viernes, 30 de octubre de 2015

NOVELAS NEGRAS A AÑOS LUZ. DENNIS LEHANE Y JUSSI ADLER OLSEN

Quien lleva tiempo entrando en mi casa, sabe que soy una aficionada a la novela negra desde hace mucho tiempo, mucho antes de que se pusieran tan de moda este género. Si me habéis oído hablar de mis autores favoritos, seguro que recodaréis este nombre, Dennis Lehane, de quien he leído casi toda su obra. Las circunstancias del verano y de las muchas horas de viaje me han llevado a este género y a la lectura casi seguida de dos obras: La entrega de Lehane y Los chicos que cayeron en la trampa de Adler Olsen.


Sobre Lehane tenéis varias reseñas de libros que podéis buscar si os interesa en el listado de etiquetas que tenéis en el lateral y sobre Adler Olsen os enlazo la única novela que había leído hasta ahora, La mujer que arañaba las paredes, primera novela de la serie del Departamento Q.



La novela de Adler Olsen tiene 462 páginas y su título hace referencia al tema de la novela, un grupo de chicos de un internado de elite que les gusta en exceso la violencia y que acaban, como no, cometiendo algunos asesinatos y múltiples actos de violencia. 


La novela es el segundo caso del peculiar departamento Q compuesto por Carl Morck y Assad, al reducido departamento que reabre casos nunca resueltos, se añade en esta segunda novela Rose, la nueva y excéntrica secretaria que acaba encajando con los otros dos excéntricos del departamento. ¿Resultado? Una novela muy entretenida, bien relatada, con unos personajes bien definidos y un trasfondo económico y político que desvela el lado oscuro de la tan envidiada Dinamarca. Y poca cosa más. No subrayé ni una sola línea.

Algo muy diferente es la breve obra de Lehane, 190 páginas, con un título que hace referencia a las entregas, dinero, de las mafias locales de Boston, la ciudad que tan bien conoce el autor y en la que suele ambientar sus obras.
La entrega (2014) es su última novela y tiene versión cinematográfica como otras novelas suyas. Su protagonista Bob Saginowski, un camarero solitario, tímido y gris, se ve envuelto en un plan para mover el dinero de los mafiosos chechenos que controlan los bajos fondos de Boston.
Bob, el camarero raro y solitario. Un buen tipo con quien se podía contar para que quitara la nieve del camino o invitase a una ronda, un tío legal, pero tan tímido que la mitad de las veces ni siquiera oías lo que decía, así que desistías educadamente con la cabeza y te volvías para hablar con otro.Bob sabía lo que decían y no podía reprochárselo. Era capaz de mirarse desde fuera y ver lo mismo que ellos: un don nadie fracasado, incómodo en situaciones sociales y propenso a tics nerviosos como parpadear sin motivo y ladear la cabeza en ángulos extraños cuando pensaba en sus cosas, uno de esos tíos que, por comparación, hacen parecer más listos a los demás fracasados (19).

He reproducido un fragmento tan largo porque refleja perfectamente al protagonista de la novela, un hombre al que le vas cogiendo cariño por su bondad y su integridad para sobrevivir en la cloaca de un barrio de trabajadores de origen inmigrante en que las posibilidades de ser honrado y mantener la inocencia son casi nulas.
Un trabajador solo tiene noticias de la Primera Ciudad [la que se ve] cuando ésta le da por culo. Pero la Segunda Ciudad [la del sótano, la de las apuestas, la prostitución, la droga…] es la que lo rodea siempre, todos los días de su vida (56).
Bob había sido criado por unos padres mayores que lo habían malcriado, asfixiado tan completamente en un amor desesperado (…) que Bob nunca había aprendido a sobrevivir (63). Pero ojo, Lehane no nos dibuja un personaje ñoño que representa al bien sobre el mal, no, ese no sería Lehane, Bob también está en la cloaca y se mancha y construye uno de esos personajes que no es ni bueno ni malo, aunque no es malo, tiene un criterio para afrontar la vida y eso le permite encontrar a Nadia y a Rocco, su perro que aparece en un cubo de basura casi muerto por una paliza. Y es que las cicatrices de las malas decisiones y las muescas de los fracasos habituales, marcan a todo el mundo en los barrios de Boston controlados por las mafias locales.

El final de la novela es magnífico, cinco párrafos que resumen la manera de ver la vida de Bob y que es un cierre que, en realidad, es un canto a que la vida continúa con toda su complejidad y contradicciones, y que nunca hay finales felices.

viernes, 23 de octubre de 2015

HEINRICH BÖLL, El honor perdido de Katharina Blum.

Había leído a Böll hacía años, tan solo su obra más conocida, Opiniones de un payaso. Era un autor que tenía olvidado hasta que en la revista Turia apareció un dossier (lo llaman “Cartapacio”) sobre este escritor. Me gustó tanto la lectura de los artículos recogidos en dicha revista que decidí leer esta obra publicada en 1974 (y tengo la intención de releer Opiniones de un payaso).


La obra es breve, 144 páginas, y un epílogo que incorpora diez páginas más. Su título hace referencia a la protagonista de esta novela y a la pérdida de su reputación sobre todo como consecuencia de la prensa.
Heinrich Böll nació en Colonia el día 21 de diciembre de 1917. Corrían malos tiempos en Alemania, que se encontraba al borde de la derrota en la I Guerra Mundial. Su padre tenía un taller de ebanistería y Böll creció en un ambiente muy católico, con un claro componente antiprusiano y antimilitarista que marcará su personalidad y su literatura. El estallido de la II Guerra Mundial impidió que Böll se incorporara a la Universidad puesto que tuvo que incorporarse a filas. Finalizada la guerra Böll, que nunca había simpatizado con el nazismo, era un superviviente sin estudios, sin profesión, sin bienes de fortuna. Tardó dos años en recobrar la salud y cuando logró recuperarse, estaba decidida su vocación literaria. Sus primeros textos son relatos vinculados temáticamente a las privaciones y la miseria de la recién comenzada postguerra, en una ciudad cubierta de polvo y casas derruidas como Colonia. Es la llamada “literatura de los escombros” de la que Böll será uno de sus más destacados representantes.


Su compromiso con la izquierda, primero con los socialdemócratas y en los años ochenta con los Verdes, y su crítica al partido demócrata-cristiano le acarrearon una creciente hostilidad por parte de los medios de prensa del consorcio Springer. Y esta hostilidad será la base de la novela, El honor perdido de Katharina Blum.

Böll se enfrentó al consorcio Springer que inició, a principios de la década de 1970, una campaña para acabar con el movimiento de extrema izquierda dirigido por Andreas Baader y Ulrike Meinhof. Acuso a la prensa de prejuzgar a ambos utilizando su gran influencia sobre la opinión pública y, por ello sufrió una dura campaña de críticas contra su persona y su ideología. En El honor perdido de Katharina Blum, el autor demuestra el poder que tiene la palabra para destruir la honorabilidad y la reputación de una persona. El tema central de la novela lo forma la relación de la joven Katharina, que hasta ese momento se ha caracterizado por su apoliticismo, laboriosidad y corrección, con un joven vigilado por la policía.
Si algo le impidió al propio Blorna ser una de esas visitas (…) no fue (…) el respeto a su esposa sino el respeto a Katharina. Sí, respeto; casi veneración. Veneración afectuosa por su maldita inocencia, y más, más que inocencia… No sabía cómo expresarlo. Seguramente, era aquella reserva cordial de Katharina y (…) la manera como Katharina había reorganizado su existencia deteriorada (92-93).
La joven empieza a ser vigilada también y la prensa amarilla publica varios artículos que supondrán un duro golpe para su reputación, provocando que Katharina lleve a cabo una acción que no desvelaré aquí.
La reflexión sobre la destrucción de la vida privada por la intromisión de la prensa y la indefensión de la ciudadanía frente a ella, se basaba en la propia experiencia del autor, que sufrió durante muchos años, pese a ser un escritor de éxito con la concesión del Nobel en 1972. Böll escribe, pues, sobre lo que conoce y lo hace con total libertad, dos aspectos que definen su literatura y para los que combina humildad y valentía. ¿Quién se atreve hoy a escribir una novela que suponga lo que supuso El honor perdido de Katharina Blum?
Y ese es un maldito hecho que al DIARIO. Al que solo le gustan sus propios crímenes y que falsea cualquier cosa, le desagrada y no lo refleja. Dicho DIARIO está tan empapado de mentira que incluso un hecho no falseado, viniendo de él parecería falso. En pocas palabras: embrutece hasta la verdad cuando la recoge de forma “verídica” (del Epílogo, p. 149).
Pero además en esta novela se muestra la intimidación que existía en Alemania por cuestiones políticas a finales de los años sesenta y principio de los setenta, en plena guerra fría. Un posicionamiento crítico que requería una gran valentía por parte del escritor para resistir los duros ataques que sufrió.

Böll es un escritor inconformista y humanista (con una base católica que también puso en cuestión) que escribió con sutil ironía y con mucho humor, aspectos que dotaron a su literatura de una calidad que no podemos dejar en el olvido. 

viernes, 16 de octubre de 2015

PHILIPPE CLAUDEL, El informe de Brodeck.

No recuerdo quien me recomendó esta novela, suelo apuntarlo pero en este caso no fue así, seguramente leí la reseña en alguno de los blogs habituales que visito. Decidí llevármelo en mi viaje de este año porque me pareció, por su tema, que podía acompañarme en las reflexiones y emociones que me esperaban en el país al que me dirigí, y acerté. He visto lo innombrable como lo vio el protagonista de esta novela, solo que él lo padeció como víctima, he sentido el horror que él vivió, he paseado por calles, cementerios y templos de quienes fueron perseguidos. Y en los momentos de descanso he leído esta novela que me aportaba información vital de cómo había sido posible la barbarie. Utiliza palabras que significan mucho y poco, metáforas muchas veces, como hicieron los verdugos. 


Brodeck, el narrador, escribe un informe sobre el suceso ocurrido en la fonda Schloss, el suceso, o el drama, o el incidente, o el Ereigniës:
… palabra curiosa, llena de brumas, espectral, y significa más o menos “lo que ha ocurrido” (…). El Ereigniës, para calificar lo incalificable (12).
Lo incalificable le sucedió a De Anderer, el Otro:
…quizá porqué, además de venir de no se sabía dónde, era diferente, y de eso yo sí que entendía; a veces, debo confesarlo, incluso tenía la sensación de que éramos la misma persona (12).
La novela, publicada en 2008, tiene 280 páginas que no podemos dejar de leer hasta acabarla, su final es otra metáfora que no desvelaré aquí. Un final soberbio para una extraordinaria novela que recibió el premio Goncourt des Lycéens 2007.

Philippe Claudel (Nancy, 1962), ha sido profesor en liceos y en la Universidad de Nancy II, donde impartió clases de Antropología cultural y Literatura, y además es guionista de cine y televisión. Escribe novelas y relatos desde el año 2000, en el 2008 se estrenó la primera película escrita y dirigida por él: Hace mucho que te quiero.


El informe de Brodeck trata de una guerra, vivida en un pequeño pueblo de las montañas que no sabemos a qué país pertenece. A través del informe, y del relato que escribe en paralelo Brodeck sobre su vida, conocemos a los  pocos habitantes del pueblo un año después de acabada la guerra y al propio protagonista que no nació en él sino que, como consecuencia de sucesos violentos, llegó de niño en la carreta de una mujer mayor, Fédorine, que lo acogió como a un hijo. Brodeck nos cuenta que a lo largo de su vida:
He aprendido a no hacer demasiadas preguntas, así como a adoptar el color de las paredes y el polvo de las calles. No es tan difícil. No me parezco a nada (14).
Pese a este útil aprendizaje, Brodeck se ve envuelto en numerosos sucesos, fuera y dentro del pueblo, que nos permiten reflexionar sobre la naturaleza humana. Un aspecto que recorre la novela, y que es casi otro personaje, es el miedo:
… como si desde ese día [el del Ereigniës] el miedo se hubiera convertido en mi ropa. Una ropa que todavía no he conseguido arrancarme; muy al contrario: me aprieta como si encogiera semana a semana (42).
Brodeck conoce a diversas personas que le acompañan en su vida hasta el momento en que elabora el informe. Algunos de estos personajes, víctimas como él o personas inocentes, rodean a Brodeck: Fédorine; su amor, Emélia, una bella mujer que sufrirá las consecuencias de la guerra que llevaran a Brodeck al campo; su hija Poupchette; un anciano que acoge al protagonista cuando acaba la guerra y vuelve del campo de prisioneros; o el propio Anderer. Otros personajes, cercanos al protagonista, personas “normales” que tendrán ocasión de desarrollar su naturaleza malvada amparándose en el poder, o en la masa, nos muestran lo peor de la naturaleza humana.
Seguramente, esa es la gran victoria del campo sobre los prisioneros: unos están muertos y los que como yo consiguieron sobrevivir siempre guardaran un poso de suciedad en lo más profundo de sí mismos. Nunca podrán volver a mirar a los demás sin preguntarse si en el fondo de las miradas que cruzan no brilla el deseo de acosar, de torturar, de matar. (…) Creo que nos hemos convertido, para el resto de nuestra vida, en la memoria de la humanidad destruida. Somos heridas que nunca se cerrarán (134-135).
La novela nos recuerda lo fácil que puede ser que aflore la maldad incluso en un pequeñísimo pueblo aislado en las montañas cuando se actúa en masa.
Hace mucho tiempo que evito las multitudes.…la muchedumbre en sí es un monstruo.…no hay muchedumbre feliz. Detrás de las sonrisas, las risas, las músicas y los eslóganes hay sangre que se calienta, sangre que se agita, sangre que gira y enloquece… (156).
Para ofuscar las mentes, bastan la ira y el odio. No hay aguardientes más fuerte (171).
Pero las víctimas también conocen la mezquindad… por muy grande que sea un hombre, nunca está a la altura de sí mismo. Es una imposibilidad inherente a nuestra naturaleza (202).
 Claudel escribe con una prosa bella y envolvente con la que nos regala una parábola rica en matices con todo el potencial de su literatura. Por medio de sutiles pinceladas y estampas hábilmente insertadas en la corriente principal del relato hace el recuento de lo ocurrido en el siglo XX casi sin mencionarlo.Una novela extraordinaria que será difícil de olvidar.

viernes, 9 de octubre de 2015

GEMMA GORGA, A través del libro. A propósito de Cervantes, Canetti y Hrabal.

A Gemma Gorga la conocí primero a través de su poesía y después llegué a sus estudios literarios como es el caso de este libro de divulgación. Sin duda alguna me atrajo su título, los tres autores sobre los que basa el estudio y, como ya he dicho, sus poemas leídos.




A través del libro está editado en una de esas ediciones “diferentes”, en formato y en calidad, por Espuela de Plata. Tiene 165 páginas y su título está casi explicado en él. La autora propone una reflexión sobre el significado del libro en el mundo moderno a partir del estudio de tres novelas aparentemente dispares: Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes, Auto de fe, de Elías Canetti, y Una soledad demasiado ruidosa, de Bohumil Hrabal. Aunque he leído a los tres autores, solo he leído una obra, Don Quijote de la Mancha.

Gemma Gorga (Barcelona, 1968), es profesora en la Facultad de Filología Hispánica en la Universidad de Barcelona en la que desarrolla una actividad docente y de investigación con diversos estudios literarios publicados que abarcan, esencialmente, desde la Edad Media al Barroco. Y además es poeta.

En A través del libro aparecen muchos más libros que las tres novelas mencionadas y es un placer leer sus reflexiones acerca de los porqués  del libro: el poder del libro, ¿por qué leer un libro?, los efectos de la lectura en quienes lo leen, ¿es peligroso leer libros? ¿la lectura proporciona sabiduría? ¿cómo se leía y cómo se lee hoy?



No es fácil reseñar este estudio sin entrar en cada uno de los tres que le sirven de base para su reflexión, como no quiero hacerlo puesto que dos de ellos no los he leído, me quedo en recomendaros su lectura a todas aquellas personas, que como es mi caso, somos unos enamorados de la lectura y de los propios libros.
Desde la visión subjetiva del enamorado -y todo lector es, a fin de cuentas, un enamorado que se deja seducir por el cortejo verbal-, el libro es vida (102).
Toda lectura auténtica implica un descenso hacia la soledad más íntima del ser (98).
Nadie sale indemne de una lectura a fondo (100).
Leer es un acto, un acto que genera consecuencias (14).
La autora concluye el estudio con un capítulo titulado “La hoguera silenciosa” en el que nos plantea una interesante reflexión sobre el poder subversivo, en cierta manera, del libro. Ese poder ha llevado a su destrucción en muchos momentos de la historia, especialmente, a través del fuego. Sin embargo, hoy, esa hoguera es silenciosa porque el libro es inofensivo entre otras razones por la proliferación casi ilimitada de este objeto:
(…) el libro con su presencia invasora y desbordante, ha acabado por saturar el deseo del ser humano occidental que, incapaz de digerir tanta letra, la consume sin provecho ni consecuencias (148).

De nada sirve el respeto al libro si su contenido es ignorado u olvidado pocos segundos después de volver cada página.

viernes, 2 de octubre de 2015

ENTRE LA MEMORIA Y EL OLVIDO. PATRICK MODIANO, Dora Bruder

Preferimos tener memoria de aquello que consideramos que nos deja en buen lugar a la vista de los demás y tendemos a olvidar lo que nos deja en entredicho. Por ello, la memoria, personal o colectiva, siempre ha de ponerse en cuarentena por su subjetividad y por su posible mezcla de verdad y mentira. La memoria nunca puede sustituir a la historia, aunque aquella pueda ser utilizada como fuente de información, siempre pasada por el tamiz de la crítica (como cualquier otra fuente histórica) para el historiador/a.


La memoria de lo acontecido en las guerras es especialmente delicado porque las personas están dispuestas a matar (y a morir) en defensa de territorios o de ideologías. Sería el caso de nuestra guerra civil de 1936-1939, o de la II Guerra Mundial, llamada también por muchos historiadores/as, “guerra civil europea” porque lo esencial no fue la lucha por territorio sino por modelos políticos, sociales y “raciales” diversos, algo propio de las guerras civiles.

Mientras leía Dora Bruder, “sentía” que Modiano, batallaba cual Quijote contra los molinos de viento del olvido. Olvido del sufrimiento padecido por inocentes, olvido del colaboracionismo que se dio con carácter generalizado en Francia, olvido y destrucción de los lugares de retención de judíos/as en el mismo centro de París, olvido en definitiva de lo que dibujaba con trazos firmes la cara oscura de una sociedad culta y civilizada como la francesa. Muchos/as diréis que a la mayoría de la población francesa no le quedó más remedio que hacerlo para sobrevivir. No lo discutiré. Solo remarcaré que hubo muchas otras personas que arriesgaron sus vidas y no colaboraron, si somos tan comprensivos con los colaboracionistas y olvidamos y perdonamos, arrastramos a las víctimas y a los que resistieron al mismo pozo enmarañado del olvido.

Me ha sorprendido, por desconocerlo totalmente, la reacción de una docena de mujeres valientes que fueron llamadas “amigas de los judíos” porque el primer día que estos fueron obligados a llevar la estrella amarilla, ellas decidieron ponérsela en señal de solidaridad. Todas ellas fueron detenidas en la calle, conducidas a comisaría, luego a prisión preventiva, a Tourelles y al campo de Drancy.
Modiano rescata este acto de valor del olvido y con él nos permite tener un miligramo más de confianza en el ser humano.

Cuando leí En el café de la juventud perdida, varios comentaristas de la reseña me recomendaron la lectura de esta obra y, siete meses después, le tocó su momento. Es una obra breve, en la línea de Modiano, quizás más breve de lo habitual puesto que tiene 117 páginas a las que se añade un breve prólogo de Adolfo García Ortega.

El título hace referencia a la protagonista de la obra, Dora Bruder, una adolescente de 15 años que, el 31 de diciembre de 1941, se fuga de un colegio de monjas en París y pocos meses después su nombre aparece en una lista de deportados a Auschwitz.


Sobre el autor tenéis unas pinceladas en la reseña mencionada.

Dora Bruder (1997), escrita con anterioridad a En el café de la juventud perdida, participa del mismo estilo narrativo y de un argumento peculiar que se va desgranando a través de retazos que van recomponiendo la vida de Dora Bruder, de sus padres y de todo un pueblo que en Francia, y en toda Europa, fue perseguido por motivos raciales.

Modiano, convencido de la necesidad de recuperar la memoria del tiempo pasado y de lo ocurrido durante la ocupación nazi en Francia, incorpora con su estilo breve y exacto, como si se tratara de un informe, un elemento de misterio y otro que le implica a él mismo en la novela. Por ello, el narrador y el autor se confunden, y la elección de la forma autobiográfica, le dota de un realismo cruel muy adecuado para el tema tratado. La fuga de Dora en 1941 y la del narrador-autor veinte años después, se unen en un bucle temporal:
La fuga –por lo que parece- constituye una llamada de socorro y a veces una forma de suicidio. Pero al menos se experimenta un breve sentimiento de eternidad. No solo hemos cortado los lazos con el mundo sino también con el tiempo. Una mañana, el cielo tiene un azul ligero y nada pesa sobre nosotros. Las agujas del reloj del jardín de las Tullerías están inmóviles para siempre. Como una hormiga que no acabase nunca de atravesar la mancha de sol (p. 72).
Si toda lectura auténtica implica un descenso hacia la soledad más íntima del ser, ésta, siendo tan breve, no te deja indemne cuando sales de ella con un último párrafo en el que Modiano da valor al desconocimiento de lo qué hizo Dora Bruder los días en los que estuvo fugada…

Es su secreto. Un modesto y precioso secreto que los verdugos, las ordenanzas, las autoridades llamadas de ocupación, la prisión preventiva, la Historia, el tiempo –todo lo que nos ensucia y destruye- no pudieron robarle (p. 127).