sábado, 8 de julio de 2017

BENJAMÍN PRADO, Ecuador. Poesía 1986-2001 y otros poemas.


 Ned Axthelm

Ya lo he dicho otras veces, no soy buena lectora de poesía. Leo intermitentemente y me cuesta mucho acabar los libros de poesía porque no puedo leer muchos poemas seguidos. Me agota la intensidad de los poemas, me sacia un solo verso, las emociones concentradas me fatigan. 
Lo que importa de un poema es en quién te convierte. 


No tengo criterio para elegir poesía, me guío por el instinto, por el me gusta o no me gusta sin saber por qué. Benjamín Prado me había gustado en algunos poemas encontrados en la red, así que decidí embarcarme en este libro hace unos meses. El libro se acomodó en mi mesilla de noche, algunas noches solo leía un poema porque el sueño me vencía, otras iba antes a reunirme con sus versos y leía tres o cuatro, muchas noches lo miraba con cierta desazón porque ni siquiera podía abrirlo, entonces me acordaba de esta afirmación de Paul Valéry: 
Un poema no se termina, solo se abandona. 
Estoy convencida de que a través de los poemas que nos gustan, nos mostramos impúdicamente, pero a mí me gustan también los poemas que me hacen pensar (nunca dejo mi ser racional abandonado). No puedo mostraros todos los poemas que he seleccionado, sería exponerme demasiado y mi pudor no me lo permite. Me quedo con estos versos y una imagen del Danubio (y aprovecho para deciros que este año sí dejaré el blog en descanso). 
Los ríos de las ciudades son extraños,
parecen dioses perdidos entre bares azules
y merenderos sucios 
y pequeñas terrazas de extrarradio.

Los ríos, como los trenes, 
llegan despacio al nombre de las ciudades.