Me recomendó este libro una amiga que también está con el tema de los «cuidados» de su padre y su madre. En mi caso, mi padre murió hace muchos años y es mi madre la que requiere esa atención.
Lo compré con cierta prevención, aunque el título me parece muy bueno. No tenía nada claro leer sobre la vejez, las enfermedades, los problemas que conllevan los «cuidados» y todo lo que emerge de la convivencia anterior a la situación de dependencia de los padres y de las madres.
Y de todo esto y más, habla Ángeles Caballero de forma ágil y con muchas dosis, pese a todo, de humor. No sé si la autora explica todo o se reserva algunas cosas, en todo caso explica lo suficiente para que nos podamos ver reflejadas en muchas de las situaciones que explica: en las urgencias, en los hospitales en estancias breves o prolongadas, en la propia vivienda conforme van apareciendo las primeras manifestaciones de que las hijas pasamos a ser madres de nuestras madres y padres.
Sin amor, cariño, buenos recuerdos de cuando éramos hijas es imposible la dedicación que implica esa última etapa de la vida. Y pese a todo ese afecto, a veces, saltan chispas porque salvo excepciones las relaciones materno/paterno-filiales no siempre han sido buenas y esa «mochila» también está ahí dispuesta a saltar en momentos de crisis y agotamiento físico.
El libro se lee bien y siempre anima comprobar cuantas cosas compartimos con otras mujeres (o hombres… aunque yo conozco menos) también en esa etapa difícil, en esa etapa en que hasta los parques de atracciones cierran.
Yo también me traje a mi madre a vivir conmigo hace cinco años. En realidad vino a pasar el verano, como todos los años, sufrió una crisis cardiaca y se quedó conmigo. No es fácil, a veces nada fácil, sobre todo porque en el caso de mi madre a sus 93 años, totalmente dependiente, se le suma una demencia senil que avanza cada día, aun así, me siento muy afortunada. Nosotros somos cuatro hermanos, ellos tres viven en Asturias, yo en Galicia, así que aunque cuento con ayuda, no les tengo a ninguno para sustituirme. Por ellos mi madre estaría en una residencia y la quieren, por supuesto que sí, pero en sus vidas no encaja, en la mía la he hecho encajar, lo que tengo calro es que mientras yo viva estará conmigo ¡Fíjate! creo que para mi fueron más duros los primeros años que ahora, cuesta perder la libertad y no es le cansancio físico, es el emocional de estar pendiente de alguien 24 horas, pero a veces pienso, son sus últimos años, no quiero perdérmelos, tampoco ella se perdió mis primeros años y seguro que tampoco fue fácil ; ) Gracias Laura, aunque me temo que no voy a leer este libro, al menos ahora no. Mucho ánimo y un abrazo fuerte!
ResponderEliminarSí que es bueno el título, y la temática poco común, a pesar de que la vida cotidiana esté llena de casos similares. Interesante
ResponderEliminarQué duro cuando nos convertimos en madres de nuestros padres. Se agradece que lo trate con ese toque de humor. Tomo nota.
ResponderEliminarBesotes!!!
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Gracias administrador del blog por esta gran oportunidad.