miércoles, 18 de diciembre de 2019

THEODOR KALLIFATIDES, Otra vida por vivir

Kallifatides escribe un libro de una dimensión humana que, de forma instantánea, me identifica con él. Ocurre raras veces que una empatice con alguien con el que aparentemente tiene poco que ver (sexo, nacionalidad, edad, lengua…), sin embargo cuando ocurre es una fiesta para mí. Me pasa reiteradamente con Imre Kertész, uno de mis escritores favoritos.



Cuando acabé de leer Otra vida por vivir pensé: ¿Qué me ha contado este hombre? ¿Por qué me ha gustado tanto? ¿Por qué me ha emocionado de la manera que lo ha hecho? No es fácil explicarlo, hay que leerlo y comprobar si también te emociona a ti.

Kallifatides emigró joven a Suecia por la enésima crisis económica de su país, Grecia. Allí se integró tan fácilmente que empezó su oficio de escritor en lengua sueca, se casó con una mujer sueca y decidió no enseñar el griego a sus hijos/as. Pese a que tenía una cierta querencia hacia personas que procedían de su país, rompió bastantes vínculos con Grecia.

Llegado a la vejez, setenta y pico años, padece una crisis de escritura… no tenía nada que decir, dice el mismo. En esa situación, piensa, y piensa en muchas cosas diversas que abarcan de su núcleo más íntimo al mundo entero, de sus inicios como inmigrante al consumismo, del fracaso al éxito, etc. Lo hace sin aparente esfuerzo, de forma delicada, breve (el libro de formato pequeño tiene 153 páginas). 

En un momento dado se siente herido por el trato que recibe su país de origen y esa herida y su vacío como escritor, le llevan a su país de origen y a su pueblo donde le quieren poner su nombre a un centro escolar de secundaria. Con su regreso, se encuentra con su lengua y se da cuenta de que:
« (…) cuando no tienes nada que decir, lo dices mejor en tu lengua materna» (p. 152). 
Y con su lengua afloran recuerdos muy antiguos: 
«Mi abuela que le sacaba el hueso a las aceitunas con sus dedos encallecidos para que yo pudiera comerlas. La palma grande de la mano de mi abuelo con un caramelo amarillo. Mi madre que mojaba el pan duro y le rociaba un poco de azúcar “para que la boca del niño se endulzara”.
Fueron años duros, difíciles, pero siempre había una mano que ponía algo comestible en mi boca. Una vez más el mundo atravesaba por años duros y difíciles.
¿Qué manos darían y qué manos recibirían?». 
Este libro tiene otra virtud, explicar con sencillez el maltrato que ha padecido el pueblo griego en estos años de crisis. Hay otro motivo por el que una amiga me recomendó este libro, pero ese ya os lo explicaré en otro momento.

13 comentarios:

  1. Ni me sonaba el autor. Y viendo tu entusiasmo, no dudo en apuntarme bien su nombre.
    Besotes!!!

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  2. Alguna vez he sentido esa sensación y es impredecible la emoción que se siente.
    No conocía a este autor, pero lo voy a buscar.
    Un abrazo fuerte.

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    1. Como le he dicho a Margari, es sencillamente un libro que emociona.

      Un abrazo fuerte!!

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  3. Bellisima cosa es que uno se identifique con un autor, y sienta como propias las cosas que nos narra...

    Un abrazo, amiga, y mis mejores deseos para estas fiestas inminentes ya

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    1. Pues sí, cuando encuentras a un escritor o escritora así... es magia.

      Abrazos y mis mejores deseos para ti, Ildefonso.

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  4. Había visto alguna reseña de este libro hace un tiempo, pero no lo apunté porque resulta difícil -y oneroso- adquirir un libro de Galaxia en estas costas. Pero aquellas líneas se asemejaban a las tuyas.
    Que bueno es recuperar parte de la propia historia a través de la lengua de origen! Todo un desafío para quien, por años, la ha negado. Queda debidamente apuntado por si aparece.
    Feliz 2020 para ti y tu familia.
    Un gran abrazo!

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    1. Es sencillamente maravilloso, muy recomendable (aunque comprendo que el tema económico condiciona su adquisición).

      Muy feliz año 2020, que sigamos en contacto, eres de lo mejor que me ha pasado por aquí, querido Marcelo.

      Enorme abrazo!!

      El otro día me enteré por casualidad que hay una tienda en Buenos Aires que vende el pan dulce mejor de la ciudad (no sabía qué era eso del pan dulce) y me acordé de ti y de si lo comprarías...

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    2. Ja, ja! No se cómo le decís vosotros a esa mezcla esponjosa que suele contener fruta abrillantada y secas. Mientras vivió mi madre, ella hacia dos o tres y no queria que se comprara. Era excelente cocinera y sublime repostera, con un hijo a quien no le gustan los dulces...
      El lugar que citas suele tener dos cuadras de cola de gente esperando, por estos días. No es nada barato, pero son muy ricos.
      Tú también eres de lo mejor que he hallado a través de la Red. Buen año para ti y tu familia!
      Abrazote!

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  5. Hola. Precioso, entusiasmante libro, es como minimalista en su forma y profundísimo en su fondo... muy bueno, muy sereno, muy seductor...
    Mi ejemplar, además, tiene el valor añadido de que me llega de manos de una querida amiga, donde ella ha leído antes que yo... ahora el libro está lleno de anotaciones y de marcas... una JOYA.
    Un abrazo, gracias.

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    1. Comparto tu entusiasmo. Lo he recomendado y/o regalado a muchas personas y a todas les ha encantado este pequeño-gran libro.
      Y sí, un libro tan vivido tiene un valor añadido sin duda.

      Un abrazo.

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