Siempre me cuesta explicar mi atracción por la «novela negra», lo que me resulta fácil es explicar que siempre que viajo elijo «novela negra» porque me resulta de fácil lectura y a cambio me ofrece la posibilidad de quedarme absorbida durante horas (por ejemplo de tren o avión) con sus historias. Por fortuna, la «novela negra» nunca nos habla de buenos o malos (siempre se mueve en zona gris) ni resuelve los casos para beneficio de los «buenos». Suele ofrecernos un buen trasfondo económico y social que nos sitúa perfectamente en la época.
Dicho esto, que haya un detective o investigador interesante, como es el caso de Harry Bosch, le añade mucho interés a su lectura. La serie de Boch es un clásico de Michael Connelly, y yo una adicta a sus historias.
En este caso Harry Bosch se enfrenta a su primer caso desde su vuelta a la Brigada de Homicidios Especiales. El robo de cesio radiactivo y el asesinato de quien tenía acceso a él, parece indicar que se trata de un caso de terrorismo islamista que provoca la intervención del FBI y otras unidades antiterroristas. Todo este conglomerado de policías no gusta a Bosch que le gusta tranquilidad y concentración en la investigación. Añadir que la trama da un giro radical en la última parte de la novela que nos descoloca y sorprende.