Esta obra, una fusión entre
ficción y realidad, la recomendó Antonio Muñoz Molina en un excelente artículo,
aparecido en Babelia el 9 de mayo de este año, titulado “Voz del insomnio”. En
este artículo, Muñoz Molina habla de un tipo de libros particulares que no se
parecen a otros (cualquiera de nosotras podría hablar de libros así ¿o no es
verdad?). Libros que no pertenecen a un género preciso, que no son
extremadamente célebres y que se han escrito
en un “trance de metamorfosis permanente: ensayo, confesión, diario,
relato de viajes, collage de citas,
apuntes”. Libros que se pueden abrir por cualquier página y encontrar “breves
secuencias de lectura completa”. Muñoz Molina da varios ejemplos de este
peculiar tipo de libro, pero me quedo con uno de los mejores que tengo la
fortuna de haber leído, Libro del desasosiego de Fernando Pessoa.
Noches insomnes es un libro de 115 páginas,
traducido en 2009 (publicado en 1979) en una edición cuidada pero de letra
pequeña. Su título, como no podría ser de otra forma en esta obra, no responde
a algo concreto, por tanto, es interpretable y lo hago. Hardwick recoge en este
libro la vida, y ésta está llena de momentos buenos, malos, regulares,
estancados, llenos de incertidumbres e insatisfacciones (interesante la
introducción de Geoffrey O’Brien al respecto), pensar en ello es algo muy
propio de noches en las que el sueño no llega.
Elizabeth Hardwick nació en
Lexington, Kentucky, en 1939, y murió en
Nueva York en 2007. Estudió en la Universidad de Kentucky y de Columbia. Solo
escribió tres novelas, una breve biografía sobre Herman Melville y cuatro ensayos entre los
que destaca uno dedicado a las mujeres en la literatura: Seduction and Betrayal (1974). Noches
insomnes fue su última novela.
Billetes, migraciones, preocupaciones, propiedades, deudas, cambios de nombre y vuelta a cambiar otra vez: y todo esto por haber leído muchos libros (p. 5).
La mancha del lugar de origen no se adhiere a nosotros como un derecho de nacimiento, sino como una especie de artificio, como una suerte de cosmético (p. 8).
Dice Muñoz Molina que hay en
el libro de Hardwick “un fulgor de escenas aisladas en el tiempo” y me parece
una definición muy acertada. Estamos ante una obra en la que no hay una trama
en el sentido estricto de la palabra, no se respeta el orden cronológico,
utiliza la primera y la tercera persona, explica la realidad y se la inventa,
habla de ella y de muchos más, cuestiona la memoria y los recuerdos como fuente
de verdad.
Entre 1949 y 1972 estuvo
casada con el poeta Robert Lowell, Noches
insomnes empezó a escribirse poco después de su muerte en 1977. Hardwick lo
había amado, cuidado, protegido, abandonado y vuelto a acoger en el curso de
sus trastornos mentales, sus borracheras
y sus aventuras amorosas, algo de todo eso aparece aquí y allí en esta obra.
Aparecen referencias a esos
temas que me gusta tanto encontrar: libros, bibliotecas y jazz, me quedo con la
última porque resulta que hay un largo retrato de Billie Holiday.
Y, siempre, la luminosa autodestrucción de Billie Holiday.(…)Era rutilante, lúgubre y solitaria, aunque, por supuesto, nunca estaba sola, nunca. Majestuosa, siniestra y decidida.Los labios seductores, los párpados aceitosos, el perfume violento; y en su voz las eles y las erres del trópico. Su presencia y su voz creaban una ansiedad inmensa, creciente (pp. 24-25).
Un libro que en su peculiaridad
retrata a una mujer especial que mezcla confesiones a la manera de un diario,
inventa a la manera de una novela, recita a la manera de un poema, reflexiona y
recapacita a la manera de un puzle, sueña a la manera de una mujer plenamente
viva. Y todo ello encaja con brevedad y concisión, fragmentariamente para no
alargar lo que quiere decir sin necesidad. Un monólogo que retrata a una mujer
y la trasciende para hablar de hombres y mujeres de un país (de varios en
realidad) y en una época, que podría ser la actual aunque no lo es.