jueves, 28 de junio de 2018

PILAR ADÓN, Las efímeras


Me lo recomendaron con entusiasmo y no me ha entusiasmado. Tengo que reconocer que Adón escribe bien, hace descripciones poéticas y llenas de intensidad, sin embargo la historia me ha interesado a medias. Los personajes me parecen endebles, sin fuerza, exceptuando situaciones concretas. Me ha gustado la idea de la existencia de una comunidad que subsiste con pocas normas, lo más naturales posibles y dejando a cada integrante su espacio personal para vivir, si lo desea, apartado del resto. Y me ha gustado especialmente la presencia de una naturaleza impositiva, invasiva y continuamente presente a través de una lluvia persistente que lo invade todo. 
Y todo lo que él quería era vivir en paz sin más deberes ni más problemas que los que él mismo se hubiera buscado. Olvidarse de la sensación de estar rodeado de sabandijas y alimañas que se aferraban a su piel y a su sangre. Que le dejaran tranquilo. Pero bastaba con recibir una mirada despectiva o unas palabras arrogantes para comenzar a odiar y desear responder de la misma forma al ser que humillaba sin haber sido incitado a ello. Sin haber sido provocado (169). 
Quizás habrá que hacer otra lectura de la autora.

lunes, 18 de junio de 2018

DASA DRNDIC, Trieste

Dice la traductora de este libro, Simona Skrabec, que este libro es como un dedo índice dirigido al pecho de cada lector en singular. Es por eso que el rompecabezas no está acabado y sus hilos narrativos se pierden. 


Tengo muchos párrafos subrayados, muchas palabras que hieren cuando se leen, muchos sucesos ocurridos que nos enseñan el camino de la maldad humana. Hay que tener el estómago o las espaldas muy grandes para leer este libro que, sin embargo, es imprescindible. 
Los observadores ciegos, la gente “normal”, son los que hacen apuestas seguras, son los que no arriesgan. Ellos quieren vivir sus vidas sin interrupciones. En la guerra, e ignorando la guerra, esos observadores ciegos giran la cabeza con indiferencia y rehúsan activamente saber nada. Su autodefensa consiste en un escudo duro. Encerrados en su cápsula, se regocijan como larvas.
Los hay en todos los sitios. En los gobiernos neutrales de los países neutrales, entre los aliados, en los países ocupados, entre la mayoría, entre la minoría, entre nosotros. Somos nosotros, los bystanders.
Durante sesenta años, esos observadores ciegos se han golpeado el pecho diciendo “somos inocentes porque no lo sabíamos”, pero al llegar nuevas guerras y nuevas desgracias, aparecieron nuevos observadores. Así nacieron ejércitos de jóvenes y fuertes bystanders con los ojos vendados, que se alimentan directamente de esa exculpación al observador, de esa inocencia indestructible. Esos hombres inocentes son los que hacen posible el mal. (p. 130) 
Hacía tiempo que no leía un libro (de ficción realidad) que me impactara tanto como este. Aparecen las víctimas, pero especialmente los victimarios y sus descendientes, y la zona gris que lo acapara casi todo. 

Lo recomiendo de forma total. Una lectura imprescindible sin duda alguna.

viernes, 8 de junio de 2018

SUSAN SONTAG, Ante el dolor de los demás.



Se trata de un ensayo sobre la guerra, por tanto sobre el dolor, en el que tiene un papel protagonista la fotografía, en definitiva, la representación del desastre que siempre supone una guerra. Ante el dolor de los demás mantiene un diálogo directo con las imágenes de la violencia: guerras, genocidios y barbaries son estudiadas desde sus representaciones audiovisuales. Sontag trata de reflexionar acerca de lo que puede experimentar una persona de un país rico respecto al sufrimiento de los otros en lugares que parecen lejanos.

En este ensayo, Sontag introdujo dos referencias españolas. Una es la referencia a Goya (que le permite diferencias pintura de fotografía) que aparece ya en la portada del libro, en el que por petición expresa de la autora se incluirá en todas sus ediciones y en todos los idiomas la reproducción de una obra de Goya, quien según ella fue el primer artista que tuvo una actitud de protesta ante la guerra. La segunda referencia es la de la Guerra Civil española, primera guerra que fue cubierta por fotoperiodistas en el frente.

Las características de la guerra telemática, los museos de la memoria donde la gente quiere ser capaz de refrescar los recuerdos, la importancia que tienen las fotografías que reproducen hechos del pasado como la esclavitud y el racismo en EUA y otras muchas referencias a sucesos como el Holocausto, la guerra de Vietnam, etc., van desfilando por este ensayo para mostrarnos el dolor de los demás y la necesaria reflexión ética que deberían conllevar. 

Lástima que no se incluyan las imágenes a las que la autora hace referencia en el texto.