Karrah Kobus
AMÈLIE NOTHOMB, Estupor y temblores.
La novela la compré por una sugerencia. Basada en las propias experiencias de la autora, tiene 143 páginas y su título lo explica Nothomb cuando dice:
El antiguo protocolo imperial nipón establece que uno deberá dirigirse al Emperador con “estupor y temblores”. Siempre me ha encantado esta fórmula, que se corresponde perfectamente con la interpretación de los actores en las películas de samuráis, cuando se dirigen a su superior con la voz traumatizada por un respeto sobrehumano (pp. 131-132).
Amèlie Nothomb nació en Kobe (Japón) en 1967. Proviene de una familia belga, país en el que reside actualmente, aunque pasó su infancia y adolescencia en Extremo oriente, principalmente en China y Japón, donde su padre fue embajador. Ha escrito numerosas novelas: Higiene del asesino, Metafísica de los tubos, El sabotaje amoroso, Cosmética del enemigo, Diccionario de nombre propios y otras muchas, pero es conocida, sobre todo, por el gran éxito de Estupor y temblores.
La novela cuenta la historia de una joven belga, llamada Amélie, que empieza a trabajar en una gran compañía japonesa, Yumimoto, y las peripecias que le suceden en un proceso de degradación y de humillaciones con tono de humor ácido. Una especie de descenso a los infiernos que le permite, a la autora, describir la mezcla de tradición y modernidad del mundo laboral japonés (descubrí algo muy importante: que en Japón la existencia es la empresa, p. 124), la sumisión al sistema jerárquico y humillante del mundo laboral (era un nipón entre miles, a la vez esclavo y torpe verdugo de un sistema que sin duda no le gustaba pero que nunca denigraría, por debilidad y por falta de imaginación p. 133) el trato y la concepción de la mujer nipona (tremenda la descripción que realiza entre las páginas 71 y 79) o la rutina y la vacuidad de la vida de la mayoría de la población japonesa:
¿Y, fuera de la empresa, qué les esperaba a aquellos contables de cerebro lavado por los números? La cerveza obligatoria con colegas tan trepanados como ellos, horas de metro abarrotado, una esposa que ya duerme, el sueño que te aspira como el desagüe de un lavabo que se vacía, las escasas vacaciones en las que nadie sabe qué hacer: nada que merezca el nombre de vida (p. 125).
Me llamó la atención una afirmación de Le Monde que decía que “ha conseguido el prodigio de gustar al mayor número de lectores”. Pese a que le reconozco algunas virtudes: su hilarante descripción de la sociedad nipona, su lucidez a la hora de la crítica, su habilidad para la caricatura y su crueldad al describir la jerarquía profesional, me ha interesado poco y me ha dejado más bien fría. Soy, por tanto, integrante de la minoría a la que no le ha acabado de gustar la novela.
FRIVOLIDADES CULINARIAS. Merluza en salsa verde.
En mi casa no suele gustar el pescado, así que me animé a buscar alguna manera de hacer la merluza que no fuera el socorrido rebozado con harina y huevo. Esta receta funcionó y se ha convertido en un clásico. Además se hace bastante rápido y es fácil de elaborar.
La base es una merluza de palangre que limpian en la pescadería, le quitan la raspa central y la cortan por la mitad a lo largo y luego en trozos.
En una cazuela ponemos un poco de aceite y cortamos un ajo en trocitos pequeños, cuando empieza a dorarse incorporamos una cucharilla de harina y revolvemos hasta que se diluye. Incorporamos un cacito de caldo de pescado (si no tenemos hecho, lo hacemos con agua y la mitad de una pastilla de caldo concentrado de pescado) y ponemos la merluza previamente salada (poca sal), gambas y almejas (si no se dispone de almejas, sin ellas no pasa nada). Se pone a fuego suave y se mueve de vez en cuando para evitar que se pegue, a media cocción (unos 15 minutos), añadimos guisantes de lata, espárragos, un huevo duro y espolvoreamos con perejil picado. Dejamos hacer otros 15 minutos y listo. Las referencias de tiempo son aproximadas, yo siempre lo hago a ojo, al final probar por si hace falta sal y corregir.
Excepto la portada del libro y la frivolidad culinaria que son de Laura Uve, el resto de imágenes están tomadas de google.