Las personas estamos hechas de muchas capas, como un cebolla. En general la mayoría solo conoce la capa exterior, la más superficial, la que preparamos para ser expuesta a los demás. Esa capa es la que está más manipulada por la razón, la más falsa también. La mayoría de las personas se conforman con darse a conocer y conocer a través de esa capa.
Sólo un grupo reducido de personas logra traspasar la capa superficial, que suele ser muy fina, y pasar a la siguiente. En ella, los sentimientos y afectos son más auténticos y la comunicación puede permitir el acercamiento primero a la otra persona. Hay personas que tienen miedo de exponer esta capa y la blindan con muros diversos para evitar sufrir. A veces esa protección es tan contundente que aleja a los demás y no llegan a traspasarla por la aspereza que transmiten esos muros. Si a pesar de todo, alguien logra sortear el muro y entrar en esa segunda capa, las posibilidades de que un pequeño resbalón justifiquen al temeroso de lo peligroso que es exponerse son muy grandes.
A pesar de todo hay algunas personas valientes que permiten entrar en esa segunda capa y logran disfrutar de relaciones amistosas y amorosas bastante auténticas.
Pero aún las más valientes ponen muchos reparos en dejar entrar a alaguien en la tercera capa, ya no digamos en la cuarta o en la quinta...
Todas esas capas protegen, esconden, velan y ocultan el núcleo último. El centro donde se esconden las sombras, la oscuridad, lo que nos da miedo enseñar aún a los más queridos, lo que la mayoría ni siquiera es capaz de reconocer y abandona al mundo de los sueños.
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