A veces una novela se hace
omnipresente en el entorno virtual o real, si además llega a casa sin ser yo
quien la compra, la tentación acaba siendo excesiva para resistirla. Sus 642
páginas no me animaban en exceso pero aprovechando la parte final de las
vacaciones de navidad, me lance a la aventura.
He
leído la novela en paralelo con una amiga, las primeras páginas (más de cien)
no me entusiasmaron en exceso mientras que mi amiga confesaba estar enganchada.
El motivo era que los personajes me parecían demasiado estereotipados y al
servicio de lo que el autor opina
respecto a la violencia terrorista en el País Vasco de los últimos años,
incluido el abandono de las armas actual.
Hay
un capítulo, hacia el final de la novela, “Si a la brasa le da el viento”
(549-554), en que un escritor explica su motivación para escribir una novela de las atrocidades cometidas por la banda
terrorista. En dicha intervención señala que hay libros que van creciendo dentro de uno a lo largo de los años en espera
de la ocasión oportuna de ser escritos. El escritor apunta a que su
motivación para escribir sobre el tema era doble: la empatía que les profesaba
a las víctimas del terrorismo y el rechazo que le suscitaba la violencia u
otras agresiones dirigidas contra el Estado de Derecho. Además de otros
aspectos, este escritor que bien pudiera ser el alter ego de Aramburu dice
escribir sin odio contra el lenguaje del
odio y contra la desmemoria y el olvido tramado por quienes tratan de
inventarse una historia al servicio de su proyecto y sus convicciones
totalitarias. Si atendemos a estas explicaciones se entiende bastante bien
qué es Patria.
¿Y qué es Patria?
Me
parece que se trata de dar una visión del terrorismo de ETA, de las víctimas
que causó y del trasfondo que dio legitimidad a los asesinatos de ETA en el
País Vasco a través de la ficción. Siendo ficción ¿se le puede pedir
objetividad? Me parece que no, es ficción y el autor tiene licencia para
recrear una realidad desde su perspectiva de novelista. La novela gira en torno
al asesinato del Txato, un pequeño empresario hecho a sí mismo que se niega a
pagar el impuesto revolucionario a ETA en un pequeño pueblo cercano a San
Sebastián. Precisamente que el entorno sea una localidad pequeña en la que todo
el mundo se conoce da pie al autor para describir el agobiante ambiente de
control social que impusieron los medios abertzales
del entorno de ETA. Dos familias amigas se convierten de pronto en enemigas, la
del Txato y la familia de un miembro de ETA por motivos políticos muy primarios
puesto que ninguna de las dos familias estaba comprometida políticamente de
forma evidente. Las dos familias sufren, las dos familias tienen algunas
diferencias respecto a lo ocurrido y la trama se estructura alrededor de los
personajes de estas familias.
Por
último señalar que ETA nació en un seminario y, que yo recuerde, nunca un
atentado tuvo como objetivo a un miembro del clero católico. El cura de ese pequeño pueblo no sale nada
bien parado.
La
novela es simplista en ocasiones, sus personajes luchan por salir del
maniqueísmo, no está mal escrita y estructura bien la trama, Aramburu escribe
una trama para transmitir un mensaje político intentando que su historia la
pueblen personas con sentimientos, contradicciones, problemas económicos o
emocionales. Quizás quiere tocar muchas teclas y los más de cuarenta años de
violencia en el País Vasco no son fáciles de plasmar ni en la ficción ni a
través de otros géneros.
La realidad es
que hoy hay una lucha abierta en el País Vasco sobre la construcción del relato
de lo ocurrido durante los más de cuarenta años de violencia terrorista.
Quienes se disputan el éxito del relato de lo sucedido pretenden que sea
aceptado por la mayoría, repetido por los ajenos y tomado por cierto por quien
nada tiene que ver con ellos. Para el historiador Antonio Rivera en la
actualidad hay una amenaza de que se implante un relato inocuo sobre la
violencia terrorista del último medio siglo. Cada brecha social (y esto lo
aplica al País Vasco) suele ir acompañada de un relato que oculta la verdad de
lo sucedido (la historia) para así restañar las heridas internas, reconciliar a
determinadas élites y cuerpos sociales, y derivar hacia otro lado o hacia la
nada las responsabilidades. Patria
cumple su función en esta batalla por controlar el relato de lo sucedido.