Mi padre era un hombre honesto, íntegro y sincero con el mundo y con las personas de su entorno. Era fiel a su entorno familiar. Le gustaba hacer su trabajo (era un obrero metalúrgico) bien hecho pero, a la vez, era un luchador que reivindicaba, desde su conciencia de trabajador explotado, mejoras para el colectivo.
Hablaba mucho y poco. Hablaba de sus ideas y de su trabajo con entusiasmo y pasión. Hablaba poco de sus sentimientos y afectos y, aunque era tímido para expresarlos, te los transmitía sin palabras.
Era realista y, en consecuencia, agnóstico. Que yo sepa nunca creyó en dios alguno y siempre supo poner rumbo norte basándose en sus arraigadas convicciones de justicia social, igualdad y libertad.
Aunque fue pocos años a la escuela, valoraba, por encima del dinero, la educación y la cultura. Siempre afirmaba que el saber no ocupaba lugar y que la desgracia de los pobres era la ignorancia y no la pobreza.
Le gustaba la naturaleza, pero no tenía una imagen idealizada de ella. Había vivido y trabajado en el campo y sabía lo duro que era como para andar idealizando nada. Sin embargo era feliz en su huerto cultivando y cuidando sus árboles frutales. No parecía que considerara trabajo su dedicación a ese pequeño trozo de tierra en las afueras de una gran ciudad, porque lo hacía en su tiempo libre.
Dedicado a todos los padres que ya no están y tanta falta nos hacen..........
Es la suerte que tenemos las personas que hemos disfrutado de unos padres con una enorme categoría humana. Dejan una huella en nosotros que nada ni nadie puede borrar.
ResponderEliminarY ahí siguen, con nosotras. Estoy convencida.
Un beso fuerte.
Y yo.
ResponderEliminarNo pasa día que no lo recuerde por algo.
Besos.