La autora, y protagonista de este Mi madre era de Mariúpol, rastrea las huellas de una familia que apenas conoce (y que había sido acomodada cuando ella pensaba todo lo contrario) en la ciudad ucraniana de Mariúpol. Estamos ante un testimonio que revive a una familia de la que la protagonista apenas sabe nada. A partir de su invocación, unas viejas fotos, un inesperado ayudante al otro lado del mar y mucha suerte, llevan a Wodin a encontrar vestigios del pasado. Y así va encontrando una tenue línea de luz que le va guiando en el reencuentro con sus antepasados.
Madre e hija se enzarzan en múltiples discusiones. La
hija quiere saber los motivos por los que se siente atrapada en un cuchitril del
campamento de personas desplazadas, tan
lejos de la ciudad natal de su madre. El drama familiar del desarraigo,
provocado por la deportación en 1944 de sus padres como trabajadores esclavos a
Alemania, se desarrolla en un tiempo
marcado por los grandes desastres del siglo XX: el zarismo, La revolución rusa,
la guerra civil contra el gobierno bolchevique, el estalinismo, la hambruna en
Ucrania, las dos guerras mundiales y la dura postguerra en Alemania.
El libro pretende recordarnos la importancia de conocer nuestro pasado, a nuestra familia
y a nuestro entorno. Los hechos históricos mencionados hicieron posible que
Wodin viviera su infancia y primera juventud con frío y con hambre siempre permanente.
Las sorpresas se convierten en un relato apremiante que le permiten descubrirse
a sí misma, no en blanco y negro sino en toda la variedad de grises que son
posibles. Un paisaje vital letal se va dibujando conforme el relato avanza y
nos va descubriendo cómo ha vivido ella, su familia cercana y esa otra que va
recuperando del olvido para integrar una memoria que siempre es necesaria para
encajar en el presente.
«Los humanos se protegen de la belleza para no verse catapultados fuera de la vida, fuera de las leyes del mundo» (p. 119).
¡Hola! Interesante. Estamos entonces ante una autobiografía ¿verdad? Es que menuda época les tocó vivir a ella ya su familia..., una pena pasar por la etapa infantil y de adolescencia que tan marcadas quedan en nuestra mente con hambre y frío permanente. ¿Sabes? Cuando he leído el título de la novela he pensado ¿dónde estará Mariúpol? Nunca lo había escuchado (ya veo que en Ucrania)
ResponderEliminarAutobiografía novelada, ese estilo que está de tanta actualidad.
EliminarUna época terrible, y eso es lo que queda muy bien recogido en esta obra.
Una época difícil, bien difícil... Tomo buena nota, que no la conocía. Ni tampoco sabía donde estaba Mariúpol...
ResponderEliminarBesotes!!!
Muy difícil, muy dura, una época que marcó a mucha gente para siempre.
EliminarTampoco sabía de la existencia de Mariúpol.
Besos!!
Ya se donde va a ser mi próximo viaje: a Mariúpol. Me encanta encontrar un motivo cualquiera para conocer quién sabe qué. Antes me leo la novela. Un abrazo
ResponderEliminar¿Y por qué no? Ahora que no podemos viajar, soñar es libre y gratis.
EliminarAbrazos!!
Prefiero vivir el presente y soñar con el futuro que evocar el pasado. Creo que la memoria idealiza los recuerdos, o sea, falsifica la realidad.
ResponderEliminarA mi también me gusta vivir en el presente, aunque ya sabes cuánto aprecio el pasado. Totalmente de acuerdo con lo que dices de la memoria.
EliminarUn abrazo.
Es una pena que el pasado, tal y como fue, se vaya olvidando... Ay, que siglo el XX, que siglo tan tremendo...
ResponderEliminarGracias por tu reseña, amiga
Un abrazo
El pasado clarifica el presente. Sin pasado seríamos como amnésicos.
EliminarMuy tremendo, no creo que lo superen muchos países
Un abrazo, Ildefonso.
Hermosa frase final. La memoria personal, familiar, tribal o territorial nos sirve para darle mayor profundidad y quizás un sentido a nuestra propia trayectoria personal y en ese territorio y en ese tiempo todavía era más necesario porque muchas identidades fueron arrebatadas.
ResponderEliminarSaludos
Es posible, pero las identidades me producen urticaria (no todas).
EliminarSaludos!!
Sé por conocidos la realidad de la Ucrania de hoy, y unida a su historia reciente, hacen del país un dechado de calamidades. Materia novelable hay de sobra, desde luego.
ResponderEliminarDesgraciadamente, eso parece. Tu comentario es precioso por confirmar algo que era de la esfera de lasnovelas.
EliminarHola!! Me alegro de que te haya gustado tanto y gracias por el descubrimiento, creo que podría estar bien. ¡Gran reseña! Besos!!
ResponderEliminarPues muchas gracias.
EliminarUn abrazo.
Me descubres libro y autora; nada sabía de ambos. Curiosa propuesta la de historiar el propio pasado familiar -más allá de que lo que halles, sea o no de tu agrado-. Queda apuntado.
ResponderEliminarGracias por tan interesante reseña.
Ah! Delicado detalle el del señalador. El impreso parece una obra de Alphons Mucha.
Un abrazo.