El autor de Kanada arranca su novela en el momento en que la II Guerra Mundial acaba (1945) y las víctimas de los campos de concentración, como es el caso del protagonista, regresan a sus casas y a sus ciudades de origen. Juan Gómez Bárcena construye una historia angustiosa alrededor del regreso de una persona a su casa donde nadie lo esperaba, salvo un vecino que afirmaba haber intentado proteger su vivienda. El Vecino creía que el protagonista de Kanada volvería a llevar una vida normal y le ayudó durante un tiempo. Conforme fue aceptando que no sería así, intentó rentabilizar su ayuda sacando provecho de la vivienda.
(…) el paisaje de un hogar no está hecho de paredes ni cimientos sino de detalles, de olores, de una determinada disposición de los muebles y una narrativa tejida en torno a esos muebles, de una fotografía presidiendo la entrada al salón o un reloj de pesas manoseando con gravedad las horas, y en tu casa –en la casa- ya no queda nada de eso (15).
El protagonista de la novela, sin nombre (igual que el resto de personajes), había sido profesor universitario antes de ser enviado a los campos por ser judío. Su regreso se convirtió para él mismo en un drama puesto que nada lo ligaba a la vida, una vida condicionada por lo vivido en los campos, entre otras cosas su sentimiento de culpabilidad por haber sobrevivido en Kanada (ordenando, cuantificando y aprovechándose de los bienes de las personas que morían en las cámaras de gas).
Muy poco se dice en la novela de dicha experiencia salvo al final de la novela. Hasta ese momento solo aparecían pequeñas pinceladas sueltas sobre algún aspecto concreto que el protagonista recordaba mientras sobrevivía recluido en su despacho.
Pero el autor no pone solo sobre el tapete el totalitarismo fascista, también emerge el comunista que se implanta en Hungría tras el fin de la Guerra. La novela se convierte así en una denuncia de cualquier sistema totalitario y en una denuncia de las graves consecuencias que tiene su existencia para las personas que lo sufren.
La novela está bien escrita, el autor utiliza una manera de narrar escueta pero que trasluce la desesperanza de una época que parece repetirse en la actualidad.
Tú lo dices, son los tiempos de la desesperanza... Ojala no vuelvan nunca, aunque no lo tengo claro... Todo es demasiado fragil..
ResponderEliminarUn abrazo, amiga
Así es, querido Ildefonso, los tiempos son confusos, inestables, miedosos... no sé dónde puede llevarnos esta situación.
EliminarUn abrazo.
Gómez Barcena parece que retoma el final de "Sin Destino". Es un autor del que hablan maravillas, ya es valiente atreverse con ese tema, del que Primo Levi dijo casi todo.
ResponderEliminarSaludos.
Primo Levi es el autor por antonomasia del Holocausto, nadie le supera. Esta novela, sin embargo, está bien construida y trata el tema de forma original y creíble. Merece la pena leerla.
EliminarSaludos.
Eso está genial, porque ningún totalitarismo es bueno, y a veces se nos olvida muchísimo el pasado.
ResponderEliminarAsí es, cualquier sistema totalitario es tremendamente negativo, pero estos tiempos parece que traen democracias con elementos totalitarios y buscan gestores para ese extraño sistema político.
EliminarCanadá sugiere que nadie está exento de culpa y recuerda que la palabra "inocencia" es también sinónimo de "candor". O sea, si asumimos que pertenecemos a un grupo capaz de lo peor. la ingenuidad es un craso error. Y la vida es entonces un enorme "sinsentido"...
ResponderEliminarUn abrazo
Después de Auschwitz tenemos que aceptar que somos capaces de lo peor, nada puede ser igual. ¿Hay esperanza para el ser humano? Poca, tal y como seguimos demostrando. Solo la bondad de pocas personas nos permite confiar en que el ser humano entenderá y rectificará el camino.
EliminarReleo, y sí, todo lo que digo parece un sinsentido.
Un abrazo.
Si sirve para alertar sobre los peligros del totalitarismo bienvenida sea esta obra, y sea leída por los que pueden darle alas, a ver si les vale de medicina.
ResponderEliminarDudo que sirva para vacunar del totalitarismo disperso en el que ya vivimos.
EliminarSi, es cierto que los extremos se tocan.
ResponderEliminarLa verdad es que uno tiene la sensación de estar viviendo esos comienzos de algún conflicto tremendo que hemos conocido en las pelis y en los libros. Siempre parece que se pudo haber parado.
Un abrazo
Yo tengo una sensación parecida: el capitalismo ha impregnado tan profundamente cada dimensión física e imaginaria del mundo que su caída llevará al final de nuestra civilización.
EliminarUn abrazo.
Veo que el título proviene del nombre que le daban a los almacenes donde dejaban las pertenencias, con sus nombres y dirección (diciéndoles que se las devolverían al instalarse).
ResponderEliminarEl hombre llevaba encima dos tragedias: la de estar internado en el infierno y la de sobrevivir (y en estos lugares, como en muchos de los ámbitos en que nos movemos, se sobrevive con la "muerte" del otro). ¿Qué hacer?
Abrazos.
Así es, esos almacenes con los despojos materiales y humanos de las personas exterminadas contenían de todo y todo se pretendía utilizar para mayor gloria de Alemania.
Eliminar¿Qué hacer? Sobrevivir y cargar con la culpa (eso lo explica muy bien Primo Levi) o dejarse morir (los "musulmanes"). Imposible saber qué haríamos, tendríamos que vernos en la situación. Prefiero no saberlo.
Abrazos.
Lo había apuntado al poco de salir, pero no se la razón por qué no ha hecho aparición por aquí.
ResponderEliminarEl tema resulta interesante; mucho se ha escrito sobre lo ocurrido en los campos y los testimonios del horror, pero poco acerca del regreso de los sobrevivientes a sus lugares de origen -escasos; la mayoría decidió migrar-.
Gracias por refrescarme la búsqueda de este libro.
Un gran abrazo!
Exacto, ese es el punto de interés: vuelve a su casa. Si hay un sitio inadecuado para volver es a la propia casa... de eso va la novela.
EliminarCreo que merece la pena su búsqueda.
Un gran abrazo!!