lunes, 23 de marzo de 2020

Pierre Michon, Vidas minúsculas

No sé cómo es que he tardado tanto en leer a Michon. Supongo que tiene que ver con un equívoco: pensaba que Michon era norteamericano y que era de esos escritores complicados y pesados tipo DeLillo (que tampoco he leído y que igual estoy tan equivocada como con Michon). Y ahí se hubiera quedado en la estantería de no ser por el acuerdo al que llegué con Marcelo Z. de hacer otra de nuestras lecturas (interoceánicas) conjuntas. Descartamos algunos otros libros y, al final, fue Michon. Así que mi sorpresa fue agradable al ver que era sencillo y agradable de leer. 


Os invito a visitar su blog, Libros en Estéreo (haz clic y te llevo)  que siempre es placentero de leer y encontraréis su manera de sintetizar nuestra lectura conjunta. 

Utilizo mucho el término genealogía que vendría a explicar cómo nuestros antepasados, familia o no, pueden explicar lo que somos hoy. Me parece que Michon construye esa genealogía. Describe la rutina del campesinado pobre de pequeños pueblos franceses con una vida repetitiva y aburrida. Son vidas minúsculas de personajes pobres, el patriarcado está bien instalado, las mujeres están ahí, Michon las trata bastante bien pero no cuentan en las decisiones importantes. Estoy convencida que el alcohol es una constante en esa genealogía familiar y, quizás, trastornos mentales que también aparecen. La consanguinidad en medios cerrados también debía ayudar. Las relaciones de pareja suelen ser desastrosas en la novela y es más benevolente con las mujeres que con los hombres. 

Las historias que tejen la novela son historias irrelevantes, minúsculas, historias que no entrarían nunca en la Historia con mayúscula por su pequeñez. Sin embargo, otra cosa es la literatura, ahí esas vidas minúsculas nos resumen la «verdad» de la naturaleza humana (aunque quizás muy localizada en ese medio rural en el que se desarrollan).

Una novela excelente, dan muchas ganas de seguir leyendo su obra.

miércoles, 18 de marzo de 2020

DANILO KIŠ, Una tumba para Boris Davidovich. Siete capítulos de una misma historia

El libro de Adam Zagajewski me condujo a este porque habla del autor, Danilo Kiš, y de Joseph Brodsky que resultó ser quien escribe el elogioso Prólogo de este libro. 



Ambos libros son de lo mejor que he leído en el último año. 

La primera parte del título es el de uno de los relatos (o capítulos), la segunda parte resume muy bien su contenido, ya que los siete relatos son como «capítulos de una misma historia». 

Este libro trata de la persecución y los deseos de acabar con el que es diferente, con el «otro», con el que discrepa de nuestro pensamiento. El «otro» siempre se presupone inferior, peor, peligroso… de ahí la necesidad de acabar con su vida si es preciso. 

Danilo Kiš habla soberbiamente de la opresión, de la anulación del discrepante, del que duda de las creencias imperantes. El tema está centrado en biografías de la Europa del Este (Rusia/URSS) pero, en realidad, es universal e intemporal por su manera de desvelar el fanatismo y la intolerancia. 

Pero no es el tema su único mérito. Danilo Kiš escribe muy bien, tiene una magnífica prosa a través de la cual muestra su dominio del lenguaje.

domingo, 8 de marzo de 2020

ADAM ZAGAJEWSKI, Una leve exageración

Confieso que no conocía de nada a este poeta. Paseando por una librería, miraba las novedades que me suelen tentar poco y lo encontré. Feliz encuentro. Me llamó la atención la portada, ese árbol sin hojas, y el título. La editorial siempre es una garantía, así que leí la contraportada, abrí el libró y enseguida supe que sí, que tenía que llevármelo. Zagajewski utiliza un formato que me gusta mucho, sé que es de lectura lenta (así ha sido), pero sé que me quedo atrapada si es buen escritor. 


Estamos ante una autobiografía completamente atípica (aunque desde Montaigne, la han utilizado otros autores/as como Pessoa o Kertész entre los que más admiro). No hay cronología, ni orden, ni selección de contenido por su aparente importancia, en fin, nada de lo habitual en este género. Zagajewski escribe con formato fragmentario, el libro está estructurado en fragmentos, a veces, muy breves (cuatro líneas), otras más largos (no suelen superar las tres o cuatro hojas). 

Estos textos fragmentarios son recuerdos de su vida personal (por eso podemos hablar de autobiografía) que abarcan temas muy diversos: música clásica, recuerdos familiares, recuerdos históricos de una época que le tocó vivir a él o a su familia (el comunismo polaco, la II Guerra Mundial, etc.), viajes (especialmente atractivos los que hizo por Italia en busca de la belleza), poetas, escritores/as (reflexiones sobre aspectos de sus vidas y de sus obras), en fin, un sinfín de temas. Así empieza este maravilloso libro: 
«DE TODOS MODOS, NO LO VOY A CONTAR TODO. Porque, bien mirado, no ha pasado gran cosa. Y además, soy un representante de la vieja escuela de la discreción de la Europa del Este: aquella que no habla nunca de divorcios ni reconoce que uno está deprimido. La vida transcurre tranquila, y al otro lado de la ventana reina un diciembre grisáceo y excepcionalmente cálido» (p. 5).
 “Una leve exageración” es una metáfora sobre la poesía.