Leo «novela negra» desde hace muchos años, tantos que era una rareza encontrar a alguien que leyera este género. Antes de que se pusiera de moda, leer este tipo de literatura estaba mal visto, se consideraba un género menor. Yo tuve buena escuela porque empecé a leer «novela negra» norteamericana, algo inglesa, mucho después llego a mi biblioteca la nórdica y de otras procedencias.
La «novela negra» no es policiaca, la primera nunca
plantea las cosas entre policías buenos y delincuentes malos sino que sus
historias se desenvuelven en un arco de grises en que ni unos son tan buenos ni
otros tan malos (uso el masculino porque el predominio de protagonistas
masculinos es abrumadora). El final no suele dar lugar al triunfo de los buenos
(policías) sobre los malos (delincuentes) sino que suele quedar en la
ambigüedad. Normalmente el trasfondo político-social y cultural suele tener un
gran protagonismo en estas novelas (ahí está la feroz crítica en la «novela
negra» norteamericana a la justicia, a la clase política, etc.).
No es la primera novela de Jo Nesbø que leo, ni será
la última. Sus novelas, como toda la «novela negra» me absorben y entretienen
mucho. Empecé a leer este tipo de novela cuando estaba redactando la Tesis
Doctoral y acababa literalmente agotada mentalmente, incapaz de leer literatura
más exigente, me lancé a este género. Ha habido épocas de mi vida en que me
costaba dejar de leer «novela negra» (cuando mis hijos eran pequeños, cuando me
agobiaba el trabajo, etc.), ahora leo poca pero siempre la tengo a mano como en
este caso.
En este caso, Harry Hole (un policía que abusa del
alcohol y con una vida personal bastante desastrosa) es enviado a Bangkok desde
Oslo para resolver el asesinato del embajador noruego…