viernes, 28 de febrero de 2020

SIRI HUSTVEDT, El mundo deslumbrante

No soy hustvedtiana. Y no lo soy porque ninguna de las novelas o ensayos que he leído de ella me han parecido redondos, siempre he visto altibajos importante en las obras que he leído. Páginas intensas, brillantes y reveladoras junto con páginas pesadas, aburridas y con pretensiones aleccionadoras que me alejan de ella. Puedo entender que una obra no salga redonda, pero el problema que tengo con esta autora es que en todas sus obras he percibido estos altibajos, ninguna de ellas es redonda. 



Pese a ello, hay elementos positivos que me atraen y justifican que, pese a lo dicho, siga leyéndola. En esta novela me ha parecido muy interesante la construcción de un personaje, Harriet Burden (Harry), con una personalidad potente, compleja y poliédrica. Un personaje atractivo, que sufre el patriarcado en el mundo del arte, en carne propia pese a estar casada con un hombre relevante en dicho mundo y que dispone de fortuna. Una mujer que le permite a la autora tratar un tema muy querido, el de la identidad de género o la ambigüedad sexual. 
«Ella no daba pábulo a las maneras convencionales de dividir el mundo en blanco/negro, hombre/mujer, hetero/homosexual, normal/anormal, pues ninguna de esas fronteras la convencían. Eran imposiciones, categorías definidas e incapaces de reconocer la mezcolanza que constituye la humanidad». 
Alrededor de Harry (nombre equívoco con el que juega con la identidad de género), hay otros muchos personajes interesantes: su enigmático marido, Felix Lord, su posterior compañero Bruno, su hija Maisie, su hijo Ethan, sus máscaras (con las que intentará desenmascarar el ninguneo que sufre su obra por ser mujer): Anton, Phineas y Rune. 

La narración está basada en los Diarios de Harry, que se van conociendo tras su muerte, y el intento, no solo de acercarnos a su personalidad, sino a ese ninguneo patriarcal que no logra derrotar pese a su intento de hacerlo a través de sus tres máscaras masculinas.

martes, 18 de febrero de 2020

SIMONETTA AGNELLO HORNBY, La Mennulara

El 23 de septiembre de 1963, en un pequeño pueblo de Sicilia, Roccacolomba, muere la Mennulara. A partir de ese día y hasta el 23 de octubre transcurrirá un mes en el que iremos conociendo a los diversos personajes que tienen relación con la fallecida. Entre estos personajes está la familia Alfallipe de la que la Mennulara era criada, pero irán apareciendo otros muchos personajes que tenían relación con ella.


Las conversaciones de los vecinos y vecinas de Roccacolomba sobre la Mennulara nos irán mostrando diversas facetas de su vida a la vez que diversas incógnitas sobre su papel en la familia de sus amos. 

El nombre de mennulara se refiere a las mujeres que recogían las almendras, cosa que nos desvela el origen extremadamente humilde de la protagonista. Pese a este origen social acabará amasando una importante fortuna y administrando los bienes de la familia Alfallipe. 

A través de los encuentros y conversaciones de los vecinos y vecinas del pueblo, la Mennulara aparece a nuestros ojos como un personaje de gran personalidad que acaba siendo inolvidable. Todo ello, además, en el trasfondo de un pueblo de la Sicilia rural en la que parece haberse detenido el tiempo. Un espacio opresivo, clasista y duro para los más desfavorecidos que parece de otra época.

La novela está bien escrita y muy bien narrada, el paso de los días va clarificando quién era la Mennulara y con ella toda la realidad social que la rodeaba y sobre la que ella se impuso en cierta manera. Este fragmento revela la personalidad y grandeza de la Mennulara: 
«Desde pequeña había tenido un agudo sentido de su propia dignidad, incompatible con su posición social y económica: miraba abiertamente a los ojos, planteaba preguntas sin malicia o descaro y esperab una respuesta que, en efecto, recibía. Al colegio no iba: conocía su deber, que era mantener a su familia» (117). 
Hacía mucho que tenía esta novela en las estanterías de «pendientes» y una reseña leída en IG (lamento no recordar de quién) me animó a su lectura, que ha sido muy gratificante.

sábado, 8 de febrero de 2020

KARL OVE KNAUSGÅRD, La muerte del padre


«El mundo era el mismo. Y sin embargo no era el mismo, porque su sentido se había desplazado, y seguía desplazándose, acercándose cada vez más a lo que no tenía sentido» (p. 412). 
Esta novela es la primera de las seis que conforman Mi lucha, un proyecto que el autor encara para desmenuzar su historia personal, su vida. No sé si leeré toda la serie aunque tras la lectura de la primera, sí me han quedado ganas de seguir con la segunda. 

Quizás lo que llama más la atención de esta novela es que el autor, que habla en primera persona, no esconde su vulnerabilidad, sus dudas, sus frustraciones, sus miedos, etc. En este sentido, resulta rompedor en los elementos que definen habitualmente la masculinidad. 

El autor va de sus frustraciones presentes, con sus dudas respecto a su calidad como escritor, a su pasado (haciendo un recorrido desde la infancia a la adolescencia y la juventud. La presencia del padre, que muere en esta novela como consecuencia de su alcoholismo, condiciona la vida de Karl Ove. Esa tragedia puede explicar la obsesión del autor por la muerte, que le lleva a ser demoledor consigo mismo y con su literatura. 

El padre, la madre está casi ausente, es una presencia en cierta manera amenazadora que lleva al autor a estar siempre pendiente y en alerta cuando está en su presencia. Cuando muere el padre se siente liberado y, a la vez, llora su pérdida en una explosión de contradicciones muy bien descrita. 

Se trata de una familia aparentemente normal de la que el autor desvela sus luces y sus sombras con una sinceridad que te va desarmando en el transcurso de la lectura. La muerte del padre es una buena novela con una prosa limpia y fluida. En ella hay un claro objetivo: explorar su propio yo y, con él, la sociedad que le rodea.