KATERINA LOMONOSOV
(...) se puso a pensar en sí mismo. Se sentía libre, como nunca antes lo
había sido en su vida, y aunque mal alimentado y por ende débil, también
se sentía con fuerzas para prolongar ese impulso de libertad, de
soberanía, hasta donde fuera posible. La posibilidad, no obstante, de que
todo aquello no fuera otra cosa que apariencia le preocupaba. La
apariencia era una fuerza de ocupación de la realidad, se dijo, incluso de
la realidad más extrema y limítrofe. Vivía en las almas de la gente y
también en sus gestos, en la voluntad y en el dolor, en la forma en que
uno ordena los recuerdos y en la forma en que uno ordena las
prioridades.
ROBERTO BOLAÑO, 2666, p. 926.
La imagen está tomada de google.
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