No compré este libro porque es un
tema que a priori no me interesa demasiado, pero el libro estaba en casa y,
seguramente afectada por el calor, he decidido leerlo. El hijo del chófer es
una narración de no ficción, un género que tiene numerosos seguidores entre
escritores de relevancia como es el caso de Carrère, Cercas, Vuillard, entre
otros.
Amat parte de la idea de que la no
ficción literaria puede aportar algo que no siempre es claro pero que no
descarto: puede tener una función social que puede concienciar a los y las
conciudadanas. El autor afirma tal cosa, aunque en numerosas ocasiones, como es
el caso de El hijo del chófer, escribir una historia real como la de
Alfons Quintà no es nada agradable por su enfermiza personalidad y, sobre todo,
por el trágico final. Si recurrimos a H. Arendt y su Eichmann en Jerusalén,
se puede entender esa incomodidad a la hora de escribir sobre un personaje
malvado.
Sin embargo, la biografía de Quintà,
el hijo del chofer habla de algo más que de él, habla de un contexto: el final
del franquismo y la Transición hasta llegar casi hasta nuestros días. Habla de
Cataluña en esa coyuntura, del mito Jordi Pujol y de cómo se construyó, habla,
en definitiva, del poder y de sus espacios oscuros.
Tiene que interesarnos adentrarnos en
esos recovecos del poder a través de un personaje controvertido porque si no es
así el libro puede hacerse pesado (es lo que me ha ocurrido a mi en ciertos
momentos).