La casualidad ha querido que estas dos obras estén
unidas puesto que las he leído seguidas y en un breve espacio de tiempo. Las
dos tratan el mismo tema: el amor. Las dos lo hacen desde un punto de vista
radicalmente diferente y, sin embargo, se parecen como dos gotas de agua.
En estas dos obras se refleja un amor que nunca
traspasa la frontera de los hechos, su amor es puro relato, conversación,
miradas, pasión, desesperación, ternura, miedo, delicadeza, obsesión, elegancia.
Sin embargo, María es correspondida y Leporella
(Crescenz) no. Son amores secretos, pero el otro reconoce el amor femenino
que, en Hubert (de Hace cuarenta años), es luz y en el barón (de Leporella) es oscuridad.
Maria y Leporella
aman hasta la renuncia más sublime que puede llevar a matar y/o morir. La
renuncia de satisfacer y realizar el amor es el grado mayor de sacrificio para
un alma enamorada y en ello coinciden dos mujeres muy diferentes: una tosca,
cerril y simple (Leporella) y la otra
exquisita, delicada, inteligente y elegante.
Son dos obras breves, Hace cuarenta años tiene 85 páginas con dos notas, una de los
editores y otra de Natalia Zarco. Leporella
tiene 51 páginas.
MARIA. THÉO VAN RYSSLBERGHE
Maria Van Rysselberghe (Bruselas, 1866-1959) es lo
que se denomina una escritora “secreta”, una autora de culto de breve obra: Los cuadernos de la Petite Dame, notas
que durante un tercio de siglo fue tomando sobre su amigo André Gide; Strophes pour un rossignol, Galerie privée y
la fundamental obra que se reseña aquí.
THÉO VAN RYSSLBERGHE
Hija de una familia culta ligada al arte belga, se
casó con el pintor Théo Van Rysselberghe y mantuvo una larga amistad con el
escritor André Gide que fue quién le animó a escribir. Una mujer “hecha de
otros” que tuvo un apasionado amor, que escribe transcurridos cuarenta años,
con Émile Verhaeren, poeta francés considerado como uno de los padres del
modernismo y amigo de su marido.
Sobre Stefan Zweig (Viena, 1881-1942) se puede
consultar la etiqueta correspondiente.
Hace cuarenta años es el relato del amor
apasionado que surge entre Maria y Émile (Hubert en el relato) a finales del
siglo XIX en una playa del Mar del Norte, en la casa de la duna. Un amor arrebatado hecho de palabras, de miradas y
en el límite, abrazos y besos. Un amor que pese a nacer en un ambiente bohemio
de artistas, nunca traspasó de esos límites puesto que ambos estaban casados,
amaban a sus respectivas parejas y ellos eran grandes amigos. De esta manera su
amor crece, mientras comparten la casa de
la duna durante un mes, entre lecturas, paseos y sueños.
Bajo la luz nocturna parecíamos penetrar en una región interior más rica. Todo un mundo nacía entonces, bajo la lámpara, un mundo con caminos insospechados y escalas nuevas (p. 42).
Un amor perfecto que siempre será recordado por
Maria porque lo conservó incontaminado, de la rutina del paso del tiempo, en su
corazón: Aunque no dominaba mis
pensamientos, reinaba desde un punto estratégico: ese del que nacen los
mandatos más profundos. No le pedía sino que existiera (p. 19).
Leporella (nombre inspirado en el
sirviente de Don Giovanni de Morart) es también el relato de amor de una mujer
en la que todo era hosco, áspero y
pesado. Pensaba a duras penas y comprendía con lentitud (…) (p. 92). Una
criada a cargo del municipio como hija ilegítima acostumbrada a trabajar duro
todo el día y que nadie la había visto
nunca reír; también en eso se parecía a los animales, pues –cosa quizá más
cruel que la pérdida del habla- a las criaturas irracionales de Dios no les ha
sido dado el don de la risa, esa bendita expresión de los sentimientos que
brota espontáneamente (p. 93).
De forma imprevista esta mujer tosca y obtusa se
enamora de su señor, el barón, con una pasión servil y sumisa que deriva en una
obsesión tal que llega a vivir a través de él:
(…) parecía como si se hubiera trasladado de su cuerpo al de él; vivía a través de sus sentidos, participaba con placer de todas sus alegrías y conquistas con un entusiasmo casi vicioso (p. 117).
Se convierte, sin que el barón lo comprenda hasta
que es demasiado tarde, en su sombra y ¿quién
vuelve la cara hacia su propia sombra?
Ha sido un placer leer dos historias con dos
visiones diferentes e idénticas del amor.