La novela la compré por cuatro euros (envío incluido) en una librería de libros de segunda mano por internet. Había leído relatos de Chandler y, creo recordar, alguna novela que no puedo precisar. Guille, del blog Ya está escrito, me insistió en que leyera esta obra y así lo he hecho.
La novela está en una estantería que tengo bajo la ventana donde hay una caja con la imagen de mi admirada Virginia Woolf y un snoopy de peluche que me regaló alguien muy querido de mi pasado.
La novela tiene 352 páginas y el título se explica en la página 309. Philip Marlowe le dice a un periodista al que le entrega una carta muy especial:
“¿Recuerda la noche en que me trajo a casa? Usted dijo que yo tenía un amigo a quien decirle adiós. La verdad es que nunca se lo dije realmente. Si ustedes publican la carta ése será mi adiós. Ha transcurrido mucho tiempo… un tiempo largo, muy largo”.
R. Chandler (1888-1959) nació en Chicago pero tras el divorcio de sus padres fue llevado a Inglaterra donde recibió una sólida formación literaria, nacionalizándose británico en 1907.
Participó en la I Guerra Mundial y regresó a California, donde viviría ya el resto de su vida. En 1924 se casó con Pearl Cecily Bowen (Cissy), dieciocho años mayor que él, y el matrimonio duró casi treinta años, hasta el fallecimiento de ella en 1954. En 1933, a los 45 años, se dedicó por entero a escribir. Tras la muerte de su esposa en 1954, el escritor sufrió fuertes depresiones, aumentó su alcoholismo e intentó suicidarse en dos ocasiones.
La referencia de sus relatos y novelas la podéis encontrar en internet.
El largo adiós (1953) es considerada su mejor obra. En ella se aprecia su estilo cuidado y su ingenio irónico y mordaz, rasgos sobre los que construyó una novela negra de calidad en un momento en que ésta era considerada un subgénero de dudosa importancia.
Creó también un gran personaje, el detective privado Philip Marlowe, que le sirvió de medio para denunciar la sociedad americana de la época, donde el dinero y la búsqueda del poder eran los motores de las relaciones humanas, con sus consiguientes secuelas de crímenes, marginación e injusticia.
El delito no es una enfermedad, sino un síntoma. La policía es como el médico que receta aspirina para un tumor de cerebro, con la diferencia de que la Policía cura más bien con una cachiporra. Somos un pueblo grande rudo, rico y salvaje, y el delito organizado es el precio que pagamos por la organización. Lo tendremos durante largo tiempo. El delito organizado no es más que el lado sucio de la lucha por el dólar (p. 328).
En El largo adiós P. Marlowe descubre al asesino de la hija de un millonario, de un escritor y de un amigo suyo, pero a la vez que va desgranando la investigación va dibujando un trasfondo, la sociedad norteamericana, que nos convence de que los delincuentes no son únicamente los que asesinan o roban sino que los cimientos de la sociedad están basados en la codicia, la manipulación, la injusticia.
Además describe como nadie la soledad, la falsa sociabilidad, la desesperanza, el pesimismo, aunque nunca nihilismo, a través del atractivo detective Marlowe. Tan sólo en esta novela tuvo relación con una mujer, Linda Loring, y con una brevedad exquisita relata el momento culminante con toda esta ternura:
Entonces, silenciosamente y sin el menor ademán de afectación se arrojó en mis brazos, acercó su boca a la mía y me besó con fuerza abriendo los labios y los dientes. La punta de su lengua tocó la mía. Después de largo tiempo echó la cabeza hacia atrás, pero siguió con los brazos alrededor de mi cuello. Los ojos le brillaban (p. 335).
En 1973 Robert Altman llevó la novela al cine, The Long Goodbye, situándola en Los Ángeles y con Elliott Gould componiendo un Marlowe al tiempo fiel e iconoclasta con respecto al personaje literario.
No necesita recomendación. Estupenda novela.