Las personas estamos hechas de muchas capas, como un cebolla. En general la mayoría solo conoce la capa exterior, la más superficial, la que preparamos para ser expuesta a los demás. Esa capa es la que está más manipulada por la razón, la más falsa también. La mayoría de las personas se conforman con darse a conocer y conocer a través de esa capa.
Sólo un grupo reducido de personas logra traspasar la capa superficial, que suele ser muy fina, y pasar a la siguiente. En ella, los sentimientos y afectos son más auténticos y la comunicación puede permitir el acercamiento primero a la otra persona. Hay personas que tienen miedo de exponer esta capa y la blindan con muros diversos para evitar sufrir. A veces esa protección es tan contundente que aleja a los demás y no llegan a traspasarla por la aspereza que transmiten esos muros. Si a pesar de todo, alguien logra sortear el muro y entrar en esa segunda capa, las posibilidades de que un pequeño resbalón justifiquen al temeroso de lo peligroso que es exponerse son muy grandes.
A pesar de todo hay algunas personas valientes que permiten entrar en esa segunda capa y logran disfrutar de relaciones amistosas y amorosas bastante auténticas.
Pero aún las más valientes ponen muchos reparos en dejar entrar a alaguien en la tercera capa, ya no digamos en la cuarta o en la quinta...
Todas esas capas protegen, esconden, velan y ocultan el núcleo último. El centro donde se esconden las sombras, la oscuridad, lo que nos da miedo enseñar aún a los más queridos, lo que la mayoría ni siquiera es capaz de reconocer y abandona al mundo de los sueños.
jueves, 25 de marzo de 2010
miércoles, 17 de marzo de 2010
LECCIONES DE LA MODA FEMENINA
La moda nos da muchas lecciones… y la principal es que no debemos dejarnos condicionar por ella, que cada persona tiene que adaptarla a si misma y no adaptar la persona a la moda. Otra lección importante es que no nos dejemos condicionar por una moda hecha para una mujer irreal, muy alta e hiperdelgada, que lleva a muchas jóvenes (y no tan jóvenes) a la anorexia y otros trastornos alimentarios.
Podría elegir muchas prendas femeninas para argumentar lo volátil de la moda, pero he elegido una prenda interior…, la que se utiliza para el pecho femenino, por un motivo que veréis al final.
Durante siglos, la mujer de clase alta fue obligada, para estar a la moda, a llevar el asfixiante CORSÉ. Desde niñas las mujeres estaban obligadas a llevarlo, causando deformaciones en el tronco y diversas enfermedades respiratorias. Además de resaltar la silueta femenina y ser un instrumento de tortura, era símbolo de posición social: su uso impedía a las mujeres hacer esfuerzos excesivos e indicaba que eran miembros de una clase ociosa. Estas mujeres, para mantener sus pechos no amamantaban a sus criaturas, dejándolas en los pechos de las nodrizas. Las mujeres de clase baja no usaban, pues, el corsé.
La Revolución Francesa suprimió, entre muchas otras opresiones, la del corsé, pero su fracaso lo restauró. Durante el siglo XIX el corsé se mantuvo hasta que, a finales de siglo, el movimiento sufragista y las mujeres de clase media que trabajaban fuera de casa, necesitaron una ropa cómoda y práctica y liberarse del corsé.
El sujetador substituyó al corsé en el siglo XX pero, ninguna mujer soñó siquiera que un día (años 60 del siglo XX) las mujeres (hippies y feministas) se quitarían los sujetadores en señal de liberación femenina.
Pero en la actualidad se ha dado un paso más, el sujetador, que casi todas las mujeres han vuelto a utilizar, se enseña: los tirantes y la parte de arriba, o todo el sujetador bajo prendas transparentes. Raquel lo hace con cierta frecuencia en sus actuaciones sin que nadie se escandalice. Claro que siempre habrá energúmenos de mente machista que juzgarán la calidad moral de la mujer por la moda y las prendas que utilice. Difícil será que alguno de esos hombres lea este escrito, pero seguro que si lo hace con la mente abierta, algo aprenderá.
Podría elegir muchas prendas femeninas para argumentar lo volátil de la moda, pero he elegido una prenda interior…, la que se utiliza para el pecho femenino, por un motivo que veréis al final.
Durante siglos, la mujer de clase alta fue obligada, para estar a la moda, a llevar el asfixiante CORSÉ. Desde niñas las mujeres estaban obligadas a llevarlo, causando deformaciones en el tronco y diversas enfermedades respiratorias. Además de resaltar la silueta femenina y ser un instrumento de tortura, era símbolo de posición social: su uso impedía a las mujeres hacer esfuerzos excesivos e indicaba que eran miembros de una clase ociosa. Estas mujeres, para mantener sus pechos no amamantaban a sus criaturas, dejándolas en los pechos de las nodrizas. Las mujeres de clase baja no usaban, pues, el corsé.
La Revolución Francesa suprimió, entre muchas otras opresiones, la del corsé, pero su fracaso lo restauró. Durante el siglo XIX el corsé se mantuvo hasta que, a finales de siglo, el movimiento sufragista y las mujeres de clase media que trabajaban fuera de casa, necesitaron una ropa cómoda y práctica y liberarse del corsé.
El sujetador substituyó al corsé en el siglo XX pero, ninguna mujer soñó siquiera que un día (años 60 del siglo XX) las mujeres (hippies y feministas) se quitarían los sujetadores en señal de liberación femenina.
Pero en la actualidad se ha dado un paso más, el sujetador, que casi todas las mujeres han vuelto a utilizar, se enseña: los tirantes y la parte de arriba, o todo el sujetador bajo prendas transparentes. Raquel lo hace con cierta frecuencia en sus actuaciones sin que nadie se escandalice. Claro que siempre habrá energúmenos de mente machista que juzgarán la calidad moral de la mujer por la moda y las prendas que utilice. Difícil será que alguno de esos hombres lea este escrito, pero seguro que si lo hace con la mente abierta, algo aprenderá.
sábado, 13 de marzo de 2010
CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD NO ES MERA CASUALIDAD
La experiencia siempre da, y además debe dar, lecciones. En este caso la lección aprendida, que no es nueva, hace referencia a que en algunos ámbitos de la vida cotidiana, el debate sigue siendo casi imposible. El problema, creo haber aprendido con el paso del tiempo, es que se confunde el error intelectual con el error moral. Es decir, se puede discrepar con otra persona en TODO, pero eso no quiere decir que la que discrepa, o la otra, sean unas malvadas hijas de p. Precisamente la tolerancia es eso, no confundir error intelectual con error moral. Quiero decir, por tanto, que para mi es posible discrepar en todo con otra persona y mantener el cariño, el amor o la amistad con ella.
Nuestras ideas están ligadas a nuestra forma de ver y de vivir la vida y el debate es imposible sin suponer que nuestro adversario parte en la defensa de sus planteamientos de la honestidad. Y, sobre todo, que cuando nuestro oponente ataca nuestras ideas, no nos ataca a nosotros, sino a nuestras ideas.
Cuando reina la intolerancia, el debate no se produce y, lo que se da, acaba pareciéndose a una reyerta de chulos/as o un combate de astados dispuestos a dirimir a hostia limpia quien de los dos es más macho/hembra. Las palabras gruesas y el “muero por ti” parece que dan categoría al argumento propio y se lo quitan al ajeno. Y si el grupo de los chulos/as unánimes logra un “grupito” de seguidores que responden al “muero por ti”, frente al que intenta debatir en solitario, el gozo de la victoria del número, que no de los argumentos en el debate, les reafirma en sus “razones”. Aportar opiniones discrepantes al debate es el peor delito que se puede cometer, el que invita al que discrepa a que se una con sus razones al debate, se convierte en sospechoso de desafección al grupo y se le mira mal. Cuando se llega a ese punto, lo mejor que puede hacer la persona que discrepa es pirarse, porque si no se encuentra bien ante tanta unanimidad es que no está en el grupo adecuado, se ha equivocado de lugar y debe irse a otro en busca de la unanimidad.
¿Y qué ocurre con los que nos gusta más debatir, discrepar, dudar, polemizar, etc., que asentir, aceptar, callar y creer en verdades inmutables?
Nuestras ideas están ligadas a nuestra forma de ver y de vivir la vida y el debate es imposible sin suponer que nuestro adversario parte en la defensa de sus planteamientos de la honestidad. Y, sobre todo, que cuando nuestro oponente ataca nuestras ideas, no nos ataca a nosotros, sino a nuestras ideas.
Cuando reina la intolerancia, el debate no se produce y, lo que se da, acaba pareciéndose a una reyerta de chulos/as o un combate de astados dispuestos a dirimir a hostia limpia quien de los dos es más macho/hembra. Las palabras gruesas y el “muero por ti” parece que dan categoría al argumento propio y se lo quitan al ajeno. Y si el grupo de los chulos/as unánimes logra un “grupito” de seguidores que responden al “muero por ti”, frente al que intenta debatir en solitario, el gozo de la victoria del número, que no de los argumentos en el debate, les reafirma en sus “razones”. Aportar opiniones discrepantes al debate es el peor delito que se puede cometer, el que invita al que discrepa a que se una con sus razones al debate, se convierte en sospechoso de desafección al grupo y se le mira mal. Cuando se llega a ese punto, lo mejor que puede hacer la persona que discrepa es pirarse, porque si no se encuentra bien ante tanta unanimidad es que no está en el grupo adecuado, se ha equivocado de lugar y debe irse a otro en busca de la unanimidad.
¿Y qué ocurre con los que nos gusta más debatir, discrepar, dudar, polemizar, etc., que asentir, aceptar, callar y creer en verdades inmutables?
jueves, 11 de marzo de 2010
SAINT-EXUPÉRY. El Principito.
"Al principio te sentarás un poco lejos de mí, en la hierba. Yo te miraré de reojo y tú no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca.... Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, desde las tres ya empezaré a ser feliz. A medida que avance la hora, más feliz me sentiré. Al llegar las cuatro, me angustiaré y me sentiré inquieto; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes en cualquier momento, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón... Tiene que haber ritos"
miércoles, 10 de marzo de 2010
U-TOPÍA
Si alguno de vosotros está interesado en dar el salto hacia utopía, es aconsejable conocer previamente una serie de normas de convivencia en ella
Sinceridad: Son personas sinceras, tanto con los demás, con las ideas y con ellos mismos. Nos encontramos ante un mundo en el que la sinceridad es una de las principales cualidades de sus habitantes.
Pasión por el conocimiento: Emana de la primera cualidad: las personas que buscan la verdad están obligadas a aprender, a descubrir nuevas formas, nuevas ideas, a avanzar en todos los ámbitos del conocimiento humano. Tienen una capacidad de autocrítica increíble. Esta autocrítica no les impide estar abierto a cualquier otra forma de conocimiento y a valorar las aportaciones de los demás.
Amor al medio: Lo aman, lo respetan, lo cuidan como si de una parte más de su cuerpo se tratase. Supone para ellos el mejor legado para sus hijos, sus nietos y los nietos de éstos. Pero no lo utilizan como moneda de cambio, arma arrojadiza o bandera monopolista para recriminar a los demás, sencillamente lo aman y no hay otro objetivo que su conservación y equilibrio como un fin y no como un medio.
Globalidad: Sostienen que cada uno de ellos son individuos integrales: una persona formada en su totalidad, coherente con sus ideas, sin compartimentos diferenciales en función del rol que ocupen. Son ciudadanos de utopía, que no es poco. Nada que ver con la globalización. Nada que ver con la antiglobalización.
Altruismo: Esta es una condición básica allí: la entrega y ayuda a los demás viene dada en la misma raíz de cada individuo y ésta se conecta con toda la sociedad. Es una forma de supervivencia más racional. Ellos consideran el altruismo el mejor camino hacia la solidaridad, incluso han llegado a sostener que con el altruismo no es necesario ser solidarios; dicen que es como querer enviar neveras al polo norte.
Intimistas: Son gente intimista, con una vida interior y una capacidad de reflexión asombrosa; claro que ellos no conocen otra forma de ser. Son extremadamente cariñosos sin caer en la posesión ni en la obligada devolución del afecto. Es como su acento al hablar, sencillamente no pueden evitarlo.
Rebeldes: Eso sí, son imparables cuando conocen alguna forma de injusticia en otros lugares. Utilizan toda su fuerza de razonamiento y todos sus conocimientos para abrir diálogos, dejaron de utilizar la fuerza -que la tienen- porque saben que les da mejor resultado convencer que vencer...de eso sabe algo Unamuno, Don Miguel.
Espirituales: Buscan continuamente sentido a su existencia, contagian ese espiritualismo a cuantos estuvieron cerca de ellos (Gandhi, Luther King), aunque no se auspicia el culto a ídolos. Hay un tremendo respeto hacia las formas de expresión de los demás.
Comunicadores: Aunque no les interese vender una lavadora. Son personas con una capacidad de comunicación inaudita. Utilizan la comunicación para conocer a los demás y descubrir en ellos las mejores aportaciones que les dan. Ellos, a su vez, dan todo lo mejor de sí mismos a sus interlocutores. Piensan que una buena comunicación es la sincera, la cariñosa y la que se basa en escuchar a los demás; claro que si hablan tan poco, no me explico muy bien cómo se comunican tanto. Creo que tendré que ir a echar una ojeada para ver si me aclaran esto último.
Sinceridad: Son personas sinceras, tanto con los demás, con las ideas y con ellos mismos. Nos encontramos ante un mundo en el que la sinceridad es una de las principales cualidades de sus habitantes.
Pasión por el conocimiento: Emana de la primera cualidad: las personas que buscan la verdad están obligadas a aprender, a descubrir nuevas formas, nuevas ideas, a avanzar en todos los ámbitos del conocimiento humano. Tienen una capacidad de autocrítica increíble. Esta autocrítica no les impide estar abierto a cualquier otra forma de conocimiento y a valorar las aportaciones de los demás.
Amor al medio: Lo aman, lo respetan, lo cuidan como si de una parte más de su cuerpo se tratase. Supone para ellos el mejor legado para sus hijos, sus nietos y los nietos de éstos. Pero no lo utilizan como moneda de cambio, arma arrojadiza o bandera monopolista para recriminar a los demás, sencillamente lo aman y no hay otro objetivo que su conservación y equilibrio como un fin y no como un medio.
Globalidad: Sostienen que cada uno de ellos son individuos integrales: una persona formada en su totalidad, coherente con sus ideas, sin compartimentos diferenciales en función del rol que ocupen. Son ciudadanos de utopía, que no es poco. Nada que ver con la globalización. Nada que ver con la antiglobalización.
Altruismo: Esta es una condición básica allí: la entrega y ayuda a los demás viene dada en la misma raíz de cada individuo y ésta se conecta con toda la sociedad. Es una forma de supervivencia más racional. Ellos consideran el altruismo el mejor camino hacia la solidaridad, incluso han llegado a sostener que con el altruismo no es necesario ser solidarios; dicen que es como querer enviar neveras al polo norte.
Intimistas: Son gente intimista, con una vida interior y una capacidad de reflexión asombrosa; claro que ellos no conocen otra forma de ser. Son extremadamente cariñosos sin caer en la posesión ni en la obligada devolución del afecto. Es como su acento al hablar, sencillamente no pueden evitarlo.
Rebeldes: Eso sí, son imparables cuando conocen alguna forma de injusticia en otros lugares. Utilizan toda su fuerza de razonamiento y todos sus conocimientos para abrir diálogos, dejaron de utilizar la fuerza -que la tienen- porque saben que les da mejor resultado convencer que vencer...de eso sabe algo Unamuno, Don Miguel.
Espirituales: Buscan continuamente sentido a su existencia, contagian ese espiritualismo a cuantos estuvieron cerca de ellos (Gandhi, Luther King), aunque no se auspicia el culto a ídolos. Hay un tremendo respeto hacia las formas de expresión de los demás.
Comunicadores: Aunque no les interese vender una lavadora. Son personas con una capacidad de comunicación inaudita. Utilizan la comunicación para conocer a los demás y descubrir en ellos las mejores aportaciones que les dan. Ellos, a su vez, dan todo lo mejor de sí mismos a sus interlocutores. Piensan que una buena comunicación es la sincera, la cariñosa y la que se basa en escuchar a los demás; claro que si hablan tan poco, no me explico muy bien cómo se comunican tanto. Creo que tendré que ir a echar una ojeada para ver si me aclaran esto último.
martes, 9 de marzo de 2010
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