo entrando
en mi casa, sabe que soy una aficionada a la novela negra desde hace mucho tiempo, mucho antes de que se
pusieran tan de moda este género. Si me habéis oído hablar de mis autores
favoritos, seguro que recodaréis este nombre, Dennis Lehane, de quien he leído
casi toda su obra. Las circunstancias del verano y de las muchas horas de viaje
me han llevado a este género y a la lectura casi seguida de dos obras: La entrega de Lehane y Los chicos que cayeron en la trampa de Adler Olsen.
Sobre Lehane tenéis varias
reseñas de libros que podéis buscar si os interesa en el listado de etiquetas
que tenéis en el lateral y sobre Adler Olsen os enlazo la única novela que
había leído hasta ahora, La mujer que arañaba las paredes, primera novela de la serie del Departamento Q.
La novela de Adler Olsen
tiene 462 páginas y su título hace referencia al tema de la novela, un grupo de
chicos de un internado de elite que les gusta en exceso la violencia y que
acaban, como no, cometiendo algunos asesinatos y múltiples actos de violencia.
La novela es el segundo caso del peculiar departamento Q compuesto por Carl
Morck y Assad, al reducido departamento que reabre casos nunca resueltos, se
añade en esta segunda novela Rose, la nueva y excéntrica secretaria que acaba
encajando con los otros dos excéntricos del departamento. ¿Resultado? Una
novela muy entretenida, bien relatada, con unos personajes bien definidos y un
trasfondo económico y político que desvela el lado oscuro de la tan envidiada
Dinamarca. Y poca cosa más. No subrayé ni una sola línea.
Algo muy diferente es la
breve obra de Lehane, 190 páginas, con un título que hace referencia a las entregas, dinero, de las mafias locales
de Boston, la ciudad que tan bien conoce el autor y en la que suele ambientar
sus obras.
La entrega (2014) es su última novela
y tiene versión cinematográfica como otras novelas suyas. Su protagonista Bob
Saginowski, un camarero solitario, tímido y gris, se ve envuelto en un plan
para mover el dinero de los mafiosos chechenos que controlan los bajos fondos
de Boston.
Bob, el camarero raro y solitario. Un buen tipo con quien se podía contar para que quitara la nieve del camino o invitase a una ronda, un tío legal, pero tan tímido que la mitad de las veces ni siquiera oías lo que decía, así que desistías educadamente con la cabeza y te volvías para hablar con otro.Bob sabía lo que decían y no podía reprochárselo. Era capaz de mirarse desde fuera y ver lo mismo que ellos: un don nadie fracasado, incómodo en situaciones sociales y propenso a tics nerviosos como parpadear sin motivo y ladear la cabeza en ángulos extraños cuando pensaba en sus cosas, uno de esos tíos que, por comparación, hacen parecer más listos a los demás fracasados (19).
He reproducido un fragmento
tan largo porque refleja perfectamente al protagonista de la novela, un hombre
al que le vas cogiendo cariño por su bondad y su integridad para sobrevivir en
la cloaca de un barrio de trabajadores de origen inmigrante en que las
posibilidades de ser honrado y mantener la inocencia son casi nulas.
Un trabajador solo tiene noticias de la Primera Ciudad [la que se ve] cuando ésta le da por culo. Pero la Segunda Ciudad [la del sótano, la de las apuestas, la prostitución, la droga…] es la que lo rodea siempre, todos los días de su vida (56).
Bob había sido criado por
unos padres mayores que lo habían malcriado,
asfixiado tan completamente en un amor desesperado (…) que Bob nunca había
aprendido a sobrevivir (63). Pero ojo, Lehane no nos dibuja un personaje
ñoño que representa al bien sobre el mal, no, ese no sería Lehane, Bob también
está en la cloaca y se mancha y construye uno de esos personajes que no es ni
bueno ni malo, aunque no es malo, tiene un criterio para afrontar la vida y eso
le permite encontrar a Nadia y a Rocco, su perro que aparece en un cubo de
basura casi muerto por una paliza. Y es que las cicatrices de las malas decisiones y las muescas de los fracasos habituales, marcan a todo el mundo en los
barrios de Boston controlados por las mafias locales.
El final de la novela es
magnífico, cinco párrafos que resumen la manera de ver la vida de Bob y que es
un cierre que, en realidad, es un canto a que la vida continúa con toda su
complejidad y contradicciones, y que nunca hay finales felices.