Hace días que quería escribir algo sobre la propuesta independentista que se ha extendido, en los últimos meses, en Cataluña. Mi postura es extremadamente crítica con cualquier tipo de nacionalismo, sea español, catalán, aragonés (mi tierra de nacimiento), alemán o norteamericano.
Soy una auténtica agnóstica nacional, término que viene a cuento por el carácter sacro, emocional y esencialista que tiene cualquier nacionalismo que se precie. Nunca he sido capaz de encuadrarme en una patria, en una nación. No me emocionan las banderas, los himnos, las esencias folclóricas o las tradiciones que definen y diferencian a las personas en naciones opuestas. Tengo, en definitiva, una auténtica incapacidad para los sentimientos nacionales.
Me siento cómoda en la tradición librepensadora, racionalista y crítica que hace más de cien años levantaron anarquistas, republicanos, masones, feministas y espiritistas, nacidos aquí y allá, pero que tenían muy claro que los sentimientos religiosos, nacionales o similares (los de lo absoluto, vamos) siempre estaban al servicio de los poderosos y eran una buena manera para manipular y distraernos de lo importante.
El Sr. Mas, un auténtico tecnócrata de derechas, y su partido, Convergència i Unió (CIU), está haciendo un auténtico ejercicio de acrobacia para no dar explicaciones, ni responsabilizarse, de los recortes sociales y de la política neo-liberal que supera con descaro a la del PP. Su cortina de humo consiste en haber convencido a much@s, manejando con soltura las emociones nacionales, de que toda la culpa de la crisis la tienen “otros”, la tiene España, Madrid, el PP, la historia de opresión padecida por Cataluña y hasta el maestro armero.
Es un listillo porque ha sabido manipular las emociones y los sentimientos esencialistas de quienes no ven más allá de su mensaje mesiánico y redentorista.
Cuando fueron aprobados los primeros presupuestos, Mas tuvo que entrar al Parlament en helicóptero y utilizando la fuerza bruta contra el Movimiento 15M. Ahora, CIU se está despidiendo de esta legislatura con tranquilidad soslayando los fuertes recortes sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos. Su mensaje mesiánico ha calado, la independencia, cual mesías o redentor, acabará con todos los problemas y nos llevará al paraíso.
La independencia que defiende CIU es la cortina de humo de un partido corrupto y de derechas que defiende los intereses de los más ricos aplicando un auténtico darwinismo social con esencias nacionales. La deuda de la Generalitat ha pasado del 7% del PIB catalán en 2003 (primer tripartito) al 17 % cuando acabó el segundo tripartito (con un incremento de gasto público como nunca se había producido) y al 22% con el Gobierno Mas, uno de los mayores incrementos de deuda pública de todos los países de la Eurozona. Los recortes (en realidad más que de recortes deberíamos hablar de estafa) del Gobierno Mas, junto con los del Gobierno del PP, han acentuado de manera muy marcada la recesión económica.
El descenso de los ingresos del Estado se ha producido como consecuencia de la bajada de impuestos que el Gobierno español, con el apoyo de CIU, aprobó. Esta bajada ha creado un déficit público estructural del Estado (y de la Generalitat), dato silenciado por los medios de comunicación de la Generalitat. Con el incremento del déficit público, CIU ha puesto en marcha un conjunto de medidas para recortar el gasto público con el argumento de que no hay otra alternativa.
Pese a esta idea de que no hay otra alternativa, repetida constantemente por los medios de comunicación que controla la Generalitat, CIU podía haber tomado otras medidas como el mantenimiento del impuesto de patrimonio que eliminó, con el que se habrían conseguido 2.100 millones de euros; también podría haber dado apoyo a la eliminación de la rebaja en el impuesto de sucesiones por valor de 2.552 millones de euros; o incluso podía no haber apoyado la bajada de impuestos de las personas que ingresan más de 120.000 euros al año (datos recogidos de Vicenç Navarro, “La gran estafa en Catalunya”).
El Gobierno de CIU podría haber reducido el déficit a base de aumentar los ingresos de la Generalitat con las mencionadas medidas, sin embargo su opción se ha centrado, hasta ahora, en los recortes sociales (el 98% de la reducción del déficit se ha hecho en base a recortes) y en permitir, e incluso, potenciar una campaña de desprestigio de l@s trabajador@s públicos cuando los recortes de servicios sociales (educación, sanidad, asistencia social, etc) no son la solución sino que se convertirán en un problema que afectará a la mayor parte de la sociedad en el futuro.
El poder político está haciendo recaer la crisis sobre quien no la ha provocado. Este desmantelamiento de los servicios públicos es un ataque directo a los más débiles que tarde o temprano acabará beneficiando todavía más a aquellos que han provocado la crisis, es decir, banqueros y especuladores que han ganado fortunas durante muchos años.
Artur Mas, tecnócrata listillo, ha conseguido correr una cortina de humo sobre su política mientras la izquierda juega un pobre papel al dejarse llevar por las emociones nacionalistas y no saber estructurar un proyecto y un modelo diferente a la derecha para afrontar la “crisis”.
Todas las ilustraciones, y el vídeo de Jorge Drexler, están tomadas de google
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