viernes, 14 de diciembre de 2012

JESÚS AGUADO, Mendigo (Antología 1985-2007).



Leí en octubre un poema de Aguado en el blog de Índigo y busqué más en internet, me gustó tanto que pasé a comprar el libro.


Ya lo he dicho en ocasiones anteriores cuando he comentado algún libro de poesía, no me gusta, ni sé, analizarla, sé la que me gusta, la que llega adentro y la disfruto a lo largo de los días. 

Cada poema es como si fuera la esencia de un perfume, me gusta ponerme solo una gota en la parte interior de la muñeca y olerla durante horas. Los poemas me gusta leerlos despacio y con cuentagotas, así que un libro de poemas puede durarme mucho tiempo. Tengo muchos poemas marcados, algunos de ellos han ido poblando mi lateral, algunos lo seguirán haciendo durante mucho tiempo.

He seleccionado sólo tres (enteros o fragmentos), espero que disfrutéis con este poeta. 


Gustav Klimt 


Interludio onírico en Salzsburgo. III 

En Viena nos llovió.
Las tardes las pasábamos en cafés y museos
-Gustav Klimt, Arcimboldo…-,
bailando un vals cuando escampaba
o jugando a los dados.
Apenas era azul el Danubio, aunque a veces
se vertía en nosotros:
el mar de nuestro amor desviaba su curso
(¿y al hacerlo también el de la historia?).
Allí necesité de todo mi sentido del misterio
para no abandonarte:
alguna voz potente me llamaba a escondidas por la noche,
quizás la del futuro, lugar a donde nunca llegaré,
una voz que brotaba de las sombras, helechos
pegajosos, hurones ciegos,
la voz de los insomnes
que pude resistir
porque a mi lado tú
soñabas por los dos y sonreías.

- - - - 

Alyssa Monks



  Amor clásico

 Ella empezó a desvestirme
 para vestirse de mí
 y en eso yo la seguí.
 Los astros de los botones
 surcaban nuestras camisas
 en desbandada y con prisas,
 diez lunas que a borbotones
 daban sus últimos sones.
 Me desabrochaba un sí
 y en eso yo la seguí.
 Mordían las cremalleras
 y el cinturón, esos perros
 surgidos de nuestros yerros
 que patrullan las fronteras.
 Más sus acciones certeras
 las despistaban y así
 en esto yo la seguí.
 Como miguitas de pan
 o de pólvora, las ropas
 nos seguían como tropas
 que temblasen como un flan.
 Y pues ella pensó el plan
 de desertarlas de mí,
 en eso yo la seguí.
 Fuera relojes, cadenas,
 las gafas y los anillos.
 Fuera los mares, los grillos,
 la coherencia y las penas.
 Mezclamos nuestras arenas:
 ella se desterró en mí
 y en eso yo la seguí.

- - - -




 Karrah Kobus 


 Lección de metafísica (fragmento)

 Lo que existe parece que no existe
 porque tú lo has tocado ser adentro,
 porque tú lo has tocado beso adentro
 con la nerviosa lengua de la nada.
 Me palpas con tus manos infinitas
 (no son manos, lo sé, sino estallidos:
 el tiempo que no llega nunca a tiempo)
 y se borra mi cuerpo,  y al borrarse
 por fin se hace visible: un signo cero
 suspendido en el aire entre nosotros.
 Me piensas con tu boca y con tu sexo,
 esos dos silogismos refutables, 
esos dioses borrachos que han perdido
 la pizarra o azar donde escribirme.
 Y al pensarme me restas, me haces menos,
 me deshaces, me viertes al vacío,
 me entregas al no ser
 y maniatado.
 Parece que no existo por tu amor
 porque tu amor me funda, es el origen,
 ese punto o lugar donde está todo
 (también lo que no está: tu ausencia: nada). 
 Tu cuerpo me hace náufrago, un islote
 que el cosmos ignorase, un meteorito
 tachado de los mapas y los ojos,
 nave sin un planeta al que volver
 que fuera disolviéndose en lo oscuro.
 Tu cuerpo hace que exista lo que existe:
 tu cuerpo hace imposible lo que existe.
 Lo que existe parece que no existe
 porque tú lo has dejado sin besar.
 (…)

- - - -

Fotografía de Laura Uve
El resto de imágenes están tomadas de google.

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