martes, 27 de julio de 2010
VIAJES. MARRAQUECH. Plaza de Xemaá-El-Fná
MARRAQUECH. PLAZA DE XEMAÁ-EL-FNÁ. Impresiones
Llegué a Marraquech el sábado 13 de febrero por la noche, mi aproximación a esta plaza es, por tanto, nocturna. Estaba advertida de que era muy grande y que la vida en ella era palpitante, diversa y sorprendente. Estaba, pues, preparada, pero cuando faltaban unos cientos de metros para llegar, divisé luz, humo y ruido.... y pensé sorprendida que era imposible que una plaza fuera tan inmensa y pudiera haber tanta gente en ella. Mi silencio precedió a mi sorpresa y mis ojos iban absorviendo todo el festival de luces, ruidos y olores.
Llegué por una esquina llena de carromatos con dátiles y puestos de zumos de naranja, pronto la vista se fue a los juglares, artistas y saltimbanquis.
La plaza se encuentra rodeada de inmuebles de poca altura (cuyos tejados están llenos de antenas parabólicas) y bastante discretos, ocupados en gran parte por cafés y restaurantes con enormes terrazas para observar, sorber y entretenerse mirando la vida de la plaza. Hay bastante tráfico rodado, sobre todo bicicletas y motocicletas con varios pasajeros que circulan vertiginosamente sorteando a los viandantes; también está la oferta de coches de punto.
Los corrillos de chalanes, que realizan sus misteriosos negocios, se entremezclan con el humo de las cocinas. El olor de las brochetas con verduras y patatas fritas inunda la plaza y te atrae como si de un encantador de serpientes se tratara (por cierto, éstos atraen poco con sus gestos adustos y su intención de cobrarte hasta por mirar).
El alminar de la Kutubia tutela inmutable el ajetreo constante de la plaza.
Pero esta plaza tiene una forma por la noche y otra por el día…
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