Dice Lianke, en el Epílogo, que cuando terminó de redactar esta novela me senté alicaído y dos regueros de lágrimas comenzaron a brotar incontenibles. Me encontraba abatido y sin fuerzas, como si me hubiera arrancado los huesos, con una especie de impotencia reprimida por la soledad y la desesperanza, varado en un extenso y deshabitado mar, en una isla desierta sin aves ni plantas.
Quizás la gran sequía que se abate sobre la aldea Ding, a partir del libro séptimo (p. 297), es un reflejo de este estado de desolación en el que acabó de escribir la novela el autor, que solo se permite soñar en las últimas, y mitológicas líneas, con la posibilidad de la lluvia.
El autor señala en el Epílogo el intenso dolor y la desesperanza frente a la escritura que sintió al terminar esta obra que considera como un legajo de dolor y desengaño. Y por ese hondo dolor que puede transmitir al lector, pide disculpas.
La primera pregunta es, por tanto, inevitable: ¿me ha inundado el dolor? Y la respuesta es clara, sí. La lectura de esta novela no puede dejar indiferente a nadie, duele el acontecimiento que narra, muestra de un capitalismo a la China que da pavor, duele la mezquindad humana que expone y duele la poesía que, pese a todo, destila esta obra.
Llegué a esta novela de 368 páginas por la lectura de una reseña de Jesús Ferrero, titulado “Implacable capitalismo”, publicada en noviembre de 2013. El título de esta novela puede hacer referencia al recurso que utiliza el autor, a través de grandes fragmentos en cursiva, de sueños premonitorios que anticipan lo que puede ocurrir. Dice Ferrero que el título evoca, irónicamente, la gran novela clásica china El sueño del pabellón rojo.
¿Por qué he titulado esta reseña como capitalismo a la China? Porque esta novela describe un hecho real que muestra el descontrol del capitalismo que se está desarrollando en China desde una economía planificada. China es el primer país del mundo que siendo una economía socialista está desarrollando un capitalismo permitido por un régimen totalitario controlado por el Partido Comunista. La novela trata del enriquecimiento de unos pocos a costa de la gran mayoría, la esencia del capitalismo, bajo el amparo del todopoderoso Estado chino.
En la provincia de Henan, de donde es originario el autor, se extendió en la década de los 90 una epidemia que afectó a miles, quizás millones, de personas y, que a falta de información, llamaron enfermedad de la fiebre y que no era otra cosa que SIDA. Esta enfermedad se produjo como consecuencia de la compra-venta de sangre que incentivó el Estado y que se llevó a cabo sin ningún control sanitario.
Esta tragedia está contada a través de un narrador muy peculiar: un niño de doce años muerto que es envenenado en la aldea Ding como venganza contra su padre que se ha enriquecido con el comercio de la sangre. Su abuelo, que va adquiriendo gran protagonismo en la novela es la figura contrapuesta a su hijo que desde unos referentes de ética y de justicia no acepta su actitud.
A partir de ahí y con un porcentaje importante de enfermos en la aldea, el autor muestra la mezquindad humana que no impide, pese a la proximidad de la muerte, la envidia, el robo, la ambición, el odio, el abuso, etc. La escuela desmantelada, los árboles talados, los enfrentamientos entre familias y, dentro de ellas, en las parejas si uno está infectado y el otro no. En medio de esta situación florece una bella historia de amor, que tampoco está libre del egoísmo, entre dos enfermos abandonados por sus parejas por la enfermedad.
Mi tío y Lingling se fueron a vivir juntos como marido y mujer.
Fue una sorpresa por completo inesperada.
Nadie hubiera imaginado que tuvieran el coraje de hacerlo delante de las narices de todos los vecinos de la aldea.
Pero mi tío y Lingling eran como el agua y la arena que la absorbe, como dos imanes de polos opuestos que, ¡clac!, se quedan enganchados al acercarse como la tierra y la semilla que el viento posa para acabar echando raíces en ella (p. 211).
Las referencias al sistema totalitario chino son muy escasas para evitar la censura, pero sobresale por cualquier resquicio el poder y la autoridad de los funcionarios del Estado, y miembros del Partido Comunista, las posibilidades actuales de enriquecimiento individual haciendo uso de sus cargos y el poder para escapar de las responsabilidades por la extensión de una epidemia como el SIDA. La ignorancia del pueblo, la falta de información y la supervivencia de tradiciones anteriores a la llegada al poder de los comunistas como el matrimonio apalabrado por las familias, ciertas creencias de la mitología china (como la necesidad de casarse tras morir si la muerte les ha sorprendido sin tener pareja), el papel tradicional de la mujer, etc., facilitan el abuso del poder. Y tengo que decir que me he reído, dentro del drama, cuando describe los féretros de los nuevos ricos chinos en los que a falta de religión tradicional, recurren a la religión mundial actual: casas, coches, electrodomésticos y, como no, los inevitables bancos, bienes de consumo o grandes símbolos de la riqueza.
El estilo de Lianke es muchas veces escueto, preciso y desnudo, pero no exento de lirismo y de una triste y profunda belleza.
Los rayos del sol irradiaban sobre la aldea Ding.
Hasta el último rincón había florecido en el lapso de una sola noche. Ciruelos en flor, crisantemos, peonías y rosas; jazmín amarillo y orquídeas salvajes; florecillas silvestres de las que habitualmente crecen en las laderas del monte, como jaramagos, dientes de león y almorejos, allá a lo lejos, sobre el antiguo cauce del Rio Amarillo, y hasta en las tapias de corrales y establos, salpicándolo todo de verde, rojo, amarillo, cárdena y magenta (p. 87, en cursiva en el original).
Construye una historia, entre realidad y sueños, que por su manera de contemplar al ser humano se convierte en universal. Está organizado en ocho libros que, a su vez, tienen capítulos, aunque los últimos son muy breves puesto que la acción se resuelve muy rápidamente. Conforme vas leyendo te vas interrogando sobre los comportamiento humanos de estos aldeanos chinos y sobre la similitud con cualquiera de los que andamos por estos lares.
Una espléndida novela.