El genocidio es un delito internacional que comprende los actos perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso. Es el grado más extremo de violencia intergrupal y el más extremo de todos los actos de limpieza étnica. El término fue acuñado y definido en 1944 por el jurista judeo-polaco Raphael Lemkin que pudo huir a EUA, en 1939, del holocausto. Este término ha sido aplicado, después del holocausto contra los judíos, a Ruanda, Guatemala, Darfur, Bosnia, Armenia y Camboya.
Esta novela tiene como protagonista a Gaby, de padre francés y madre ruandesa tutsi. El genocidio en Ruanda, que afectó también a Burundi, fue un intento de exterminio de la población tutsi por parte del gobierno hegemónico hutu en 1994, año en el que se eliminó al 75 % de los tutsi.
Gaby era un niño de 10 años cuando se produjeron las terribles matanzas en Ruanda donde vivía una parte de su familia materna y se produjo en Burundi un golpe de Estado y una guerra con ecos étnicos entre tutsi y hutus. Como consecuencia de esta situación que afecta a toda la familia, especialmente a la de su madre, Gaby y su hermana fueron trasladados a Francia.
Veinte años después de salir de Burundi, Gaby decide regresar a su país de nacimiento y rememora sus vivencias infantiles, unas felices y otras dramáticas. El autor compone una novela de aprendizaje desgarrador que nos sorprende por la manera tan fácil en que el odio y la guerra se introduce en la vida de una familia que llevaba una vida feliz más allá de los conflictos personales habituales.
Llama la atención cómo entreteje los recuerdos infantiles felices de un grupo de amigos que vivían en el mismo callejón con el momento histórico que le tocó vivir y que cambió su vida. No hay grandes palabras, rencor o heroicidad, simplemente explica, desde las vivencias de un niño, los sucesos terroríficos que tuvo que vivir, incluso en lo personal, pese a su edad.
Dos fragmentos:
La infancia me ha dejado marcas con las que no sé qué hacer. En los días buenos me digo que es de ellas de donde nacen mi fuerza y mi sensibilidad. Cuando he llegado al fondo de la botella, veo en ellas la causa de mi adaptación al mundo (13).
Sin que se le pida, la guerra se encarga siempre de procurarnos un enemigo. Yo, que quería permanecer neutral, no pude serlo. Había nacido con aquella historia. Me corría por dentro. Le pertenecía (133).
Excelente novela.
En los 80 visité Kenia y, por primera vez oí hablar de los hutus, los kikuyu, los tutsi... Uno de ellos siempre me hablaba pestes de los otros. Solo les unía el odio inmenso que todos tenían a los masai. En Africa todo es mas elemental, mas básico y se hace mas evidente. Qué lenta la evolución del hombre.
ResponderEliminarUn abrazo
Muy lenta porque hay grandes retrocesos. Me temo que estamos en época de retroceso. Y no será por los avisos como este enfrentamiento entre hutus y tutsis.
EliminarUn abrazo.
Tanto odio, tanta muerte, tanta destrucción... ¿Aprenderemos alguna vez a convivir en paz? Y qué pena que los niños tengan que vivir todo esto y se convierta para ellos en algo tan normal. Tomo nota, que no conocía el libro.
ResponderEliminar¡Qué buena música has escogido otra vez!
Besotes!!!
Soy pesimista viendo lo que veo y lo que vivo.
EliminarLa novela es estupenda, muy recomendable.
Gracias, abrazos.
Pues sí que tiene que ser desgarradora la historia y la Historia.
ResponderEliminarQue disfrutes los días, Laura.
Salud.
Ignacio
Lo son ambas.
EliminarIgualmente, Ignacio.
Salud y abrazos!!
Tremendo, amiga... Tremendo... Vaya siglo de matanzas...
ResponderEliminarAyyyyyyyyyyyy
Un abrazo fuerte y mis mejores deseos para estos dias
La verdad es que el siglo XX ha sido récord. Pero me temo que el XXI puede superarlo si no andamos con ojo a los cantos de sirena de los patrioteros/as.
EliminarIgualmente, abrazos.
ResponderEliminarEmpecé a trabajar donde trabajo por la guerra en Ruanda...
una anécdota tremendamente trivial entre tanto horror... pero tu reseña me lo ha recordado.
Esos fragmentos dicen mucho...
Tomo nota.
Besos y cálido abrazo!!
No la veo trivial puesto que te llevó a una opción como la que elegiste.
EliminarBesos y grandes abrazos!!
Yo no puedo con semejantes barbaries, la verdad. Una cosa es ser consciente de las salvajadas que se cometen a diario y otra sumergirse en ellas. Entiendo que sea sanador para el escritor, pero sus lectores no creo que sean de los que protagonizan los holocaustos. A esa gente estos testimonios les importan un comino.
ResponderEliminarEs difícil ser consciente sin sumergirte en ellas y ser consciente de dónde llegó el ser humano y dónde puede volver a llegar si no lo tenemos claro.
EliminarYo le doy muchas vueltas para entender, no quiero solo saber que sucedieron, quiero entender porqué pasaron, qué hay en el ser humano que le lleva a cometer semejantes atrocidades.
Este tipo de libros son necesarios para conocer mejor la realidad del mundo.
ResponderEliminarUn abrazo
Estoy de acuerdo. Este es de la periferia del suceso. La visión de alguien que lo vivió siendo un niño.
EliminarUn abrazo.
Lo había visto y lo dejé pasar; debe ser que lo que leí no llamó mi atención. Leyéndote, me pregunto cuántos de estos 'genocidios periféricos' deben tener lugar sin que la gran prensa se haga eco de ellos, y nosotros seguimos ignorantes.
ResponderEliminarAhora que señalas que te ha parecido una excelente novela, la apuntaré.
Un fuerte abrazo, y mi deseo de un 2019 pleno de nuevos desafíos y buenas lecturas, U-to.
Aguantamos demasiados "genocidios periféricos", de hecho cada día soportamos una excesiva carga de frialdad ante la desgracia ajena que ya es alarmante.
EliminarEstoy convencida de que es una gran novela. Si la lees ya me dirás.
Feliz 2019, que los libros nos acompañen como asidero a la vida.
Un buen abrazo, querido Marcelo.