No soy capaz de recordar cómo llegué a este libro, que le guste tanto a Carlos Alberto me induce a pensar que quizás fue él quien me lo recomendó. El anatomista es una novela de 282 páginas cuyo título hace referencia al oficio de su protagonista, Mateo Colón, que ejercía su oficio en los Estados italianos del siglo XVI.
Mateo Colón era, eminentemente, italiano; hijo de la plástica, de la gala y el ornamento. Hijo pródigo de aquella Italia en la que todo, desde las cúpulas de las catedrales hasta el vaso donde bebía el labrador, desde los frescos que adornaban los palacios hasta la hoz con la que el campesino hacía la siega, desde los capiteles bizantinos de las iglesias hasta el cayado del pastor, todo, era de una factura prodigiosa (p. 34).
Federico Andahazi (Buenos Aires, 1963), estudió psicología en la ciudad en la que nació y trabajo muchos años como psicoanalista hasta que en 1989 escribió su primera novela, que permanece inédita, y que lo condujo a la escritura. El anatomista (1996), que ganó el Premio Amalia Lacroze, generó una importante polémica en los medios de comunicación porque su mentora, la susodicha Amalia Lacroze, consideró que no respondía al objetivo por el que había sido creado el premio: «exaltar los más altos valores del espíritu humano». Pese a ello su obra alcanzó gran popularidad y fue traducida a treinta idiomas.
La novela, ambientada en el Renacimiento y, especialmente, en Venecia, describe la vida de uno de los médicos más sobresalientes de su época, sus investigaciones, su descubrimiento del Amor Veneris (el clítoris), su pensamiento, la aplicación de descubrimientos científicos a las mujeres condicionados por el discurso de género que acusaba a las mujeres de “pecadoras” y el control, por parte de la Inquisición, de cualquier descubrimiento considerado peligroso para el monopolio que ejercía sobre la fe, la vida de los creyentes y la propia ciencia.
Lo que quiero deciros es que el proceso de excitación sexual de la mujer no se inicia en los órganos sensoriales por la visión de un hombre, sino que se da espontáneamente y de manera natural, y tiene origen en el interior del cuerpo y, más precisamente en el órgano que ya os he descrito [el Amor Veneris]. La mujer es, siempre, el objeto del pecado (p. 213).
Resulta curioso que un científico, como lo era Mateo Colón, enamorado de la bellísima prostituta Mona Sofía, emprenda la búsqueda de alguna pócima, algo totalmente acientífico, que le permita conseguir su amor:
No anhelaba la comprensión de las leyes generales que gobernaban el oscuro proceder femenino, sino apenas, un lugar en el corazón de una mujer (pp. 60-61).
Mientras buscaba la solución a su incomprendido amor, encuentra en otra mujer, Inés de Torremolinos, su América, su dulce tierra hallada, el clítoris. Una mujer nacida en Castilla que acabó abanderando, en 1559, la casta de putas más perfecta del Mediterráneo (p. 265) basada en la ablación del clítoris para poder ser, según las enseñanzas de Mateo Colón, dueñas de su corazón y de su emancipación.
Cuando el anatomista sistematiza y describe su descubrimiento, tendrá que afrontar las envidias académicas y al temible poder de la Inquisición.
El autor, en una deficiente traducción, relata de forma ágil, y utilizando la intriga en la descripción del proceso, una historia interesante en la que logra mezclar la tragedia, que suponían los procesos por brujería, y la ironía presente en mucho momentos.