La experiencia siempre da, y además debe dar, lecciones. En este caso la lección aprendida, que no es nueva, hace referencia a que en algunos ámbitos de la vida cotidiana, el debate sigue siendo casi imposible. El problema, creo haber aprendido con el paso del tiempo, es que se confunde el error intelectual con el error moral. Es decir, se puede discrepar con otra persona en TODO, pero eso no quiere decir que la que discrepa, o la otra, sean unas malvadas hijas de p. Precisamente la tolerancia es eso, no confundir error intelectual con error moral. Quiero decir, por tanto, que para mi es posible discrepar en todo con otra persona y mantener el cariño, el amor o la amistad con ella.
Nuestras ideas están ligadas a nuestra forma de ver y de vivir la vida y el debate es imposible sin suponer que nuestro adversario parte en la defensa de sus planteamientos de la honestidad. Y, sobre todo, que cuando nuestro oponente ataca nuestras ideas, no nos ataca a nosotros, sino a nuestras ideas.
Cuando reina la intolerancia, el debate no se produce y, lo que se da, acaba pareciéndose a una reyerta de chulos/as o un combate de astados dispuestos a dirimir a hostia limpia quien de los dos es más macho/hembra. Las palabras gruesas y el “muero por ti” parece que dan categoría al argumento propio y se lo quitan al ajeno. Y si el grupo de los chulos/as unánimes logra un “grupito” de seguidores que responden al “muero por ti”, frente al que intenta debatir en solitario, el gozo de la victoria del número, que no de los argumentos en el debate, les reafirma en sus “razones”. Aportar opiniones discrepantes al debate es el peor delito que se puede cometer, el que invita al que discrepa a que se una con sus razones al debate, se convierte en sospechoso de desafección al grupo y se le mira mal. Cuando se llega a ese punto, lo mejor que puede hacer la persona que discrepa es pirarse, porque si no se encuentra bien ante tanta unanimidad es que no está en el grupo adecuado, se ha equivocado de lugar y debe irse a otro en busca de la unanimidad.
¿Y qué ocurre con los que nos gusta más debatir, discrepar, dudar, polemizar, etc., que asentir, aceptar, callar y creer en verdades inmutables?
Pues tendrán que buscar el sitio adecuado, donde se valore a las personas y el respeto hacia ellas....
ResponderEliminarEn ello estoy desde hace 52 años... buscando mi lugar.
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