Este libro de poemas lo compré porque había leído poemas sueltos aquí y allí y me habían gustado. También algunos bloggers, entre los que destaco a Myra de Pentimento, mostraban su predilección por esta poeta.
Opte por este pequeño libro que recoge poemas de diferentes obras desde 1956 hasta 1971, destacando una de ellas en el título, La extracción de la piedra de locura de 1968. El libro tiene 120 páginas. Pizarnik puso la locura en el alma de su poesía:
La luz mala se ha avecinado y nada es cierto. Y si pienso en todo lo que leí acerca del espíritu… Cerré los ojos, vi cuerpos luminosos que giraban en la niebla, en el lugar de las ambiguas vecindades. No temas, nada te sobrevendrá, ya no hay violadores de tumbas. El silencio, el silencio siempre, las monedas de oro del sueño.
Hablo como en mí se habla. No mi voz obstinada en parecer una voz humana sino la otra que atestigua que no he cesado de morar en el bosque (p. 54).
Leyendo a la autora apareció una columna firmada por Edgardo Dobry, “Otra Pizarnik”, en El País, 20 octubre de 1912, en la que se recordaba la muerte de la autora el 25 de septiembre de 1972. En este escrito Dobry señala que la presencia de Alejandra Pizarnik en la actualidad puede estar dominada por los equívocos y mitologías que el suicidio alentó.
Desde luego en La extracción de la piedra de locura, está muy presente la muerte:
…La muerte es una palabra.
La palabra es una cosa, la muerte es una cosa, es un cuerpo poético que alienta en el lugar de mi nacimiento (p. 57).
La figura tutelar de la poesía lírica aparece desdoblada en el reflejo de los espejos:
He tenido muchos amores –dije- pero el más hermoso fue mi amor por los espejos (p. 54).
El tono del sueño que predomina en ese libro es herencia del surrealismo que Pizarnik asumió claramente.
La escritora admiró, y es evidente en su poesía, a Borges (la importancia de la noche, el tiempo y su fugacidad) y a Octavio Paz por su dominio pleno de la lengua. Pizarnik se sentía insegura en ese terreno y por ese motivo prefirió los textos breves, y con gramática seca, a los largos.
Edgardo Dobry considera que el suicidio de Pizarnik revirtió sobre su obra como una pesada “clave de lectura” a la que contribuyeron los responsables de administrar su obra que censuraron e intentaron dibujar una imagen de ella que no correspondía exactamente con la realidad.
Solo muy recientemente han sido publicados algunos textos fuertemente procaces que escribió estando internada en un psiquiátrico, unos meses antes de su muerte. En ellos Pizarnik utiliza una lengua más vulgar y escenarios menos poéticos del paisaje social y urbano de su escritura. Y Dobry se pregunta:
“
¿Es la canción de la locura o es –al mismo tiempo- la voz profunda de la otra Pizarnik, la de su espejo velado?”
En todo caso, tan influido por la locura podían estar estos textos como otros más correctamente poéticos que han predominado desde su muerte. En este libro hay algún texto ligeramente procaz como “La que se dejó por la noche”:
-Vení, Démeter, que te la meto –dijo el mirón en do menor (p. 92).
Dobry pone como ejemplo, y no es el más subido de tono, la “Sala de psicopatología”:
Asisto al inagotable fluir del murmullo. A veces –casi siempre- estoy húmeda. Soy una perra, a pesar de Hegel. Quisiera un tipo con una pija así y cogerme a mí y dármela hasta que acabe viendo curanderos (…).
Húmeda.
Concha de corazón de criatura humana (…)”.
Una poeta muy recomendable porque cumple con lo que T.S. Elliot sostuvo: “un verdadero poeta es aquel que obliga a reordenar la tradición, a pensar de nuevo las conexiones entre el pasado y el presente”.
Pizarnik lo hace, obliga a pensar… Acabo con uno de los poemas que me parecen más conseguidos en su brevedad (p. 23):
El poema que no digo,
el que no merezco.
Miedo de ser dos
camino del espejo:
alguien en mí dormido
me come y me bebe.
Las imágenes son de Benoit Courti y están tomadas de google. Al igual que la imagen de la autora. La portada del libro es de Laura Uve
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